Una libertad enjaulada |
Escrito por Fernando Luis Egaña |
Jueves, 21 de Mayo de 2015 12:53 |
Una libertad enjaulada, por Fernando Luis Egaña
Censura
21-05-2015
FERNANDO LUIS EGAÑA Like us on Facebook Like us on Twitter
Por supuesto que la libertad de expresión no es la única libertad que está enjaulada. Todos los derechos y garantías que reconoce la Constitución, lo están. Unos de manera más notoria que otros. Pero no hay libertad que se salve
La llamada "hegemonía comunicacional" funciona como una jaula para la libertad de expresión. Ésta se mantiene con vida, pero entre fuertes barrotes y sin posibilidad de adquirir un desenvolvimiento sin sujeciones ni temores.
Claro, como el proceso de montaje de la hegemonía comunicacional ha sido paulatino, no de un día para otro, entonces a muchos les cuesta apreciarlo en su debida y férrea configuración.
Una gran parte de los medios convencionales, radio, televisión y prensa impresa, se encuentra bajo el dominio de la hegemonía comunicacional. Prevalece en ellos la auto-censura, acaso más insidiosa que la censura crasa, y en algunos también existe el ánimo de complacer al poder todo lo que se pueda. Un ánimo interesado, desde luego, por los negocios que se puedan obtener.
Los medios públicos o gubernativos, no es que estén enjaulados, sino que son meros instrumentos de la propaganda oficialista, incluido el sicariato mediático. Los medios privados de tipo tradicional se encuadran en la hegemonía comunicacional, con no muchas pero valerosas excepciones. Y quienes se empeñan en mantener la autonomía editorial, son víctimas de una implacable persecución político-financiera-judicial.
Tanto los medios en sí mismos, como personas jurídicas, como sus directivos, consejeros, editores y periodistas. La reciente embestida de Diosdado Cabello, por ejemplo, no tiene precedentes en los anales de la comunicación venezolana, y probablemente no tiene referentes contemporáneos en la latinoamericana.
Curioso que el citado funcionario denuncie a medios y comunicadores venezolanos por reproducir informaciones originadas en medios de prensa foráneos, pero no presente querella judicial en contra de esos medios extranjeros, ni tampoco en contra de sus antiguos colaboradores que son la fuente principal de esas informaciones que él, Cabello, considera agraviantes.
Por supuesto que la libertad de expresión no es la única libertad que está enjaulada. Todos los derechos y garantías que reconoce la Constitución, lo están. Unos de manera más notoria que otros. Pero no hay libertad que se salve.
Más aún, la hegemonía despótica y depredadora que impera en Venezuela es una jaula político-institucional. De la cual, obviamente, hay que salir, para que las libertades puedan fluir y la democracia tenga oportunidad de desarrollarse en nuestro siglo XXI.
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Por supuesto que la libertad de expresión no es la única libertad que está enjaulada. Todos los derechos y garantías que reconoce la Constitución, lo están. Unos de manera más notoria que otros. Pero no hay libertad que se salve La llamada "hegemonía comunicacional" funciona como una jaula para la libertad de expresión. Ésta se mantiene con vida, pero entre fuertes barrotes y sin posibilidad de adquirir un desenvolvimiento sin sujeciones ni temores. Claro, como el proceso de montaje de la hegemonía comunicacional ha sido paulatino, no de un día para otro, entonces a muchos les cuesta apreciarlo en su debida y férrea configuración. Una gran parte de los medios convencionales, radio, televisión y prensa impresa, se encuentra bajo el dominio de la hegemonía comunicacional. Prevalece en ellos la auto-censura, acaso más insidiosa que la censura crasa, y en algunos también existe el ánimo de complacer al poder todo lo que se pueda. Un ánimo interesado, desde luego, por los negocios que se puedan obtener. Los medios públicos o gubernativos, no es que estén enjaulados, sino que son meros instrumentos de la propaganda oficialista, incluido el sicariato mediático. Los medios privados de tipo tradicional se encuadran en la hegemonía comunicacional, con no muchas pero valerosas excepciones. Y quienes se empeñan en mantener la autonomía editorial, son víctimas de una implacable persecución político-financiera-judicial. Tanto los medios en sí mismos, como personas jurídicas, como sus directivos, consejeros, editores y periodistas. La reciente embestida de Diosdado Cabello, por ejemplo, no tiene precedentes en los anales de la comunicación venezolana, y probablemente no tiene referentes contemporáneos en la latinoamericana. Curioso que el citado funcionario denuncie a medios y comunicadores venezolanos por reproducir informaciones originadas en medios de prensa foráneos, pero no presente querella judicial en contra de esos medios extranjeros, ni tampoco en contra de sus antiguos colaboradores que son la fuente principal de esas informaciones que él, Cabello, considera agraviantes. Por supuesto que la libertad de expresión no es la única libertad que está enjaulada. Todos los derechos y garantías que reconoce la Constitución, lo están. Unos de manera más notoria que otros. Pero no hay libertad que se salve. Más aún, la hegemonía despótica y depredadora que impera en Venezuela es una jaula político-institucional. De la cual, obviamente, hay que salir, para que las libertades puedan fluir y la democracia tenga oportunidad de desarrollarse en nuestro siglo XXI.
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