La democracia asediada
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 07 de Febrero de 2022 00:00

altVer el 4 de febrero de 1992 como una asonada repentina, espontánea o irreflexiva es un error. 

 Tal vez  -  como nuestra historia registra -  las constantes y hasta excesivas intentonas y revueltas durante todo este largo período que arranca desde 1830 hasta nuestros días, hace que muchos las observen con cierto dejo de costumbre, por no decir con naturalidad.

A la caída de Pérez Jiménez, la gran reconciliación política y eso que llamamos el “espíritu del 23 de enero” nunca estuvieron exentos del empeño y las acciones de los pretendientes del pasado. Ahí está el caso del general Jesús María Castro León, quien desde sus amenazantes discrepancias con Wolfang Larrazábal  hasta    su memorable invasión desde el Táchira (24/04/1960), reconocida esta como la primera rebelión seria contra el gobierno legítimo de Rómulo Betancourt, marcó el reinicio de los pronunciamientos e insurrecciones contra la neonata democracia.  El Barcelonazo (junio de 1961), Carupanazo (mayo de 1962) y el Porteñazo (junio de 1962) evidenciaron que las cosas no estaban bien del todo  y que  el recién estrenado régimen civil tenía inocultables detractores y enemigos. Superados estos embates, el camino hacia los golpes de estado, tanto de los procomunistas  como  de algunos sectores de las fuerzas armadas, nunca fue desechado. Todos los gobiernos desde Betancourt hasta Caldera II tuvieron mucha precaución y cuidado  a este respecto.

Pero el constante asedio a la democracia no solo vendría de unos testarudos “radicales” y de algunas cabezas castrenses. Connotadas figuras sociales, empresariales, académicas, profesionales, políticas e intelectuales le hacían carantoñas y mimos, a veces sin disimulo, a unaposible sustitución forzosa del sistema democrático. Si a esto sumamos la poca atención que los partidos y sus principales dirigentes, medios de comunicación, universidades, colegios profesionales e importantes instituciones, por señalar algunos, le prestaron a la necesidad de inculcar a todos los venezolanos los valores, las virtudes y beneficios de la democracia, caeremos en  cuenta que una sedición como la del 4 de febrero del 92 (en contraste con la persona de Chávez) no fue algo improvisado y mucho menos novedoso. De allí que una  cierta culpabilidad generalizada con grandes rasgos de indolencia, además de una conducta  signada por una histórica deslealtad, exhiba este infausto incidente sin que medie – como algunos aspiran –  algún tipo de justificación o descargo.

La democracia siempre estará asediada, aquí y en todas partes. Por ser un sistema  débil, frágil, sometido a infinitas  exigencias y reclamos, merece el apoyo decidido y la vigilancia permanente de los ciudadanos y por supuesto de las más representativas instituciones. Porque el militarismo puede ser combatido por una sólida y vigorosa  democracia. No hay otro atajo o alternativa. En este sentido, hay que    tener presente – lo reiteramos -  aquello que expresara  el académico y filósofo francés fallecido en 2010,  Claude Lefort: “La democracia es una forma de sociedad que carece de un seguro de vida”. En otras palabras, hay que atenderla, construirla diariamente y sobre todo, corregir a tiempo sus fallas y carencias. A todo evento, como popularmente se dice, tenemos todos que empujar esta carreta si de verdad queremos su inminente regreso.

|*|: Especial para www.opinionynoticias.com

 

 


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