Del palco parlamentario
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 21 de Mayo de 2012 01:50

altLa historia parlamentaria venezolana también es la de las barras, palcos o galerías de los hemiciclos.  Jóvenes, en más de una ocasión las ocupamos para deleitarnos con los oradores,  ganados por la emoción que podían suscitar.

No siempre las barras  guardaron compostura ante la pasión que el debate les prodigaba, provocando la mutua agresión entre los partidarios del gobierno y los de la oposición que podía extenderse, y sucedió, a toda la cámara. Obviamente, todo dependía de la moderación oportuna y decidida de la directiva parlamentaria, incluyendo el receso breve o prolongado.

Probablemente, en ocasiones con una mayor ventaja para la directiva, el acceso al palco del Palacio Federal Legislativo era paritario o tendía a serlo. Las distintas tendencias políticas exhibían también sus fuerzas entre los espectadores, sobre todo cuando se trataba de intervenciones estelares o decisivas para la opinión pública o los movimientos políticos representados.

Diferentes  situaciones vivió la galería en el siglo XX del que tanto nos quejamos, añadida la del  desalojo inmediato o la prohibición de accederla, aunque fuesen públicas las sesiones. Igualmente hubo una determinada administración del espacio, pues, específicos, con motivo de una   denuncia o la consideración de un proyecto de ley, el privilegio de presenciar la formal reunión de los parlamentarios dependía del interés directo que previamente constara sobre cierta materia.

Hubo momentos difíciles para la dirección de debate y los mismos sesionados, como aquella vez que el Congreso de la República,   trató el decreto de Restricción y Suspensión de Garantías el primer día de febrero de 1961, que obligó a un permanente llamado de atención por la presidencia y produjo la interrupción de la jornada mientras desocupaban los espacios destinados al público. O, en octubre de 1969,  cuando los sectores del perezjimenismo reclamaron vivamente el desconocimiento de la condición senatorial de su líder,  acarreando la suspensión del evento debido a los niveles de violencia que alcanzó.

De los Diarios de Debates que hemos tenido ocasión de consultar, se desprende un esfuerzo de ecuanimidad y orden de la presidencia de una u otra cámara, o cuando  sesionaban conjuntamente. Podía alegarse el irrespeto y otras manifestaciones de agresión provenientes de las barras, palcos o galerías  como motivo suficiente para que la presidencia adoptase las medidas necesarias, con alguna o mucha eficacia.

E, incluso, las fieles transcripciones muchas veces dieron  cuenta de lo que ocurría y se decía desde la “tercera cámara”. El funcionario estaba dentro del hemiciclo y, en oportunidades, fungía como un cronista de los sucesos. Sin embargo, hoy no ocurre así, pues, además que el taquígrafo está fuera del recinto, siguiendo la sesión por monitores, el partido de gobierno monopoliza las barras, palcos y galerías habidos y por haber.

Hemos tenido ocasión de incorporarnos a las sesiones plenarias de la Asamblea Nacional, resistiendo los ataques de un público que cuenta con la aquiescencia de la dirección de debates.  Por lo general, el PSUV y sus partidos subsidiarios, no acuden solos a la Cámara, sino que – parte del espectáculo – planifica y se hace acompañar por sus partidarios, imposibilitándole un espacio a la oposición.

Y, entre los seguidores que acuden espontáneamente y de buena fe, están los activistas prestos a cualquier iniciativa que se exija, dentro o fuera del recinto; los empleados del gobierno nacional o municipal, movilizados para una específica tarea de estridencia; los altos y medianos funcionarios de la administración que deben apoyar entusiastas a sus ministros apersonados, tan distinguidos por sus atuendos y utensilios electrónicos; y las comunidades que, predispuestas, son manipuladas en el curso de la discusión. Lo cierto es que, favorecidos por ANTV, perfeccionando el espectáculo, hay que lidiar con las agresiones verbales de los oficialistas y de su público, haciéndonos extremadamente prudentes a la hora de salir de la sesión por  las amenazas recibidas luego de una intervención.

Ojalá tuviésemos tiempo para indagar más sobre la historia del público asistente a las sesiones parlamentarias, disponiendo de las reseñas de la prensa y de las  los taquígrafos. Por lo pronto, la que cursa, no ha sido grata para la oposición.

@luisbarraganj


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