Er Conde Jones, ¿the movie?
Escrito por Pablo Abraham   
Sábado, 24 de Septiembre de 2011 10:41

altQuien esto escribe jamás ha sido un asiduo seguidor de las morisquetas y ocurrencias de Benjamín Rausseo, popularmente conocido como "Er Conde del Guácharo", desde que hizo su aparición por allá a mediados de los años 80. Por tanto carezco de armas suficientes como para emprender desde aquí algún tipo de descalificación o ataque a su forma de encarar una representación humorística que se supone derivada de cierto aspecto idiosincrásico del oriente venezolano: alpargatas con lentejuelas, sombrero pelo `e guama, gestos chuscos y de hablar populachero y de tonos altos. Tampoco es la intención de esta nota.

Sus seguidores ­que son legiones­ pudieran alegar en su defensa que se trata tal vez, de ¿nuestro Cantinflas criollo? No sé. Lo cierto es que más allá de su estampa, gran parte de su fama la ha construido a base de sus chistes, anécdotas y presentaciones personales en los que la escatología y la vulgaridad es su punto más sobresaliente, y cuya mercadotecnia, en formato CD o DVD, forma parte de las tradicionales ventas ambulantes en autopistas, calles y puestos de "quemaítos" por toda Venezuela.

Estrategia, por demás ­la de las groserías como sello distintivo­, bastante lucrativa que lo ha llevado hoy a ser uno de los personajes de la farándula nacional con mucho poder económico capaz de emprender cualquier tipo de inversión, sea Parque Temático ("El reino de Musipán", en su estado natal, Anzoátegui), lanzarse como candidato presidencial o arriesgarse a la aventura de su más reciente proyecto, el de su primer ¿film? Er Conde Jones, The Movie , producido, actuado, escrito y dirigido por él mismo, como rezan los créditos.

Las expectativas eran nulas, lo confieso. Y la visión del film no arrojó nada distinto a lo que yo esperaba. Hay películas cuyo único objetivo es de hacer que el público pase un buen rato, y eso no tiene que estar reñido con que posean un buen guión, unos actores solventes, unas acciones creíbles o unos personajes simpáticos. Es decir que sea cine de verdad. Y hay, les digo, en este nivel, cosas maravillosas a lo largo de la historia del cine que sería muy largo enumerar; cintas intrascendentes pero sumamente divertidas y agradables.

Er conde Jones ... comparte con esas películas ese cierto desparpajo en no ofrecer otra cosa que sólo "diversión" para el gran público. De hecho en el film no hay groserías ni escenas sexuales ni mucho menos violencia. El mismo Rausseo ha declarado que lo que quiso hacer es un film para "toda la familia", por tanto, evitó utilizar uno de los rasgos más característicos de su fama: las malas palabras. ¿Será por aquello de que al venezolano no le gusta su cine porque está lleno de groserías, putas y delincuentes, según "vox populi"? Lo cierto es que pocas risas y casi ninguna carcajada escuché en la sala, un día lunes popular (Habría que hacer un estudio sociológico para determinar realmente los efectos de la película en el público venezolano).

Lo otro es que Rausseo al menos algo ha visto de cine, pues más allá de haber construido su film, pretendiendo ser una parodia del Indiana Jones de Steven Spielberg, hace guiños al gran cine silente, el representado por Chaplin ­y muy levemente al gran Buster Keaton­, al acelerar la imagen en las escenas de ¿acción?, o cuando Er Conde Jones se moja el dedo con saliva y lo expone al aire.

Hasta allí lo poco cinematográfico que pueda tener el film. Lo demás es una serie de sketchs que se suceden casi sin ton ni son a lo largo poco más de 90 minutos, yendo de un lugar a oxxxxxxtro sin la más mínima explicación de lógica alguna. Resumir la sinopsis aquí no creo que sea necesario. Lo importante es señalar que el film se inicia con una escena en la selva guayanesa venezolana con persecución de una bola gigante, al estilo de Indiana Jones, para luego saltar a Nueva York y de allí a París. Y así, transcurrir de un escenario natural a otro, de un idioma a otro, de una tontería a otra... Y uno se pregunta: ¿qué hacemos viendo un torpe programa cómico de televisión y no disponer del control para cambiar a otra cosa más divertida o entretenida o, en todo caso, educativa? Si bien la estrategia era no espantar a la audiencia con sus celebradas groserías tampoco era hacer un discurso político de cualquiera de las dos tendencias en las que actualmente está dividido el país.

Rausseo es consciente evidentemente de la saturación que padecemos los venezolanos del tema político, por tanto astutamente a lo largo del film aparecen desplegados dichos y consignas en boga ("¡Con mi caña no te metas!", "El imperio", "Los Consejos Comunales", "Así... así... así es que se gobierna"...) con la intención meramente de hacer reír pero eso sí, ¡mosca!, ni la más remota idea de criticar ni de congraciarse con el gobierno oficial. Algo así como que para que todos (chavistas o no) se sientan a gusto en la "jodedera" que propone el film.

Se celebra el hecho de que Er Conde Jones sea una producción meramente independiente, caso insólito en nuestra cinematografía, tan dependiente de los recursos oficiales para su mantenimiento y desarrollo. Se celebra, también, que le haya ganado a un "blockbuster" del "Imperio" como lo es Linterna Verde en su semana de lanzamiento, superando incluso a los más recientes fenómenos venezolanos como Secuestro Express (2005) y La hora cero (2010) (hasta la fecha, más de 500 mil venezolanos han visto el film de Rausseo).

Pero esta insustancial propuesta, mal concebida y peor elaborada de cine cómico, género por demás muy poco explorado por los cineastas venezolanos, evidentemente no es para nada un ejemplo a seguir en nuestro cine.
TC


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