Del fusible constitucional
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 08 de Abril de 2019 06:10

altRecientemente, ingresó Gerardo Fernández a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales como Individuo de Número, destinado al sillón 21 que, apenas, en poco más de un siglo, ocuparon Juan José Mendoza y René de Sola.

Por lo pronto,  cabe destacar la realización de un acto de útil sencillez y solemnidad, ajustado a las normas que rigen a la corporación, predisponiéndonos a escuchar con atención los discursos de incorporación y de contestación correspondientes, siendo tres de las características que contrastan inevitablemente con el país de las improvisaciones acomodaticias, las estridencias y los atrevimientos inauditos que trastocaron la cultura petrolera en el régimen que ha hecho este siglo XXI.

Un evento de los todavía escasos en los días que corren, a pesar de la profundidad y gravedad de la crisis histórica en curso, dio acogida a un planteamiento presto a un debate impostergable. El solo título de la ponencia, revela una intención y una urgencia necesarias de reivindicar: “En la búsqueda de un nuevo sistema de gobierno para Venezuela. Del presidencialismo exacerbado, autocrático, inestable e ineficaz a un sistema semi presidencial”, cuya síntesis nos ha convertido en acreedores del extenso texto anunciado.

Ciertamente, ha sido persistente nuestra desconfianza hacia el régimen parlamentario o las fórmulas que se les acercan, aunque también acumulamos demasiadas dudas en torno al presidencialismo en Venezuela, acribillados por las extralimitaciones de esta centuria que, faltando poco, se desean como una toda una doctrina de cuño bolivariano. El constituyente dócil y agradecido de 1999, se hizo portador del batiburrillo que despachó con irresponsable prontitud y soberbia, cuyo antecedente parece expresarlo mejor una célebre carta que Chávez Frías dirigió a la otrora Corte Suprema de Justicia, en lugar del proyecto constitucional que juró hasta de una elevada inspiración poética.

La gobernabilidad puntofijista tuvo como eje confiable, el ejercicio simultáneo de la jefatura de Estado y de Gobierno, y, por abusivo que fuese el desempeño de la presidencia  de la República, en el peor de los casos, fue leal al calendario constitucional, celebrándose con regular puntualidad los comicios, por no citar la debida, paciente e indelegable atención semanal, suscripción o rechazo de los puntos de cuenta ministeriales, por ejemplo. Esta sola circunstancia, nos lleva al dramático contraste con un presente en el que, siendo decisivo el grado militar de Comandante en Jefe, conferido por una ley habilitada, las elecciones se hacen de acuerdo a los intereses y conveniencias del poder establecido, aunque no sean tales, con un complejo artificial, laberintico e incontrolado de vicepresidencias que aseguran la ingobernabilidad para el arbitraje de las bayonetas.

Luego, el presidencialismo dependiente de la buena o mala fe del titular, urge de una radical evaluación y de una intención correctora. Fernández realiza un serio aporte a la discusión nada pasajera, pues, camino a la transición democrática, ya es tiempo de profundizar en las condiciones que permitan realizar el Estado Constitucional en Venezuela, e impidan repetir las que nos condujeron a la catástrofe humanitaria, bajo una dura represión y (auto) censura.

Acertada metáfora del expositor, será necesario el fusible constitucional que nos permita afrontar los inevitables y cotidianos desafíos de la irreprimible sociedad plural que, por fortuna, somos, en constante reclamo de libertad, prosperidad y equidad. Todavía asombra que, bastando una reforma constitucional, como la consabidamente planteada a principios de los ’90 del ‘XX, hoy padezcamos un socialismo del corto-circuito y la electrocución, que exige repensar al país desde el realismo creador.

Para la coincidencia y la discrepancia, contribuye a las respuestas indispensables de una Venezuela que emerge insospechadamente. Valga acotar, el discurso del novísimo académico tuvo por adicional virtud el afecto y, sobre todo, el sentido de humor que habilidosamente desplegó.

 


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