De la antipolítica enmudecida
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 08 de Agosto de 2016 01:00

altDigamos, obrero calificado de un estable, suficiente y también creciente ingreso real, bien cumplimentada la seguridad social. 

Vehículo y casa propia, pagada en veinte años; hijos mayores en la universidad, uno de ellos becado en la privada; incluso, regular vacacionista en el exterior. Consecuente con sus viejas convicciones, contribuía con los esfuerzos sindicales, aunque – a veces dudaba – sobre la oferta que aceptaron otros de sus compañeros al fundar una empresa propia e independiente que contrató por un tiempo determinado con el viejo patrono que los alentó.

Finalizando el siglo XX, aturdido por una crisis que creyó toda una barbaridad tan insoportable como inmerecida, hizo de la política y de los políticos los culpables por excelencia de la quiebra del país, de la inflación, de la inseguridad personal, del desempleo. ¡Imagínense!,  Caldera entrega el poder con una  deuda externa de  $ USA 15 mil millones, con una inflación en las vecindades del 80%, petróleo a $ USA 7,  y cerca de cinco mil muertes violentas al año, con cuatro décadas de dictadura puntofijista.

Nuestro amigo se ufanaba de no depender en nada de los demás, de los políticos, del Estado, porque él única y exclusivamente dependía de sus propios  esfuerzos: una cosa era su vida privada y muy otra, la del país, ilustrando una de las claves esenciales de la antipolítica. ¿Para qué tanta habladera de paja en ese Congreso, si lo que se necesita es un carajo fuerte que le ponga orden a Venezuela, permitiéndole a los demás trabajar en paz?

Comenzó a galopar la nueva centuria y a ponerse cada vez más difícil la cosa en casa, finalmente cerrando la empresa que no soportó más la situación, faltándole los dólares para importar las materias primas que requería y,  creyéndola una situación provisional que ya lleva años,  nuestro personaje, egresado del antiguo y meritorio INCE, no consiguió un buen empleo como siempre creyó, se le hicieron sal y agua sus prestaciones sociales, ya no recibe nada de las misiones en las que se anotó y menos la pensión del Seguro, tiene un grave problema con el inquilino de una habitación que se vio forzado a alquilar en la casa ya en ruinas, no ha podido vender el apartamentico de La Guaira rodeado de delincuentes y por el cual un pran quiso vacunarlo y lo vacunó, diez años con un automóvil que no tiene reparación por falta de dinero, la misma vestimenta remendada de cinco o más años ha.  El antiguo y orgulloso proletario, obrero calificado y sindicalizado, se quedó atrás y debe buscar la harina precocida a como dé lugar, porque él y su mujer viven de vender café y empanadas en el centro madrugador de la ciudad, esperando hallar algo decente en alguna barriada para mudarse con lo que quede de la que fue una festejadísima y emblemática casa, ya que deben rematarla para pagarle el abogado al hijo mayor  que enredaron en una estafa que le hizo maldecir  la contaduría pública como profesión – por cierto – desdeñada por un juez, cuya mejor especialidad o maestría es su condición provisoria, porque no tiene ninguna de orden académico.

Ha reingresado a la vida marginal de sus padres, llegados a Maracay desde un remoto pueblo sur-oriental,  por la ruta de un país con una deuda externa que va por $ USA 150 mil millones luego de disfrutar el petróleo a $ USA 100, con una inflación que cerrará el año entre 500 y 700%, 25 mil muertes violentas anuales y, lo que es peor, censurado, bloqueado informativamente, atropellada la Asamblea Nacional. Además, ya sabe nuestro amigo que su mundo feliz no era sin el de los demás y viceversa, por el cual debía preocuparse y eligir bien a sus representantes, pero hasta aquí llegamos: la antipolítica lo metió en el problema, sin decirle cómo salir de él.

@LuisBarragánJ


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