Enemigos Públicos
Escrito por Ricardo Gil Otaiza   
Jueves, 17 de Febrero de 2011 03:03

altLa manera cómo dirimen sus controversias los personajes públicos, es una manifestación clara de la cultura de donde proceden. El insulto, la descalificación y el despropósito, son meras artimañas bajo las cuales se esconden las pasiones. Podemos ser antagonistas de alguien, o adversarios, e incluso enemigos, y ello no nos exime del respeto, en aras del entendimiento y de la comprensión cabal de los fenómenos por parte de quienes son los receptores de nuestras actuaciones. No quiere decir esto que seamos pusilánimes a la hora de hacer valer nuestras posturas y pensamientos, pero sí cuidadosos para no desvirtuar, por la vía de la grosería y de la fuerza, la contundencia de los argumentos.

Michel Houellebecq y Bernard-Henry Lévy son conocidos intelectuales franceses, situados en las diásporas de la intelectualidad. Al primero se le ubica en la izquierda ideológica, mientras que a Lévy en la derecha. Mientras Houellebecq suele ser catalogado como impetuoso, cínico, e irreverente en sus maneras intelectuales, plasmadas en libros de ensayo y de narrativa (y de ello somos testigos sus lectores), a Lévy se le reconoce una expresión escrita signada por la "ortodoxia" (entre comillas como veremos más adelante), por la búsqueda del arte por el arte mismo. Ambos son personajes respetados por la intelectualidad y por el mundo literario francés (y europeo en general), y representan una generación (aunque Lévy le lleve unos cuantos años a Houellebecq) de escritores que a su manera y estilo han roto con los prototipos estructurales y han dejado inermes a sus lectores frente a sus poderosísimas armas de la escritura.

Fue así como entre enero y julio de 2008, ambas personalidades se pusieron de acuerdo e intercambiaron sus correos electrónicos en una suerte de contrapunteo del pensamiento, logrando atrapar la atención del público francés una vez publicado como libro, y que llega a nosotros (bueno, aún no llega por el asunto Cadivi, y tenemos que ingeniárnoslas para leerlo) gracias a la editorial española Anagrama (2010), con el título de Enemigos públicos. El título es sugerente y una forma de engancharnos, porque en realidad los textos denotan, más que una enemistad manifiesta traducida en insultos y animadversión (al estilo latino), dos formas si se quiere contrapuestas de percibir la realidad y al hecho literario. Ambos lentamente abren sus pensamientos y sus corazones para dejar que de ellos broten lo más íntimo, lo que se reserva a modo de coraza contra la maledicencia y el desvarío mediático. Si bien, como ya expresáramos al comienzo, Houellebecq se muestra irreverente y a ratos como un niño malcriado, y Lévy como un espíritu educado bajo la premisa del celo por las formas y la guarda del establishment, en ambos se perciben vidas marcadas por las experiencias familiares y profesionales, hasta el punto de convertirlos en otros seres distintos a los que alguna vez fueron. Una vez leídos sus argumentos jamás podríamos catalogar a ninguno de ellos como reaccionarios u ortodoxos: sería un insulto y falsear la verdad.

Enemigos públicos es un libro delicioso, profundamente filosófico, cuyo concepto muestra un continuum que de alguna forma nos va llevando a un reencuentro con la vida, a una reconciliación con lo que hemos sido y con lo que no hemos podido alcanzar. Houellebecq y Lévy se nos presentan como dos verdaderos gladiadores de la palabra, cuyo único interés es despertar (azuzar de algún modo) en el otro el deseo por mostrarse sin caretas, desnudos ante sí y ante el mundo, sin más imposturas que la verdad de sus existencias como únicas excusas para el diálogo franco y poderoso, directo y sin ambages, en el que todos ganan (ganamos) al verse inmersos en una actividad intelectual sin fronteras, libre de ataduras, que demuestra la posibilidad del intercambio desde la honestidad y con la única armadura de la palabra; de la palabra bien pensada y hermosamente escrita.

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