El señor Nicolás Maduro ha optado por el cinismo como política.

El lunes pasado, de manera increíble, se pronunció, como quien olvida todo su pasado, en un acto como de amnesia general. Buscando engatusar más a la población venezolana que a la dirigencia mundial de organismos como la ONU. Es evidente que anda ya en campaña, ante la presión que le genera la primaria. 

Resulta insólito que se refiera como si nada a la defensa de la migración que él y su gobierno han provocado no sólo pero si significativamente en los trabajadores venezolanos; que acuda además con voz carente de moral a exigirle a la ONU: "garantizar el derecho a la ciudadanía, al trabajo y a la dignidad de cada migrante". Todo lo que él y su régimen macabro le han negado a los ciudadanos, a los trabajadores venezolanos, justamente de lo más significativo para producir esa diáspora inmensa de más de siete millones de compatriotas que imploran piedad internacional, esa piedad que aquí, con el régimen del terror, les fue negada por años. 

Sin comedimiento alguno habla y pide por los derechos laborales, los derechos a una seguridad social, al respeto de la dignidad. Esto cuando en Venezuela se han producido este año cientos de protestas laborales en todo el país, la última una huelga de hambre, recién finalizada en la CVG, por parte de jubilados estorbados en sus vidas. ¿Y por qué se protesta todo el año? Porque el derecho laboral en nuestro país ha sido recientemente más atropellado que nunca en la historia del trabajo en Venezuela. Y en cuanto a la seguridad social, esta ha sido vulnerada hasta los extremos. No existe garantía de salud, de vida, de protección con seguros, de cajas de ahorro, de libertad sindical ni gremial, de nada. A estas instituciones de protección social se les impide actuar hasta robándoles los recursos que no les son entregados luego de las retenciones de rigor. Un robo más a los trabajadores. Una violación más a sus derechos humanos. Por no hablar del salario o los sueldos que todos sabemos que son de hambre, de esclavitud moderna, de explotación sin medida. 

El régimen se ha portado con los trabajadores, a los que dice amparar, como el más miserable de los interlocutores. Hasta se burla de los jubilados mintiéndoles, con un bono que jamás se produjo. Bajando los sueldos con el Instructivo ONAPRE, desconociendo todas las convenciones colectivas impuestas por ese mismo régimen. Ese que no se atreve de ningún modo a discutir las condiciones laborales. 

Pero, sin escrúpulos, el señor Maduro se refiere como un santo a los migrantes. A quienes les intentó robar también el futuro. Por ahí circulan rumores de aumento salarial, no sé si verídicos; en todo caso no oficiales, dirigidos a la campaña que se avecina, aunque, como dije, ya parece haberse iniciado también por parte del oficialismo. No habrá manera de que los migrantes  venezolanos ni los trabajadores todos olvidemos jamás esta afrenta permanente, precisamente a la dignidad. No somos ni seremos nosotros los de la amnesia. En este caso habrá venganza y castigo. La dignidad laboral habrá que labrarla nuevamente luego de la descomunal derrota electoral de la que Maduro y sus congéneres no pondrán zafarse si la oposición finalmente se une a concretar su trabajo. Los trabajadores también vamos por ti, Maduro, con los votos, para sacarte.