Pepe Mujica: un líder austero y conciliador |
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc |
Jueves, 15 de Mayo de 2025 06:42 |
Mujica fue un ejemplo de cambio y adaptación a las nuevas circunstancias que fueron surgiendo a lo largo de su dilatada vida. En su juventud, formó parte del Movimiento Nacional Tupamaros, grupo guerrillero cuya desenfrenada actividad sirvió para que en junio de 1973 el entonces presidente de la República de Uruguay, Juan María Bordaberry, disolviera el Congreso, diera un autogolpe respaldado por las Fuerzas Armadas y acabara con la estabilidad institucional de la que hasta entonces era conocida como la ‘Suiza de América’ Pepe Mujica estuvo en prisión desde 1972 hasta 1985, cuando, luego de un lento proceso de apertura del sistema político, se celebraron las elecciones nacionales que dieron como triunfador a Julio María Sanguinetti, mandatario que inauguró la nueva era democrática. A partir de entonces, Mujica se incorporó a la vida política de forma activa. Fue ministro, diputado y senador, hasta alcanzar la nominación como candidato presidencial del Frente Amplio, para las elecciones de 2009, al triunfar en los comicios internos del FA, ante Danilo Astori, favorito del presidente de la República, Tabaré Vázquez. Posteriormente, Mujica obtuvo la victoria en las elecciones nacionales de octubre de ese mismo año. Compitió con Luis Alberto Lacalle, uno de los capitostes de la política uruguaya. A partir de su ascenso al poder, se transformó en esa figura con el halo mítico que lo acompañó hasta su muerte. Pepe Mujica fue consecuente con algunos de sus ideales fundamentales hasta el final de sus días. Como primer mandatario, enfatizó la política social. No separaba el crecimiento económico de una distribución de la riqueza que incluyera a los sectores más vulnerables, especialmente los trabajadores. Además del énfasis en la educación, la salud, la seguridad social, los emprendimientos y el medio ambiente, su gestión subrayó el significado de los derechos laborales: la libertad sindical, el derecho a la negociación colectiva y el derecho a la huelga. Esos derechos, inexistentes en los países autoritarios y totalitarios que se autocalifican de izquierda o socialistas, fueron defendidos con entusiasmo por el presidente Mujica. Durante su gestión, el salario mínimo aumentó varias veces hasta colocarse entre los más altos del continente. Gran parte de la inmensa popularidad y respecto de los que disfrutó, se afincaron en el trato respetuoso que les concedió a los sectores más vulnerables y a las organizaciones gremiales y sindicales. Una de las aristas que siempre me distanció de Pepe Mujica fue su simpatía con Cuba y con Néstor Kirchner en Argentina. Consideré que la benevolencia con la isla caribeña no se justificaba, luego de más de medio siglo de ensañamiento de la dinastía castrista con el arruinado pueblo cubano. Asumo que resulta muy desgarrador para un militante de la izquierda romper con el mito representado y construido por Fidel Castro en torno de su figura y de la revolución cubana. Sin embargo, ya ha pasado suficiente tiempo y ha habido excesivo dolor entre los cubanos, para que alguien de la estatura moral de Mujica justifique el martirio cubano. Con relación a Néstor Kirchner, sin ninguna aureola que lo rodee, la cordialidad parece provenir de la vecindad de Uruguay con Argentina, la importancia de Argentina y de Kirchner en su momento. Puro pragmatismo. De Pepe Mujica siempre se admiró su proverbial sencillez, cordialidad y desenfado como parlamentario, ministro, presidente y expresidente. Estaba totalmente alejado de los pomposos ritos que acompañan el poder. Disfrutaba de su amor a la naturaleza y su apego a la tierra. Le gustaba decir que era un floricultor. Sin duda, que en este plano se convirtió en un modelo de ascetismo. Una especie de San Francisco de Asís. Gran parte del sueldo que le correspondía como Presidente de la República, unos doce mil dólares al mes, los donaba para obras benéficas. Prefirió vivir en su casa de siempre antes que mudarse a la residencia oficial del Presidente. Este comportamiento espartano le confirió una extraordinaria autoridad frente a sus ministros y colaboradores. Se satisfacía cuando lo llamaban ‘el Presidente más humilde del mundo’. Sus atributos no se quedaron en este plano, que podría considerarse pintoresco. Rasgos de su personalidad franca y cordial. Lo que más sobresalía de su actuación pública era su capacidad para negociar, llegar a acuerdos y limar asperezas entre posiciones aparentemente irreconciliables o difíciles de acercar. Ese fue una de sus facetas distintivas desde su época de parlamentario. Pepe Mujica no transitó por los caminos que lo condujeron al poder para vengarse de sus antiguos enemigos ni avivar conflictos que erizaban el país. No fue el afán de retaliar lo que lo inspiró. Hoy Uruguay lo extraña y llora porque, después de identificarse con el extremismo de izquierda, pudo corregir sus posturas y luchar por una nación unida. La izquierda democrática tiene que aprender mucho de ese líder austero y conciliador.
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