Mueran los gringos |
Escrito por Fernando Ochoa Antich |
Martes, 14 de Julio de 2009 06:45 |
La historia produce innumerables sorpresas. En ella interviene de manera tan decisiva el azar y la voluntad del hombre, que es imposible prever su desarrollo. Ese fue justamente el fracaso del marxismo. Su exagerado determinismo tenía que conducir a una crisis como la vivida por la Unión Soviética.
Desapareció como un castillo de naipes. Lo doloroso fueron los millones de muertos que la dictadura criminal de José Stalin produjo en Rusia y en Europa Oriental. Justamente, el título de este artículo es una muestra curiosa de lo impredecible que es el devenir del hombre. Surgió como una respuesta de los pueblos de la América Latina a la política imperial de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX. Fue utilizado inicialmente por el pueblo mexicano ante la tragedia que significó la pérdida de parte fundamental de su territorio después de la guerra Mexicana-Americana en 1848: Después se generalizó en toda la América Latina para protestar el intervencionismo de Estados Unidos y su respaldo a las tradicionales dictaduras que azotaron a nuestro continente. En este momento, ese grito de protesta debe estar siendo percibido por millones de latinoamericanos de una manera diferente. La decisión de Manuel Zelaya de buscar la solución de la crisis hondureña en Washington y la inteligente sugerencia de Hillary Clinton, de iniciar una negociación entre las partes avalada por Oscar Arias, presidente de Costa Rica y reconocido demócrata, ha fortalecido el prestigio del nuevo gobierno norteamericano en nuestro continente. Esto ha ocurrido, no sólo por el extraordinario carisma de Barak Obama y de su Secretaria de Estado, sino por la seriedad y ecuanimidad de su política exterior: la inteligente negociación con Rusia; el retiro de las tropas de Irak; la firmeza ante la amenaza terrorista que significa el desarrollo nuclear iraní y los grupos fundamentalistas afganos; la presión sobre Israel para que revise su política en el Medio Oriente; su apertura, con condiciones, hacia el régimen cubano, su rechazo al golpe en contra de Manuel Zelaya y tantas otras trascendentes decisiones. La solución planteada por Estados Unidos no garantiza resolver el complejo problema hondureño, pero permite ganar tiempo. Esto es imposible con las absurdas posiciones de Hugo Chávez y de José Miguel Insulza. Veamos. La política exterior del chavismo se puede definir como neoimperial: utilizar la riqueza petrolera para imponer gobiernos de izquierda radical a través de elecciones. Esta política tuvo éxitos indiscutibles: alcanzaron el poder líderes cercanos al chavismo en Bolivia, Ecuador y Nicaragua. El camino se veía despejado. Sorprendentemente, las continuas imprudencias de Hugo Chávez empezaron a generar rechazo en muchos países latinoamericanos. Esos síntomas no fueron evaluados acertadamente: se mantuvo la misma estrategia y el mismo mensaje. Tele Sur, con sus noticias parcializadas y sus mensajes idiologizados, agravó la situación. El derrocamiento de Manuel Zelaya y las derrotas electorales de Manuel López Obrador en México y de los Kirchner en Argentina son buenos ejemplos de las consecuencias de esos errores. Ese debilitamiento en su liderazgo latinoamericano ha limitado totalmente su capacidad de poder mediar en la crisis hondureña. Para colmo, sus amenazas con intervenir militarmente hirió el orgullo nacional de gran parte del pueblo hondureño. A partir de ese momento, se cerró toda posibilidad de transformarse en factor de solución de la crisis política en Honduras. Al contrario, utilizar su nombre agrava las tensiones políticas y radicaliza al extremo las posiciones en el conflicto centroamericano. El caso de José Miguel Insulza es aún más grave. En lugar de mantener la prudencia e imparcialidad que debe tener un secretario general de la Organización de Estados Americanos, adelantó posiciones sobre la crisis hondureña, aventurándose a asistir a una reunión de los presidentes del Alba, que obligatoriamente lo comprometía con una de las partes en conflicto. A partir de ese momento, perdió toda capacidad para ser mediador en la crisis. No es que yo tenga fe en las intervenciones de la OEA. El ejemplo de lo que ocurrió en Venezuela con la presencia de César Gaviria no es propiamente esperanzador. Hugo Chávez violó todos los acuerdos alcanzados. Esto es verdad, pero la primera acción del secretario Insulza era clara y sencilla: trasladarse a Honduras a conversar con todos los sectores en pugna, preparar un informe sobre los hechos y presentarlo a la Asamblea General para que ella tomara la decisión que correspondía. De haber actuado de esa forma, hubiera preservado su necesaria objetividad y posiblemente, hubiese sido el negociador en lugar de Oscar Arias. Definitivamente, Honduras fue afortunada. Una figura de la autoridad moral de Oscar Arias puede, quizás, resolver el conflicto. |
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