De la literatura (política) especializada
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 21 de Agosto de 2023 07:11

altConsabido, no hay mercado editorial en Venezuela.

Y tampoco puede decirse que el papel impreso ha retrocedido frente a los grandes avances tecnológicos, porque la brecha digital es dramática, por decir lo menos.

Inteligencia artificial aparte, rubro que tardaremos en discutir, al menos, mientras dure el régimen que nos ha llevado poco a poco a la barbarie, cada vez es más escasa la literatura de divulgación. Ni siquiera, accedemos con facilidad a la novelística venezolana de difusión popular tan célebre en décadas pasadas, porque – faltando poco – en la versión física enfermaron buena parte de las colecciones que se encuentran en las desoladas bibliotecas públicas, y existe una mayor posibilidad de encontrar en formato digital la obra reciente de un afamado autor extranjero que los títulos emblemáticos de Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri, Adriano González León, o José Balza.

Suponemos que así como prescinden de los profesores y los libros de matemáticas en las instituciones oficiales, sin paliativos o compensaciones para un bachiller que se gradúa forzosamente, igualmente ocurrirá con los ejemplares y subestimados profesores de castellano y literatura, entendida por ésta la poesía, el teatro, la cuentística, la novela, y el ensayo. Los muchachos que logran seguir las grandes series en Netflix, rindiéndoles un culto desmedido, no imaginan cuán rico es internarse en “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, el clásico contemporáneo del país que ni le interesa saber del boom, ni de lo que vino después, prisionero de un régimen ágrafo.

Peor es la situación de la literatura especializada y aún la más especializada: el estudiante de pregrado, desde hace más de una década, pasó de depender de los libros del profesor fotocopiados a las versiones informáticas que él mismo pueda facilitar. Todo cursante del postgrado ha de inventársela para adquirir en idioma propio o foráneo, aquella obra que pudiera resultar decisiva al encaminarse hacia la tesis y su defensa.

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La bibliografía médica, otro ejemplo, es de una extraordinaria exigencia respecto a la calidad de su impresión a colores que permite hacer distinciones anatómicas muy precisas. Reclama actualidad y, aunque presumimos que los contenidos digitales cumplen con los requisitos esenciales, deben resultar muy costosos; por ello, tiempo atrás, nos sorprendió la excepcional oferta de libros en un magnifico estado, ordenados cuidadosamente en el suelo, expuestos por alguien al oeste de la ciudad capital que exactamente no puede calificarse o considerarse como un buhonero más. No obstante, objeto real de esta nota, quizá la más notable ausencia entre los venezolano, es de la literatura política.

En efecto, se dirá, por una parte, que los cursantes o egresados en ciencias políticas, sociología, u otras disciplinas afines, tienen mejores oportunidades de hallar a autores de un importante éxito editorial, rápidamente traducidos, que un físico, químico o biólogo a los suyos, aunque – valga la sospecha – Giovanni Sartori parece no encontrar sustituto, y Max Weber tampoco, lidiando pleistocénicamente con Carlos Marx. Y, por la otra, que los políticos en ejercicio, deben buscar recursos para asesorarse con un politólogo, creyéndolos ajenos o completamente ajenos a una reflexión necesaria y urgente, como si jamás el país hubiese contado con referentes capaces de publicar y profundizar sobre temas específicos y rigrosos.

Siendo así, a lo sumo, los más atrevidos dirigentes que intuyen que pensamiento y acción están indefectiblemente asociados, insisten en Norberto Bobbio, al igual que los más viejos cultivaban a Maurice Duverger, porque ya que no hay vitrinas y catálogos que los orienten en medio de las tareas partidarias bajo un régimen de las características ya consabidas. Y, lo más grave, relegándolo al piso, una audiencia tan prejuiciada, no espera siquiera un comentario inteligente del liderazgo.


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