Ojalá que todos los venezolanos vean esta obra, en la que,  como en pocas veces, se muestra la dramática realidad actual de nuestro país, un verdadero desastre




Querido Franklin:


La de anoche va a ser una de las noches más recordadas por mí en lo que me resta de vida, que no será mucho, pero confío en que tampoco sea demasiado poco. Tu actuación en la obra de Ibsen es sencillamente magistral. Exhibes una experiencia y una madurez  extraordinarias, y conmueves aun al más insensible cuando en ciertos pasajes tu emoción casi llega a las lágrimas. Incluso a quienes, por su edad u otros motivos, no vieron en su momento la novela, la obra les produce un efecto abrumador.

No se diga a los más viejos, quienes sí disfrutamos en su momento de cada capítulo de “Por estas calles”. Y no hay duda de que, entonces como ahora, tu actuación fue y es fundamental en la producción de esos efectos.



Pretender que “Por estas calles” tuvo una influencia decisiva en  la caída de Carlos Andrés Pérez del gobierno, y en consecuencia  causó un gran daño a la democracia venezolana, no es más que  una falacia y una superchería. Todo lo contrario, Ibsen y su novela,  y ustedes, los actores, no hicieron sino denunciar un conjunto aterrador de males que entonces imperaban en la realidad  venezolana, y fueron esos graves males, y no la novela que los denunciaba, los que causaron la caída de CAP.

Que esta fuese inconveniente e inoportuna, aunque no inmerecida, es otra cosa. De ninguna manera puede pretenderse que “Por estas calles” hubiese sido causante, ni siquiera en parte, del error de quienes promovieron y/o determinaron la salida de CAP de la presidencia, a escasos meses del final de su mandato, ni mucho menos de que tan grave equivocación hubiese sido una de las causas de que nuestro país haya llegado al estado de calamidad y postración en que ahora se encuentra.

Nunca el arte, ni siquiera el arte de denuncia, ha tenido tanto poder. Sólo la soberbia y la autosuficiencia de ciertos gobernantes, que los induce a no corregir los errores que a través del arte se les muestran, determinan el fracaso y la caída de tales gobernantes.

Esta nueva obra de Ibsen, cuya suntuosa carga de valores  artísticos y conceptuales cae íntegramente sobre tus hombros, a diferencia de la novela, tiene respecto de esta una evidente  continuidad.

Se trata de demostrar que aquellos vicios y  corruptelas, tan valientemente denunciados en “Por estas calles”,  no  sólo no han desaparecido, sino que se mantienen y con un alto  grado de agravamiento, no obstante que el actual gobierno se impuso bajo la promesa de corregir aquella grave situación. Justo  es admirar la sagacidad, el tino y, desde luego, la valentía de Ibsen y tuya al hacer de nuevo una denuncia de semejante magnitud. 

Inevitable que este reencuentro contigo, casi fortuito, trajera a mi memoria los ya algo lejanos tiempos de la Escuela de  Periodismo, una de las etapas de mi vida más importantes y placenteras. Inolvidable para mí es aquel ejercicio de redacción  tuyo en que, con una admirable sinceridad, me contaste tus  andanzas de niño y adolescente en Guanare, cuando tus tremenduras  obligaron a tu madre a colocarte en un internado del Consejo  Venezolano del Niño.

Ese texto me reveló tempranamente los más notables de tus méritos: tu sobrado talento, tu honestidad, tu franqueza, la sencillez de tu trato, en fin, todos esos rasgos de personalidad que hacen que uno se sienta más atraído por un  amigo que simplemente por un alumno.



Ojalá que todos los venezolanos vean esta obra, en la que,  como en pocas veces, se muestra la dramática realidad actual de nuestro país, un verdadero desastre, aunando con gran perspicacia  el arte y la denuncia política y social. Creo sinceramente que Ibsen y tú tienen motivos de sobra para sentirse orgullosos de su obra.



Recibe un cordial abrazo de tu invariable amigo y consecuente admirador,