Diez años críticos
Escrito por D. F. Maza Zavala   
Lunes, 07 de Septiembre de 2009 07:43

altEl que puede denominarse parasitismo petrolero alcanza su nivel más alto y ominoso. Se pretende legitimar una imagen espuria de la seguridad alimentaria, mediante la recurrencia a la importación de alimentos merced al ingreso petrolero, en tanto que la producción interna se sumerge en el estancamiento

El 28 de este mes, a las 11:00 a.m., será presentado en la sede de El Nacional el libro La década crítica de la economía venezolana (1999-2008), del cual es autor este columnista. Se trata de 30 ensayos sobre la economía venezolana de la década concluida en 2008, publicados en la revista Zeta y editados por Los Libros de El Nacional. Hechos y procesos del acontecer de este país que marcan un período crucial, histórico, sin precedentes en la vida nacional. Algunos han calificado este período como la década perdida, pero he preferido denominarla crítica, para hacer énfasis en que la crisis estructural existente a fines del siglo pasado no sólo prosigue sino que se ha acentuado y complicado con dos crisis adicionales, lo que han formado un nudo complejo de difícil superación: la provocada por el empeño ahistórico del presidente Chávez de implantar el llamado socialismo del siglo XXI y la que deriva de la crisis económica mundial en curso.

El que puede denominarse parasitismo petrolero alcanza su nivel más alto y ominoso. Se pretende legitimar una imagen espuria de la seguridad alimentaria, mediante la recurrencia a la importación de alimentos merced al ingreso petrolero, en tanto que la producción interna se sumerge en el estancamiento o la regresión: importamos café, gasolina, carne, azúcar, caraotas, pollos, huevos y otros productos tradicionales en el país. Intercambiamos petróleo por servicios turísticos y asesorías de inexpertos. La seguridad económica se juega al azar, a la buena fortuna, mientras el propio esfuerzo cae en mengua y desaliento. Los servicios públicos básicos son insuficientes y deficientes. La crisis de vivienda para los sectores de menores ingresos, incluso para la pequeña clase media, es creciente. No es exagerado señalar que el nivel de vida promedio de la población ha descendido y más aún la calidad de vida.

Es inquietante el auge de la corrupción administrativa, no sólo en cuanto a la magnitud del enriquecimiento ilícito sino también por la característica ominosa que tiene de exhibicionismo y de mantenimiento de fortunas de quienes ayer nomás eran modestos ciudadanos de ingresos moderados. Una forma particular de corrupción es la negligencia, la displicencia, la ineficiencia para la prestación de servicios administrativos elementales por parte del personal intermedio y bajo del Estado. El contralor general de la República reconoce que los vicios burocráticos, la malversación de fondos, el manejo incompetente de los recursos públicos, continúan en el presente; la bonanza petrolera -interrumpida en el último trimestre del 2008- facilita el relajamiento de la responsabilidad administrativa; pero la escasez que ahora tendrá que obligar a un cambio de comportamiento, por motivos elementales de supervivencia.

El control social es todavía una deseable utopía; pero la opinión pública, la información objetiva, el análisis independiente de los expertos y preocupados, representan en los hechos aquel control, que debe ser preservado y reafirmado. Los medios de comunicación social tienen que ser considerados como elementales de la democracia.

Las cifras oficiales, los indicadores de la evolución de la economía y de la sociedad, la materia prima para la evaluación de la coyuntura y del desarrollo, adolecen de insuficiencia y no ayudan, en algunos casos, a interpretar la realidad de los fenómenos, tales como el desempleo y la pobreza.


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