De la militarización del marxismo
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 16 de Octubre de 2023 00:00

altPuede aseverarse que Chávez Frías tuvo por oficio y concepción del mundo, la violencia y,

en consecuencia, fue inevitable el ejercicio de la política desde la perspectiva del autoritarismo, camino al poder, y, en definitiva, su consagración, una vez conquistado.  Sin embargo, a modo de ilustración, un oficial de alta graduación como Larrazábal Ugueto jamás hubiese impulsado una transición hacia la democracia, en 1958, por lo que luce imposible generalizar la fórmula.

Curiosamente, el sucesor, Maduro Moros, nunca tuvo por profesión las armas, sino la agitación política que lo llevó a perfeccionarse en los cursillos de Cuba, pero es heredero de un militarismo del que cuida muy bien en cultivar acaso cual factor de legitimación. Digamos, el Comandante en Jefe de la Fuerza Armada, propulsor de un socialismo militarista que no es exactamente equivalente al militarismo socialista y, en exacta propiedad y correspondencia, heredero de un específico desarrollo teórico y práctico de cuño leninista, así no lo sepa.  

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Aníbal Romero nos orienta en torno a la militarización del marxismo que le concedió una extraordinaria relevancia a las categorías militares, equiparó la lucha política a la guerra militar y se esmeró en provocar las condiciones para la violencia insurreccional, ponderando también los aportes de Gramsci y Mao, como se infiere del extraordinario capítulo alusivo de un libro necesario de leer y releer: “Tiempos de conflicto (Ensayos político-estratégicos)” (Ediciones de la Asociación Política Internacional, Caracas, 1986: 131 ss.). Partiendo del inevitable contraste con la perspectiva de Clausewitz, salvando las obvias distancias de tiempo, modo y lugar, la obra nos impone de la necesidad de reflexionar sobre el curso adquirido por el régimen actual, por cierto, declarada la consabida guerra de Israel contra Hamas,  en un contexto harto diferente de la Guerra Fría que canalizó la confrontación entre el capitalismo y el comunismo, reducido a la de una más directa rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética (128 ss.), remitiéndonos a un presente que sella la alianza entre los intereses comunistas y los fundamentalismos religiosos, versus la civilización occidental. 

Nada casual, en este siglo XXI venezolano jamás se ha dicho o predicado en torno a la lucha de clases, al menos, desde las más altas esferas del poder establecido, sino que, negando en todo lo posible la política y la ciudadanía, aunque no hemos llegado literalmente a la guerra civil, pareciera y muchísimo que somos víctimas de ella, por el miedo internalizado en la población, la crisis humanitaria y la diáspora, entre otras evidencias. El elemento insurreccional ha sido una constante (100), gracias a los factores y sectores oficialistas que pugnan por sobrevivir permanentemente, diferenciándose de los enemigos, preferiblemente los del pasado político que se le resisten o dicen resistírsele, traspasando los límites de la reinvención de los actores de la oposición, además, considerados objetivos militares inmediatos por pedir o insinuar la aplicación del TIAR. 

Los ultraizquierdistas en el poder, formados al ritmo de las bonanzas petroleras de la anterior centuria, aunque en ésta tuvieron ocasión de disponer de la más jugosa de todas las que hemos tenido en la historia, sólo se declaran y entienden como marxistas en el sentido del leninismo militarizante y, no por casualidad, tienen en la imputación del delito de traición a la patria, uno de sus mejores armas que les ahorra alguna mediana argumentación.

Quizá la única manera de compaginar a los cívicos y a los militares de la alianza que sustituye a las antiquísimas de carácter obrero-campesinas, los fuerza a la militarización de un socialismo tan indefinido, como el miraflorino,  capaz de ser cualquier cosa dejando solo como saldo las bayonetas.  Por ello, el ensayo de Romero es un magnífico incentivo para actualizar una aproximación a la dimensión militar de un régimen que, a diferencia de la vieja polaridad, actúa en el marco de una peligrosa multipolaridad que el autor previó “signado de un mayor desorden, y por inéditas pero aguda manifestaciones de conflicto, en un mundo intensamente competitivo y sujeto a una más aguda confrontación, por recursos escasos y calidad de vida”; acotemos, cita ésta tomada del magnífico aporte destinada originalmente a la formación de los cadetes de la Academia Militar, principiando los noventa del veinte (“Aproximación a la política”, Universidad Simón Bolívar, Caracas, 1990: 229). 

Creído un régimen absolutamente circunstancial, ya tiene  un cuarto de siglo a cuestas y, a su deliberada falta de profundidad doctrinaria e ideológica, esto es, argumentativa y legitimadora, se suma la de sus críticos, supuestos adversarios y acérrimos opositores.  Por ello, Romero es pertinente hoy. 

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