¿De cuál guerra civil hablamos?
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 01 de Abril de 2019 00:00

altA veces, asombra la facilidad con la que versamos sobre una inminente guerra civil en Venezuela. 

En  una ocasión, aseguramos en la plenaria de la Asamblea Nacional que la dictadura la hacía sin declararla al resto de la población, como si fuese suficiente para  tenerla, aunque padecemos los estragos.

Los más elementales requisitos apuntan a una división del país por motivos harto insuperables, los cuales no se aprecian – acá -  en el orden ideológico, religioso, racial, territorial u otro de los hitos que prosperan en lejanas latitudes. Agreguemos que no existe una proporcionalidad de fuerzas en disputa, siendo la dictadura apenas un reducto de privilegiados excesivamente armado y represor,  obstinado en desafiar a las grandes mayorías desarmadas que claman por libertad.

Convengamos, el régimen por siempre fue belicoso, violento, agresor y, al desesperar en sus capítulos finales, intenta apelar a un abierto conflicto civil o internacional. Quizá también se deba a sus orígenes, pues, una coincidencia e ironía inadvertida, guardando las distancias,  Chávez Frías ascendió al poder dizque como el pacificador que nunca fue, capaz de detener la guerra civil que se venía encima al abrir el presente siglo, como Betancourt lo hizo a mediados del anterior, diciendo atajarla.

Por curiosidad, recordamos y buscamos una de las más infelices intervenciones públicas del barinés en la que abusó de la lectura hecha o el comentario recibido, seguramente reciente,  en torno a la consabida tragedia peninsular de los años treinta. Invocó a Gabriel Jackson y “La República española y la guerra civil (1931-1939)”, por cierto, sin que supiese del cuestionamiento que su admirado y promovido Noam Chomsky hiciera de la obra, en un doble ensayo intitulado “Vietnam y España: los intelectuales liberales ante la revolución”. 

Agreguemos, no tendría por qué saberlo, escaso del calibre intelectual que holgadamente demostró el guatireño, menos enterado del apasionado hispanismo de Jackson que lo condujo al campo novelístico, con  “En ese ayer casi olvidado y mudo”. Sin embargo, sobresale  la improvisación que, empleando un venezolanismo de exactitudes, no es otra cosa que piratería.

En efecto, el 17/01/2003, Chávez acudió a otra de sus largas peroratas en la Asamblea Nacional, presidida por Francisco Ameliach, cuya estrella apagó el procónsul carabobeño Lacava. Y de Miguel Hernández y George Orwell, en trance de una inspiración poética por la condición de presidente-prisionero que alegó, exaltó la “sagaz reflexión” de Jackson y, con pinzas, lo citó, comentando que “lo que decía (…) para España, hoy es una verdad para Venezuela, esos grupos privilegiados se sienten desafiados y amenazada su lógica de dominación, no por una masa obstinada, sino por un pueblo cada vez más organizado, que participa y protagoniza para tener cada vez más una patria libre y compartida, buena y bonita, latiendo bajos sus pies y bajo los de las próximas generaciones” (véase: “El golpe fascista contra Venezuela”, Ediciones Plaza, La Habana, 2003: 178).

La generalización, cinismo  y sandez de entonces, guarda correspondencia con la auto-victimización de una dictadura, como la actual, capaz de inventar una guerra civil donde no la hay ni la habrá. La tentación de compararla con lo acecido allende los mares, posiblemente se deba a un mes aniversario de hechos, como el nacimiento y la caída de la otrora II República de España, un 14 y un primero de abril de años ya remotos.

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