Jorge VI: el rey tartamudo en la película 'El discurso del rey' |
Escrito por Wilson Vega |
Miércoles, 16 de Febrero de 2011 07:45 |
Fue, podría decirse, una broma cruel de la vida. Alberto, Duque de York, segundo en la línea de sucesión al trono británico, llevaba sobre sus hombros la pesada carga de quedarse frenado ante sonidos como la 'k', debido a la tartamudez que padecía desde niño. En 1936, cuando se enteró de que iba a ser rey, tras la dimisión de su hermano, Eduardo VIII, estaba sumido en la paradoja de ser un monarca incapaz de decir palabras como "duque", "York", o "rey". Para empeorarlo todo, Alberto -que tras su coronación asumió el nombre de Jorge VI- llegó al trono en el albor de la era de los medios masivos. A diferencia de otros soberanos, podía -y se esperaba que lo hiciera- hablar a sus súbditos por la radio. Cuando el duque acudía a eventos públicos, sus tribulaciones frente al micrófono quedaban inmortalizadas en la todavía deslumbrante tecnología de las cámaras de cine. En los archivos, preservada para la historia, quedó su imagen, luchando por pronunciar cada palabra; en su rostro, la agonía de cada segundo de prolongado silencio. Sus súbditos, en general, lo tenían por débil e inestable; su familia no esperaba que llevara jamás la corona; para los nazis era, sencillamente, un monigote. En sus alocuciones radiales en inglés, los alemanes se referían a él como 'el rey tartamudo'. Sin embargo, fue ese rey al que la historia eligió poner al frente del que para muchos es el discurso más importante de cualquier monarca británico: el de la declaración de guerra a Alemania, tras la invasión de Polonia. El 3 de septiembre de 1939, a las 11 de la mañana, Jorge VI se encontró, una vez más, frente a un micrófono abierto y comenzó su alocución, para su reino y para el mundo, con estas palabras: "En esta grave hora, tal vez la más ominosa de nuestra historia...". La batalla de Jorge VI contra la tartamudez es el eje narrativo de The King's Speech (El discurso del rey), una cinta que se estrena en Colombia este viernes y que se perfila como favorita para ganar el premio Óscar a la mejor película, tras haber obtenido 12 nominaciones. El largometraje, protagonizado por Colin Firth y Geoffrey Rush, se vale de documentos históricos para recrear la vida del monarca, y para contar, en últimas, una historia de superación y amistad. Un australiano extraño La lucha contra la tartamudez unió los caminos del rey y del australiano que la reina contrató para ayudarle. Lionel Logue era, vale decir, la última esperanza de la casa real, tras haber agotado los recursos inútiles y no siempre científicos de los médicos británicos, que acudieron, incluso, a llenar de canicas la boca del monarca. Logue no era médico, ni terapeuta, sino un actor excéntrico que supo ganarse la confianza del soberano y, eventualmente, también su aprecio. Lionel Logue era un maniático de la compostura. Es gracias a sus detallados registros como sabemos cuándo y cuántas veces se reunió con el rey, desde el momento mismo en que fue contratado, cuando en su tarjeta de citas anotó: "Alberto, Duque de York". Tenía, por lo demás, métodos poco ortodoxos que le valieron la fama de 'extraño' en los círculos de Buckingham. Logue describía al heredero real como "nervioso" y aseguraba que tendía "mecánicamente" a cerrar la garganta y por eso trató su problema con métodos más psicológicos que fisiológicos y a menudo acudía al uso de chistes, canciones y hasta insultos. Logue estuvo presente durante la transmisión del discurso real. En sus archivos reposa una copia del texto, en la que de su mano marcó pausas, inflexiones y puntos de énfasis. Gracias a sus diarios, los productores supieron -y así quedó reflejado en la película- que Jorge VI dio el discurso de pie, en mangas de camisa, y no sentado ante una mesa, con su uniforme, como quedó registrado en una fotografía, que ahora sabemos fue posada. El discurso cimentó el papel del soberano como símbolo de la resistencia al avance del nazismo, un rol que siguió desempeñando durante la guerra con su decisión de permanecer en Londres a pesar de los bombardeos, con visitas a fábricas de municiones e, incluso, a las tropas en el campo de batalla. La imagen del rey estuvo tan ligada a la causa nacional que, en 1945, cuando llegó la hora de celebrar la victoria, la multitud desembocó en Buckingham, a los gritos de "Queremos al rey". Jorge VI salió, entonces, triunfal, al balcón del palacio, en compañía de su primer ministro, Winston Churchill. A pesar de que, en la cinta, el personaje de Geoffrey Rush se permite llamar 'Bertie' al rey, el verdadero Logue nunca dejó de llamarlo "Su Alteza Real" en los 25 años que duró su amistad. El monarca, en cambio, firmaba las cartas a su amigo sencillamente como "Jorge". Si bien nunca dejó de hablar despacio, el rey eventualmente adquirió la confianza necesaria para hablar en cualquier escenario. Los realizadores de la película tomaron prestado -con algunas modificaciones- un chiste de los diarios de Logue que remite a un discurso ante la Fuerza de Defensa Metropolitana de Inglaterra, en 1944. El diario reza: "Fui a Windsor, para la transmisión. Sólo un error: la 'w', en weapons (armas). Cuando fui a darle la mano al rey y a felicitarlo, le pregunté por qué la pausa en la 'w'. Me dijo: 'Lo hice a propósito. Si no cometo al menos un error, la gente se va a preguntar si realmente estaba hablando yo' ". El Tiempo |
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