Nudo interno
Escrito por Leopoldo Tablante   
Miércoles, 09 de Septiembre de 2009 09:46

altLa oposición venezolana se queja del silencio cómplice y de la frivolidad culposa de la prensa internacional ante lo que sucede en el país. Uno de los últimos ejemplos de esta ligereza periodística fueron los perfiles "estéticos" publicados por la revista estadounidense Time entre los que Hugo Chávez aparece como uno de los líderes peor vestidos del planeta. Su sobrepeso, adquirido a lo largo de diez años en Miraflores, es resaltado por el uso obsesivo de prendas de color rojo, símbolo institucionalizado y planetario de la izquierda doctrinaria. La veleidad lo iguala a la falta de tino de otros líderes: Evo Morales, Kim Yom o Muammar Gaddafi, todas personas de mal aspecto y de actitud sospechosa.

Que Time repruebe los hábitos estéticos del Presidente venezolano poco influye en sus desbandadas autoritarias.

Por el contrario, vuelve a darle al comandante un valor simbólico que prolonga sus resurrecciones de estrellato en estrellato. Ese reflejo tiene varias repercusiones: evidencia el registro folklórico a través del cual los estadounidenses suelen figurarse toda cultura periférica a su formato de comercio y performatividad; fortalece la imagen de Chávez como una especie de demonio de Tasmania alejado de todo criterio de diplomacia y civilidad; y vuelve a convertir la revolución en una puesta en escena que separa dos públicos rivales: el de la gente que anhela una vida ritmada por una calidad de vida asociada con el consumo y otro que, por medio del rojo chavista, recuerda su impulso político y demográfico e irrita con su sola presencia a los modernos razonables.

Que Time publique o deje de publicar material antichavista no cambiará el curso de los acontecimientos, así como tampoco lo harán las condenas de Bernard Henri-Lévy o de Mario Vargas Llosa contra la falta de proporción y contra el anacronismo del chavismo.

Estas no son más que declaraciones de figuras públicas que, desde sus prestigios respectivos, ofrecen empatía a la oposición. Sin embargo, cada vez que una gran personalidad descalifica a Chávez, éste vuelve a destacar como un icono pop, con poder de seducir y cohesionar a sus fieles y de librar a las arcadas a sus detractores.

Es usual encontrar en Estados Unidos o en Europa jóvenes muy hip capaces de localizar en un mapa-mundi a Bolivia, Cuba, Ecuador o Venezuela.

Estos jóvenes pueden pasearse por las calles de sus ciudades con franelas rojas con el rostro de aquel legendario Che Guevara fotografiado por Alberto Korda. Para esta gente ­que, en Estados Unidos, suele provenir de una muy pequeña élite universitaria­ el proceso venezolano es tangible como la barba y el turbante de Osama Bin Laden. Chávez y "el proceso" están aparejados a discursos tan austeros y apremiantes como el que puede suscitar la imagen de Carlos "el Chacal" sobre la portada del disco del grupo de pop Black Grape (It’s Great When You’re Straight... Yeah; 1995): terrorismo, dictadura o resistencia suelen ser la fuente de una imaginería detonante de todo tipo de idealizaciones lúdicas.

En la película palestina Paraíso ahora (Hany Abu-Assad, 2005), uno de los personajes principales, Saíd, militante de la intifada, accede a perpetrar un ataque suicida en Tel Aviv. Saíd justifica su voluntad al argüir la humillación de su pueblo ante el sitio militar israelí, pero, sobre todo, la indiferencia de los países extranjeros ante el aislamiento físico y psicológico de su nación. No obstante, el soporte de esa indiferencia es, justamente, la saturación de relatos sobre el conflicto del Medio Oriente, que en su tragedia, siempre reiterativa, banaliza las motivaciones de una lucha que cuenta seis décadas.

Discursos y análisis externos sobre lo que acontece en Venezuela no son suficientes para deshacer un nudo que nosotros mismos estamos condenados a desenredar. Por el contrario, de tanto esperar versiones que sean la estocada retórica final contra Chávez y el chavismo es probable que la paciencia se agote y las expectativas se conformen. Y de ahí a la desesperación no media más que un soplo.

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