La unidad y la polarización |
Escrito por Diego Bautista Urbaneja |
Jueves, 13 de Agosto de 2009 08:58 |
En las encuestas de las que tanto se habla por estos días, hay dos datos de especial relevancia. El primero es que una amplia mayoría de más del 60% de los encuestados piensan que Chávez no debe ser presidente más allá del año 2012. El segundo, es que más de un tercio de quienes dicen tener una buena imagen de Chávez, cree que el personaje en cuestión debe dejar la presidencia en el año antes mencionado. Ante esos dos elementos Chávez está reaccionando de las dos maneras ya conocidas por todos, y tanteando una tercera. En primer lugar, está aumentando sus poderes y sus elementos de control y represión sobre la colectividad. Esto lo hace además para estar en condiciones “nominales” de enfrentar una creciente conflictividad social. Digo “nominales” para dar a entender que se trata de poderes nominalmente concedidos por leyes, lo cual es diferente de que esas facultades puedan ser ejercidas en la realidad. La otra reacción es la de radicalizar su “revolución”, y acentuar la idea de que es él quien personalmente está en juego. Esto es para poner a funcionar la manida estrategia de dar a la lucha política un carácter plebiscitario que en general le ha funcionado: estás con Chávez o contra él. El tercer camino que está tanteando es el de hacerse el inofensivo. De esto también hemos visto en el pasado. Cuando Chávez asume ese papel, resulta que ni la propiedad privada, ni la influencia familiar en la educación de los niños, ni ninguna de las cosas que el común de los mortales tiene en alta estima, va a ser tocado ni con el pétalo de una rosa. Se adereza el asunto con tiernos relatos de cómo fue que él adquirió su primera casita, recién casado. El problema con esta opción es que si Chávez adquiere una apariencia moderada, entonces se le cae el aura “revolucionaria” y pierde el motivo fundamental -hacer una “revolución”- por el cual podría aspirar a estar en el poder indefinidamente. Pero ya lo sabemos cada vez mejor: Chávez no es ni un gobernante ni un revolucionario, sino simplemente un hombre sediento de poder. En fin, dejémosle con sus penas y tribulaciones y vayamos a lo nuestro. Lo que en realidad interesa es saber cómo deben reaccionar las fuerzas democráticas ante esos dos caminos que Chávez transita. Respecto a las leyes y medidas represivas y de control, no hay mucho que añadir a lo que de manera natural está haciendo la sociedad: resistir con toda su fuerza y de todas las formas que tiene a su alcance, y prepararse para anular en los hechos los efectos de fondo que el gobierno busca con leyes y clausuras, de modo que ni la educación pluralista desaparezca ni la información ni la opinión dejen de fluir. De hecho, con las mismas se aniquila de una vez uno de esos efectos: que cunda el miedo. Ciertamente que el país está pagando un costo altísimo, con las medidas que Chávez toma y con los esfuerzos que la sociedad hace para enfrentarlas. Pero se pagará el costo que sea, porque aquí nadie va a bajar la guardia. Respecto a la radicalización y al intento darle a la política una vez más carácter de plebiscito, “conmigo o contra mí”, hay maneras de desmontar esa espoleta. Lo que está claro es que hay que mojarle la pólvora a esa maniobra. En tal sentido, la pregunta es. ¿cómo enfrentar a Chávez sin estimular que la polarización llegue a los niveles que él quisiera? La unidad de las fuerzas democráticas es el gran arma para ello, siempre y cuando logre esta vez aparecer como una unidad convincente y asumida a fondo por todas esas fuerzas, armada con una programa y una propuesta electoral que demuestren capacidad de gobierno y transparencia en las reglas de escogencia de los candidatos. Es a lograr eso que deben dirigirse los principales esfuerzos. Es importante que las fuerzas democráticas no se vayan de bruces, espoleadas por una encuestas auspiciosas La tarea central es consolidar la unidad, y proveerla de los rasgos señalados. Sin eso, ni lo que se haga para criticar al gobierno, ni los innumerables desastres que éste ocasiona, garantizarán el triunfo democrático que las encuestas al día de hoy señalan como muy posible. En cambio, con eso, con una unidad contundente y capaz de gobernar puesta en escena, el enfrentamiento con el gobierno adquiere un carácter que esquiva en forma importante la polarización en torno al hombre de Sabanetas. De ese modo, también, la confrontación con la persona Hugo Chávez, y que él quisiera agudísima, encontrará el lugar que le corresponda. |
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