Clarines amarillos
Escrito por Ing. Rafael Diaz Casanova   
Viernes, 25 de Septiembre de 2009 09:07

altEl amarillo es un color peculiar. Es primario, precede al azul y al rojo en nuestra bandera y es tomado en los juegos de fútbol como señal de sanción intermedia. También significa previsión en los semáforos del mundo. 

La semana pasada recibimos una extraña noticia en todo el territorio nacional. Un camión, cargado con cilindros que contenían cloro, colidió con otro cargado con planchas de acero y la consecuencia es de once muertos y más de trescientos ciudadanos afectados, léase, envenenados. 



Todo esto sucedió en una vía importante de las carreteras orientales, muy cerca de la población de Clarines, Estado Anzoátegui, donde, de acuerdo a una estimación de 2007, habitan unos quince mil venezolanos. Es decir: El accidente afectó a uno de cada quinientos habitantes de la población. Toda una tragedia. 
No somos expertos en casi nada, pero tenemos la inquietud y la experiencia (producto directo e inmancable de la edad), que nos permiten discernir sobre los pormenores de esta tragedia. 

Sin lugar a dudas los primeros responsables del accidente deben ser los conductores de los vehículos.

Quizás, uno de los dos o ambos, transgredieron las regulaciones del tránsito. Mas, nos hacemos algunas preguntas: ¿Los involucrados en este desastre estaban certificados para cumplir con la responsabilidad asumida? ¿Existe una organización responsable por la calidad del transporte de esos materiales? ¿Son las vías públicas utilizadas adecuadas para el volumen y los riesgos que ocasionan los vehículos que las transitan? ¿Existe una vigilancia adecuada para garantizar la seguridad y la vida de quienes transitan o son vecinos de esas carreteras? 

La investigación de lo sucedido y el intento de responder esas y otras interrogantes elementales nos pueden conducir a un escenario realmente desolador. 
Para nadie es secreto que en el país se ha desmantelado el concepto de empresa.

Con excusas de un socialismo comunista de la peor ralea, se pretenden empresas "sociales" cuya responsabilidad está sumergida en un concierto de incompetencias y contubernios cuyo modelo es abominable. 

Tampoco descubrimos el agua tibia cuando se nos presenta la realidad de la calidad del parque automotor venezolano. Vehículos obsoletos, mal acondicionados, ajenos a toda supervisión, sin procedimientos de operación y prevención, sin pólizas de cobertura adecuada, en fin, el infierno venezolano. 
Venezuela, en tiempos idos, tenía una red carretera ejemplar entre países como el nuestro. Hoy, su situación no se corresponde con las exigencias. Baste otra pregunta: ¿Cuántos años tenemos construyendo la mal llamada autopista a Oriente? ¿Estamos conformes? 



Sigamos con nuestras inquietudes: ¿No es el transporte de una sustancia como el cloro, suficientemente riesgosa para que sea protegida por unas regulaciones mucho más severas que cuando se transporta un fardo de heno? Pensamos que existen materiales que ameritan y exigen cuidados mayores pues, como sucedió en esta ocasión, las consecuencias de un accidente pueden ser incalculables. Deben existir montañas de leyes y reglamentos que debieron ser atendidos en esta oportunidad, pero como hemos dicho muchas veces: Las leyes, en Venezuela, están hechas para violarlas y cuando molestan mucho… las cambiamos. 

El conductor del camión que transportaba el cloro será sometido a juicio y seguramente condenado, pero para seguir con las preguntas: ¿Estamos seguros de que no hay responsables de mayor jerarquía en esta inmensa tragedia? ¿No será él, el "chino de RECADI"? 

Una sociedad, que se precie de tal, tiene que ser previsiva. No podemos aceptar que sucesos como el de marras queden en una sanción común, la comunidad lo exige. Si no, tenemos que aprendernos a Fuenteovejuna, todos a una.



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(*): Consignado por el autor. Publicado en El Universal



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