En las últimas entregas de esta columna se ha destacado la ignorancia, ineptitud y desprecio por la economía de los funcionarios, empezando por los más altos, de la kakistocracia que padece Venezuela. En ese particular estilo que les caracteriza, al designar a los responsables para enfrentar los problemas se hace lo contrario a la prédica del libertador “moral y luces son nuestras primeras necesidades”, puesto que los designados no tienen las luces necesarias para enfrentar esa responsabilidad, ni moral porque aún así la aceptan; por esta razón tenemos a un coronel al frente de la salud, a un chofer al frente de las relaciones exteriores, a un sindicalero como responsable para enfrentar las deficiencias del sector eléctrico, y se pone la economía a cargo de abogados, matemáticos, “planificadores”, bachilleres o militares: el resultado es kakistocracia en su máxima expresión.

La materia económica, quiérase o no, es la más importante para la vida y bienestar de una nación y de su gente, por la sencillísima razón de que la gente no puede comer ni satisfacer sus necesidades con otra cosa que no sean bienes y servicios. Razón tiene mi amigo y colega, el profesor Antonio Paiva, cuando afirma que lo que no explica la economía lo explica Freud. Si hay algo que está suficiente probado es que se comete un grave error, que paga con sufrimientos el pueblo, cuando se sustituye la economía por cualquier otra cosa como principal fuente de atención del gobierno, particularmente si se trata de monsergas pseudoideológicas o panfletarias; China, esta misma China comunista, lo ha entendido a la perfección y, bajo las realistas sentencias de Deng Xaoping (“no importa si el gato es blanco o negro sino que cace ratones” y “ser rico es glorioso”), abandonaron la rémora ideológica y abrieron la economía al mercado, para así detener el acelerado crecimiento de la miseria y, a cambio, disparar su producción y, consecuente, el bienestar de la población.

La concepción económica de esta kakistocracia solamente concibe una de las vertientes de la economía, el gasto, que en su caso es más bien despilfarro y dilapidación, pero ignora y desprecia la parte más importante, la generación de ingresos a través de la producción. Cualquier persona que trabaja sabe bien esto, que es la clave para entender la economía y gestionarla acertadamente, la generación de ingresos a través del aporte productivo (presente o futuro, que habrá de convertirse en bienes y servicios) antecede y determina su gasto.

De esta forma puede decirse que el concepto más importante para compendiar la economía es la producción (el producto o la oferta), vale decir, la generación de bienes y servicios. En la producción confluyen los aportes de los factores (trabajadores y empresarios), junto con el esfuerzo, recursos y capacidades tecnológicas de los miembros de la sociedad, teniendo como motivación y objetivo la satisfacción de necesidades. estas últimas se resumirán en la demanda.

Desde otro punto de vista, la producción, a la par de generar bienes y servicios, genera empleos, cuyas remuneraciones permitirán la adquisición de aquéllos, por lo que una política económica que atenta contra quienes producen, realmente está atentando contra los trabajadores, al destruir sus posibilidades de empleo y, por ende, sus fuentes de ingresos. Otro asunto diferente son las desigualdades entre las remuneraciones que, en definitivas cuentas, dependerán sobre todo de la calificación y capacidades de los trabajadores, estando aquí una de las responsabilidades más importantes de los gobiernos: condiciones para que la población pueda estudiar y capacitarse para ser más productivos y escalar a mejores niveles de compensación salarial.

En las próximas entregas desarrollaremos otros aspectos básicos de una economía sana y generadora de bienestar para población, es decir, de una economía totalmente opuesta al “economicidio” de esta kakistocracia. ¡Cosas veredes, Sancho!

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(*) profesor ucv