Benavides, otro salvavidas más
Escrito por Álvaro Benavides La Grecca   
Jueves, 03 de Septiembre de 2009 07:36

altChávez está igualito que Zelaya. Anda sin rumbo y no sabe de qué palo ahorcarse. Como le ocurre a los náufragos, da manotazos de ahogado. Cualquier palo flotando a la deriva representa para él una posibilidad de salvación. Se le está viniendo el mundo abajo y tiene mucho miedo. Hoy es apenas un borroso recuerdo aquel poder de convocatoria que creció como una bola de nieve desde que dejó Yare y salió a recorrer el país para dar forma a un proyecto político que convenció a miles en todos los rincones.

Antonio Benavides Torres, el coronel de la Guardia Nacional que se valió de un micrófono para alcanzar la gloria aquel sábado de agosto, es "por ahora" otro salvavidas más. Por eso el náufrago de Miraflores le colocó en el pecho la Orden del Libertador.

Un personaje armado hasta los dientes, protegido con todos los artilugios guerreros para reprimir, y rodeado de decenas de soldados, logró la hazaña militar de ordenarle a una periodista que no se le acercara, y de advertir a su tropa que lo que estaba pasando (unas baranditas tumbadas patas arriba y unos gritos de la población indignada), era culpa de "&parte de sectores de la oposición para crear el clima de desestabilización". Un discurso perfecto para un dirigente del partido político en el que Chávez convirtió a la FAN.

Benavides ordenó retirar a la periodista. Ella ignoró la orden y siguió en lo suyo. Micrófono en mano, con una voz más firme y convincente que la del propio coronel, le enrostró: "Estoy recogiendo el sonido. Estoy cumpliendo con mi labor." Eso fue lo que dijeron las palabras de Delvalle Canelón, pero lo que transmitió la fuerza de su voz, lo que ella le comunicó al héroe de la batalla de la Cantv, fue más bien: "Ni se te ocurra pensar que me vas a obligar a salir de aquí". La rodearon varios soldados, que escudos en ristre, se protegieron del inmenso peligro que corrían ellos, su comandante, el comandante de su comandante y el propósito chavista. Una mujer sola iba a acabar con todo.

Al notar que la periodista (que habla con su propia voz, a diferencia del militar, que habla con la de Chávez), seguía firme en sus propósitos, el resignado coronel, como quien quiere lucir condescendiente, y para que no se le vieran las costuras rotas por el pánico con que lo sorprendió el coraje ciudadano de Delvalle Canelón, en señal inequívoca de rendición, y con la misma pose de perdonavidas que con tanta frecuencia muestra el náufrago de Miraflores, dijo: "Está bien, déjenla. Esto es parte de lo que ellos hacen".

En esta parodia esquizofrénica de país, un tipo así merece esa distinción. Que nadie se extrañe si un día lo nombran ministro del Poder Popular para la Educación. Sus credenciales son cónsonas con el proyecto: es militar, le fascina un micrófono, defiende ciegamente el ideal chavista y seguramente ha hecho enjundiosas lecturas del denso pensamiento del jefe.

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