Aprender de Túnez |
Escrito por Iván R. Méndez | @ivanxcaracas |
Lunes, 19 de Mayo de 2014 16:18 |
en protesta por el decomiso de su puesto de frutas y la reiterada extorsión por parte de la policía. Se encendieron las protestas en todo el país, y el régimen de Ben Alí no dudó, al igual que Nicolás Maduro y sus ministros, en reprimir con balas a los jóvenes que protestaban. En menos de tres semanas Alí y su ejército asesinaron a 147 personas e hirieron a cientos. A veintiséis días de iniciarse las protestas, el Jefe del Estado Mayor se negó a dispararle a los manifestantes. Así, el 14 de enero de 2011 el dictador y sus familiares se refugiaron en Arabia Saudita, ya que Francia, su aliado por años, les dio la espalda. La gente siguió en la calle exigiendo una nueva Ley Electoral y la renuncia de los políticos corruptos (incluyendo el recién electo Mohamed Ghannuchi), los banqueros, los jerarcas de la policía y hasta de los dueños de aquellos medios de comunicación alineados con el régimen…Diez meses después, el movimiento de lucha democrática logró la realización de unas elecciones transparentes. El 23 de octubre de 2011 el islamista moderado, Rached Ghannuchi, se convirtió en Primer Ministro de Túnez. ¿Cómo se dio esa transformación profunda en apenas diez meses? Los medios internacionales la atribuyen al uso de las redes sociales (sobre todo Facebook, Twitter y Youtube), que facilitaron la comunicación y organización de los manifestantes, pero el científico social Manuel Castells evidencia en su obra “Redes de indignación y esperanza” (Alianza Editorial, 2012) que fue un proceso más complejo. Seguiremos su análisis en lo que resta de este artículo. Indica Castells que la conexión entre la comunicación libre en las redes sociales y la ocupación del espacio urbano (carpas levantadas frente a edificios de gobierno, caravanas), “creó un espacio público híbrido de libertad que se convirtió en la principal característica de la rebelión tunecina”. Esta ocupación se realizó por jóvenes profesionales desempleados, luego se sumaron estudiantes y sindicalistas. La esencia del movimiento fue su independencia de los partidos políticos (los jóvenes buscaban líderes de cabeza negra y alma blanca y no de políticos con cabezas blancas y almas negras) y de los “intelectuales”, que venían a imponerles agendas. Los rebeldes organizaron debates públicos frente a sus zonas de ocupación, que se grababan y subían a Youtube. Llenaron de eslóganes las paredes de la plaza, no sólo en árabe, sino en francés e inglés para que el mundo exterior recibiera su mensaje. “Debatían de todo: rechazar un gobierno corrupto exigiendo una auténtica democracia y pidiendo un nuevo régimen electoral, defender los derechos de las regiones contra el centralismo, pero también pedían trabajo”, comenta Castells. El movimiento de protesta controlaba a los violentos externos e internos y ante las arremetidas policiales, que llegaban de noche a desalojar los campamentos, los volvían a levantar. El país se unió en torno “a la búsqueda de la dignidad en respuesta a la humillación con respaldo institucional”, ese fue el “inductor emocional” clave de las protestas, asegura Castells. Se suman factores como la alta tasa de penetración de Internet (37% en Túnez, 45% en Venezuela); telefonía celular (67% en Túnez, 103% en Venezuela) y usuarios en Facebook (20% de los usuarios de Internet tunecinos estaban en Facebook, mientras que en Venezuela superan el 70%). En resumen, los licenciados desempleados, que no obedecieron a ningún líder tradicional; la sólida presencia de una cultura de ciberactivismo, que por más de una década criticó al régimen; y la alta tasa de uso de Internet y telefonía celular para reportar lo que acontecía en tiempo real (que luego era retransmitido por la televisora Al Jazira) fueron los elementos que convergieron en esa nación árabe para cambiarle su destino. ¿Qué le faltaría, o sobraría, a los indignados venezolanos para replicar la receta? @ivanxcaracas Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla |
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