De la sombra y sus medidas
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 02 de Marzo de 2015 00:59

De la sombra y sus medidas
Luis Barragán
Profundamente conmovido el país, la muerte del adolescente Kluivert Roa de nuevo nos ofrece una justa medida del poder establecido. Un hecho infinitamente atestiguado, imposible de ocultar por más malabarismos que se ensayen, constituye la más exacta radiografía de la crisis que nos colma, incluyendo a ciertos “defensores” de los derechos humanos por correspondencia.
Maduro dijo despachar rápidamente el asunto, tildándolo de miembro de una secta de derecha.  Jamás se había visto algo semejante en todo nuestro historial republicano,  insólitamente conjugadas la irresponsabilidad y la insensibilidad que amasan densamente el discurso violento que padecemos por demasiados años. Sin embargo, la profusión de las imágenes nos permitió reparar en una de las más modestas: corajudamente arrodillado un muchacho ante la  barrera policial que rinde tributo a la resolución 8610, se cuela un perrito que cruza la calle con su distraída dueña.
El fotógrafo, cuyo nombre desconocemos, congela el instante que repentinamente puede quebrar una bala perdida. Coexisten en la gráfica, presuntamente a las puertas de la residencia del gobernador tachirense, el piquete policial de satisfecha superioridad ante la víctima,  la conversación de unos hastiados funcionarios al fondo, el espectador amoldado a la pared, con el perrito de correa tensada por una joven que resolvió pasearlo después de la tempestad.
Escena parecida a tantas que dibujaron las guerras balcánicas,  el poder establecido ha pretendido autorizar una tal normalidad en medio de las más francas y terribles anormalidades que nos aquejan.  Poco importa la muerte – preferiblemente – ajena, pues, al día siguiente, convoca una marcha de obligados funcionarios públicos que aplauden los cohetones atragantados de las divisas negadas para los alimentos y medicamentos indispensables, por lo que nada extraña que, en una misma calle, coexista la más cruda represión con los vecinos deseosos de un momento para ventilarse al amparo de una simulada atmósfera con resquicios de distracción y tranquilidad.
Son numerosas las medidas de la espesa sombra que proyecta el régimen, cuyo afán de supervivencia implica la generación de sendas patologías sociales.  Insistimos, nunca antes visto en Venezuela.
@LuisBarraganJ
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altProfundamente conmovido el país, la muerte del adolescente Kluivert Roa de nuevo nos ofrece una justa medida del poder establecido.

Un hecho infinitamente atestiguado, imposible de ocultar por más malabarismos que se ensayen, constituye la más exacta radiografía de la crisis que nos colma, incluyendo a ciertos “defensores” de los derechos humanos por correspondencia.

Maduro dijo despachar rápidamente el asunto, tildándolo de miembro de una secta de derecha.  Jamás se había visto algo semejante en todo nuestro historial republicano,  insólitamente conjugadas la irresponsabilidad y la insensibilidad que amasan densamente el discurso violento que padecemos por demasiados años. Sin embargo, la profusión de las imágenes nos permitió reparar en una de las más modestas: corajudamente arrodillado un muchacho ante la  barrera policial que rinde tributo a la resolución 8610, se cuela un perrito que cruza la calle con su distraída dueña.

El fotógrafo, cuyo nombre desconocemos, congela el instante que repentinamente puede quebrar una bala perdida. Coexisten en la gráfica, presuntamente a las puertas de la residencia del gobernador tachirense, el piquete policial de satisfecha superioridad ante la víctima,  la conversación de unos hastiados funcionarios al fondo, el espectador amoldado a la pared, con el perrito de correa tensada por una joven que resolvió pasearlo después de la tempestad.

Escena parecida a tantas que dibujaron las guerras balcánicas,  el poder establecido ha pretendido autorizar una tal normalidad en medio de las más francas y terribles anormalidades que nos aquejan.  Poco importa la muerte – preferiblemente – ajena, pues, al día siguiente, convoca una marcha de obligados funcionarios públicos que aplauden los cohetones atragantados de las divisas negadas para los alimentos y medicamentos indispensables, por lo que nada extraña que, en una misma calle, coexista la más cruda represión con los vecinos deseosos de un momento para ventilarse al amparo de una simulada atmósfera con resquicios de distracción y tranquilidad.

Son numerosas las medidas de la espesa sombra que proyecta el régimen, cuyo afán de supervivencia implica la generación de sendas patologías sociales.  Insistimos, nunca antes visto en Venezuela.

@LuisBarraganJ



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