Hasta la saciedad se ha dicho que el 22 de octubre pasado marcó un antes y un después en la oposición venezolana.

La indiscutible victoria de María Corina Machado en el proceso de primarias no tiene comparación. No obstante, el régimen -nuevamente- hizo de las suyas ratificando, mediante decisión del Tribunal Supremo de Justicia, su inhabilitación como aspirante a la presidencia de la república.

Algunos desesperados, otros supuestamente apertrechados de dotes mágicas, para no hablar de aquellos que continúan acariciando su candidatura aun a costa de embarullar más el asunto, han expresado opiniones y asumido posiciones que distan mucho de hacerle bien a este delicado y complicado cuadro electoral.

Volvemos, entonces, a la sempiterna posibilidad -cierta por demás- de cometer los errores y agravios que ya creíamos superados. Pareciera que estuviéramos en presencia de un póker diabólico en el que las cartas escondidas y la cara de “yo no fui” hubiesen iniciado su ya trajinada ruta. Nada nos es nuevo y mucho menos ajeno en este tipo de desventuras.

Preocupa mucho, sí, que a la candidatura de la señora Machado comiencen a hostilizarla desde muchos frentes. Sobre todo, de parte de uno del que no esperábamos otra cosa que la larga continuación de sus atropellos, “furietas”, desequilibrios e inequidades. Y de otro lado, de aquellos que, pescando en río revuelto, asoman sus nombres y corren la especie que la aspiración de María Corina no tiene asidero, posibilidad y concreción.

En política las cosas no pueden tomarse a la ligera. Nos estamos jugando el todo por el todo. Muchas veces caemos en las trampas o nos tropezamos con la misma piedra. En este sentido, no podemos actuar o conducirnos en base a simples percepciones, caprichos y voluntariosas actitudes.

Lo hemos dicho y reiterado: La democracia es una convicción.

Más allá de nuestro decidido respaldo y solidaridad con la candidatura de María Corina Machado, y de aspirar a unas elecciones libres, justas, pacíficas, equitativas, supervisadas y oportunas, también tenemos que pensar, como bien lo asomó un destacado dirigente político, en la “Candidatura del Voto”. En otras palabras, que debemos aunar esfuerzos para convencer y lograr que la gran mayoría de la población ejerza su derecho al sufragio. Porque la otra cara de la moneda es que ni María Corina y ni nadie irán muy lejos sin una espectacular y cuantiosa cantidad de votos. En consecuencia, a estas alturas, deberíamos seriamente montarnos en esta tarea: necesitamos votos, votos y más votos y olvidemos un poco otras cuestiones- quizás hasta inoportunas - acerca de la candidatura de la Sra. Machado. Insistimos en que no podemos quedarnos como en aquella popular canción de los años sesenta, interpretada por Cliff Richard, “María No Más”, asumiendo la miope determinación de: Nada más que María, solamente María, todo es María y lo demás al garete.  

La política también tiene una lógica (aunque a veces no parezca). Por consiguiente, el voto debe catalogarse como una prioridad por encima de cualquier ocurrencia o incidente. La “candidatura del voto” y su correspondiente ejercicio resulta ser, a fin de cuentas, el verdadero “hasta el final”.

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