Altos precios en Venezuela: ¿perversión política o empresarial?
Escrito por Antonio Yánez   
Miércoles, 28 de Julio de 2010 19:24

altA muchos venezolanos nos inquieta la abismal diferencia de precios que pagamos por casi todos los bienes respecto a otros países. ¿Por qué los gringos, quienes ganan 10 veces más que nosotros, pueden comprar un celular en 2.000, que aquí cuesta 7.000; un carro en 80.000, que aquí cuesta 240.000; una camisa en 70, que aquí cuesta 500? ¿Es este desenfreno inflacionario justo, lógico, inevitable? En estos tiempos en que se descalifica abiertamente la actividad empresarial, conviene identificar qué factores determinan lo que parece un robo colectivo en casi la totalidad de lo que consumimos.

El primer factor es perogrullesco: la oferta. A medida que más empresas ofrecen un bien, el mismo abunda y en consecuencia su precio disminuye. Cuando hay mucho oferente de algo, se produce además el fenómeno de la competencia, con la cual no sólo bajan los precios sino que los productores están obligados, so pena de desaparecer, a innovar, servir mejor y cuidar con recelo la calidad. En Venezuela, por el contrario, la cada vez menor cantidad de productores crea el ambiente para que se monopolice la producción y los especuladores actúen.

Pondría en un segundo lugar los excesos regulatorios, que en nuestro caso han sido el pan de cada día desde hace mucho tiempo, y profundamente acentuados en la actual administración. Nuestros gobernantes son expertos diseñando los mecanismos burocráticos más insólitos y en tapar cada distorsión con una nueva regulación. Basta el ejemplo del control de cambio y su más reciente retoque llamado Sitme, que lejos de producir el efecto en los precios que prometen sus creadores, destruyen lo poco que queda de productividad, generan una corrupción espantosa, y sólo sirven para enriquecer a los pocos que acceden a las divisas, pues luego de tanto trámite y de sortear un sinfín de obstáculos, quien logra obtener algo de esos esquemas, vende a precios del mercado negro, y ¡con toda la razón!, pues no hay certeza ni criterio estable con respecto a futuras asignaciones de divisas.

La desconfianza es otro factor importante en la definición de los precios, que se deriva de diversos problemas de nuestro entorno. Cuando en el camino creador y productivo hay tanta volatilidad, inseguridad, riesgo, trampa, barrera, costo absurdo, aduana y autoridad corrupta, al productor no le queda otra salida que subir sus márgenes de ganancia y aumentar cada año los precios a tasas altísimas, pues no sabe cuándo un capricho oficial lo sacará del juego. Sólo invierten en Venezuela quienes vislumbran elevadísimos márgenes de ganancia y períodos de recuperación del capital muy cortos, y con toda la razón.

Los volúmenes que una misma empresa puede comercializar también influyen radicalmente en el precio. Quien vende volúmenes grandes es capaz y está dispuesto a vender barato, no sólo por las ventajas obvias de producir en gran escala, sino porque simplemente la ganancia final resulta atractiva. Un ejemplo interesante lo encontramos en Hong Kong. A pesar de ser considerada la economía más libre del mundo, no tener ninguno de los problemas que discutimos en este artículo y estar a tan solo 30 minutos de las fábricas de tecnología de Shenzhen, comprarse cualquier aparatico electrónico allí suele ser carísimo. La explicación está en los volúmenes de venta; venden caro porque el mercado individual de cada tienda es pequeño. De allí podemos observar el aspecto ventajoso que tiene para el consumidor la existencia de grandes cadenas de tiendas con fuerza y poder concentrado.

Por último, quiero mencionar nuestra actitud, tanto del lado del empresario como del consumidor. Por una parte, muchos empresarios aceptan estos ambientes sobre-regulados, porque en libertad económica no serían capaces de sobrevivir, y por ello mantienen un silencio cómplice para gozar de las imperfecciones y subir aceleradamente sus precios en la búsqueda de crecer más de lo normal, porque, según dicen, “no sabemos hasta cuándo dure esto”. Y por la otra, el consumidor venezolano no ahorra, gasta alegremente el dinero y es muy poco sensible a los aumentos de precios, cosa que saben muy bien y disfrutan ampliamente las empresas que operan en el país. En otros países, si hay un exagerado aumento de precios, el público reacciona y no compra.

La percepción común, alimentada por la propaganda oficial, es que la culpa es del empresario, sin embargo, en esta muestra de factores podemos ver que el origen está mayormente en la política hacia la empresa, que obstaculiza la libre creación y producción, y genera incentivos torcidos. Mientras tanto, cientos de empresas venezolanas migran y benefician a otras sociedades. Si quien gobierna pretende mitigar la inflación ignorando estos factores esenciales, no hay otro desenlace posible que un inminente círculo vicioso de escasez, más inflación, controles, libretas de racionamiento, mercados negros, y nuevamente más escasez.


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