La OEA es impotente
Miércoles, 22 de Julio de 2009 23:20

alt“¿La OEA no puede ni debe entrometerse en los asuntos internos de Venezuela? Pues que cargue con las consecuencias. Nosotros sí nos entrometeremos.” Como la OEA no debe inmiscuirse en los asuntos internos de los Estados, his General Secretary dixit, andan unos agrimensores observando detenidamente los bordes externos de Venezuela y de Honduras, para ver si dejan ver algún resquicio que permitiría que la OEA se ocupe de ellos. No de sus problemas internos – violaciones a los derechos humanos, atropellos a la Constitución, fraudes electorales y cuartas urnas, entre un sinfín de asuntos que traen a sus sufridos habitantes patidifusos – sino de sus problemas externos. Es decir: de sus resquicios exteriores. Dicho en términos médicos, la OEA no puede ir más allá de la dermis de sus Estados. En lo interno, que revienten.

Es la cantinflérica sabiduría puesta de manifiesto por ese personaje como de Gargantúa y Pantagruel llamado José Miguel Insulza, en su patria de origen seguramente llamado “el guatón Insulza”. Suerte sanchezca del folklore sureño, dueño de una extraña Barataria llamada Organization of the American States, en cuyo trono se hipa y frunce, suelta sus berridos de brazos cruzados y amenaza con su cara de pocos amigos a quienes osan despertarlo de sus siestas homéricas. O cervantinas, para quedarnos en el personaje.


En eso vino a terminar la OEA, parida hace sesenta y un años en medio de las turbulencias del bogotazo. En un club de pillos y pilletes manipulados por un grupete de mafiosos dirigidos por Don Barril de las Calzas Rojas. En eso paró el aspirante a presidente de la república de Chile, esa “fértil provincia y señalada de la región Antártica famosa”, que cantara el vasco Alonso de Ercilla y Zúñiga. En solícito mandadero de un teniente coronel golpista que a la razón de Estado aplica la razón del forro. Para eso paga. Y como diría don Francisco de Quevedo, “poderoso caballero es don dinero”. La ley del forro. La ley del biyuyo.


Pero no se crea que esta jurisprudencia de nuevo cuño, eso de que la OEA no puede entrometerse en los asuntos internos de sus estados, principio como digno de doña Aldonsa Lorenzo y nuestro avinagrado Sancho Panza, es tan kantiana como parece. César Gaviria, más aquijotado que sanchopanzudo, se pasó seis meses viviendo en Venezuela, con timbres y sellos, gruesos cartapacios, asistentes y portavoces de la OEA incluidos. La OEA se mudó entonces – entre diciembre del 2002 y por lo menos julio del 2003 – con camas y petates, dioses y lares a las orillas del Guaire. Allí vivía Gaviria y allí sesionaban los dos grupos a los que la OEA les concedió beligerancia, sentados  a la MESA DE NEGOCIACIÓN Y ACUERDOS: en el Hotel Meliá de Bello Monte. Que haya fracasado y le queden deudas pendientes, como la Comisión de la Verdad, es harina de otro costal.

En efecto, tanto se inmiscuyó y se entrometió la OEA de don César Gaviria en Venezuela, que comprometió a las partes a conformar una COMISIÓN DE LA VERDAD para que Chávez se dejara de pendejadas y no siguiera ocultando los hechos del 11 de abril de 2002 o vendiéndoles urbi et orbi como un golpe sangriento, cuando todo el mundo en Venezuela sabe que ese asunto requería un estudio de expertos, dado que los asesinos los puso Chávez por orden de Fidel Castro y la Corte Suprema de Justicia no habíencontró indicio alguno de tal golpe. Un término de extrema propaganda goebbeliana, tan propia del chavismo.


La OEA intervino en el Perú, en Haití, en Bolivia y en cuanto lugar se violaban los derechos, siguiendo por cierta una doctrina de los sesenta que diera al traste con la membrecía de Cuba. Dizque por no compartir los predicados democráticos de la región. En realidad por asaltar a Venezuela, exactamente como Chávez hace hoy en Honduras, siguiendo el nefasto y siniestro ejemplo cubano.

De modo que nuestro panzón operador político al mando de la OEA miente varias veces cuando se sustenta en una supuesta tradición no interventora de la OEA. Pero eso no es lo más grave. Lo más grave es que al confesar su cómoda impotencia de digestión prolongada y poner de manifiesto la inutilidad del organismo que timonea,  abre las puertas a las soluciones de fuerza. Exactamente del estilo de las puestas en acción en Honduras por los demócratas hondureños. Pues allí donde la OEA muestra su impotencia, bien pueden los pueblos exhibir la que les sobre y posean de esa escandalosa carencia. Tomando el toro por los cuernos y cortando sus nudos gordianos como mejor les plazca.

Si la OEA no debe intervenir en Honduras y evitar el golpismo constitucional de Zelaya, que se calle ante las acciones de quienes sí pudieron, sacándolo en calzoncillos. ¿La OEA no puede ni debe entrometerse en los asuntos internos de Venezuela? Pues que cargue con las consecuencias. Nosotros sí nos entrometeremos. Porque allí donde fracasa la ley, allí donde es impotente la negociación, la presión y el consenso requeridos con angustia  en atención a la llamada Carta Democrática, allí los pueblos sabrán barrer los diques e imponer el imperio de la ley. Por los medios que sean necesarios. Incluida la fuerza.

Si la OEA se niega a cocinar la tortilla de nuestra democracia, que no chille cuando escuche romperse la cáscara. Lo hicieron los chilenos con Allende, gracias a lo cual Insulza es Secretario General de la OEA. ¿O es que cayó de Venus? Lo hicieron los hondureños con Zelaya. Que no nos obligue a hondurizarnos. Por la vía que lleva, nos está confiriendo la patente de la rebelión. Entre vivir arrodillados ante el dictador o faltarle el respeto al Sr. Insulza, sólo un pendejo se equivocaría. Que luego esta OEA, la impotente, no se queje.

 


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