La "por ahora" engavetada Ley de Delitos Mediáticos, "necesaria" para controlar la libertad de expresión en Venezuela, en varios aspectos peor que las leyes cubanas, soviéticas y norcoreanas, contempla hasta 4 años de cárcel si las noticias que se divulguen producen grave alteración de la tranquilidad pública, pánico en la población, zozobra, alteración del orden público o un perjuicio a los intereses del Estado.

Es gravísima la situación que vivimos, entre el cierre de las emisoras radiales (y las que faltan) hasta la vaguedad de los términos del proyecto de ley. ¿Quién va a definir qué constituye una "grave alteración a la tranquilidad pública"?... Una "grave alteración", para muchos, es que una cadena presidencial acabe con la transmisión de un juego de béisbol. Pero por supuesto, una cadena de Chávez mientras dure este en el poder, va a ser considerada una alteración, aunque quienes estén obligados a verlas las detesten.

¿Y qué es "pánico en la población", si ya vivimos en constante estado de pánico por la inseguridad personal? ¿No es suficiente el pánico de salir a la calle todos los días sin saber si vamos a regresar a nuestras casas, pues la muerte nos acecha en cada esquina? Y esto para no hablar de la inseguridad social, de los ancianos que después de haber trabajado toda su vida tienen que mendigar su merecida pensión, de los pacientes que no reciben tratamientos en los hospitales y de la inseguridad jurídica, que no garantiza juicios justos para todos?

¿Qué va a ser calificado como "zozobra"? La "zozobra" la puede causar cualquier cosa, hasta una bella música. Cuando pienso en esto recuerdo la peor escena de la película La Naranja Mecánica, en la que el protagonista y sus secuaces torturan a un hombre con el tercer movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven como fondo musical.

No son precisamente los medios los que crean zozobra. Tan sólo informan sobre situaciones de zozobra, que es distinto. Cuando Diosdado Cabello se dio cuenta de lo impopular que resultaba que los deportes no se transmitieran en circuitos, se apresuró a decir que los deportes sí se transmitirían, como excepción. Cuando se llamó la atención sobre los temas culturales, incluyó éstos por la misma vía. ¿Qué es entonces lo que el gobierno no quiere que se transmita? La respuesta se cae de madura: las noticias. El régimen cree en que "no lo digo, luego no existe". Como si la gente fuera tonta. Muy cartesianos ellos, lástima que no usen el cartesianismo para poner en marcha verdaderos programas de desarrollo social y no las mamarrachadas milmillonarias que no pueden sustentarse en el tiempo.

Si el gobierno fuera eficiente, no estaría buscando silenciar a los medios que al informar hacen más obvia su ineptitud. Los medios son el eco de los millones de voces que expresan su inconformidad, su rabia, su desolación, su tristeza. Si todo lo que se informa fuera mentira, los medios privados no tendrían la abrumadora sintonía que tienen y la gente estaría pegada de los medios públicos. Para muestra un botón: ahí está TVes que no levanta cabeza.

Democratizar no es cerrar medios, es abrir muchos más medios. La tecnología del satélite Simón Bolívar lo permite. No es verdad esa historia que han puesto a circular de que no hay frecuencias disponibles y por ello hay que disponer de las que ya existen. Tampoco es verdad que los trabajadores de esas emisoras quieran disponer de las radios a costa de la inversión que durante años han realizado sus dueños, pues ellos mismos han sido testigos del esfuerzo, del trabajo y el sacrificio que éstas han requerido para llegar a ser lo que son.

Democratizar es que el oyente, en uso pleno de su libertad, decida cuál estación oye y a cuál le cree. Acostumbrados a tener opciones, los venezolanos no nos vamos a calar una sola voz y un solo mensaje.

NO NO-ticias, SI-SI-lencio, exige el régimen. Por ahora, se engaveta la ley que castiga la "zozobra". Pero la libertad sigue zozobrando.

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Fuente: Notitarde