El homenaje a José Antonio Abreu
Escrito por Pastor Heydra   
Jueves, 17 de Febrero de 2011 07:15

altA José Antonio Abreu lo conocí cuando comenzó su cruzada musical. Era el año de 1976. Hace unos buenos lustros. Él fue en su momento un economista brillante que abandonó los números por los “soles” y “bemoles”. Yo me desempeñaba como presidente de la Federación de Centros Universitarios (FCU) de la Universidad Central de Venezuela. En ese momento presidia al país, no Hugo Chávez, sino Carlos Andrés Pérez en su primera versión. La propia cuarta república, aquella del Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho. A ese apoyo de la iniciación musical le dio continuidad a su proyecto Luis Herrera Campins, hombre que benefició a la cultura en la que creía. A pesar de unos cretinos que creían que tenían el poder de los medios. Después con Lusinchi, continuó de nuevo con Pérez. Con Velásquez, con Caldera, hasta caer en las manos de Chávez, quien quiere llevarse la joya para él. Esa no es de él, es del maestro.

Quizás la primera condecoración que obtuve en mi vida me la dio José Antonio Abreu: “El violín de oro”. Me invitó a almorzar a un modesto restaurant que aún queda a media cuadra de la Plaza Venezuela, el “Cordon Blue”. La anfitriona era su hermana Beatriz. Allí en un sencillo acto, donde no pasábamos de seis personas me agradeció el gesto que tuve, desde mi moderada posición de dirigente estudiantil de darle impulso a su obra, que al final resultó genial. Recuerdo que le llevé el símbolo que me obsequió a mi madre. Luego le ofrecí a ella mi segunda medalla, la de licenciado en Comunicación Social de la UCV.

Abreu es un símbolo del país. Sus logros son inconmensurables. Se lo ganó con su empeño. Como pocos he visto a personajes de tanta constancia, empeño, fuerza de voluntad y de creencia en lo que hace. Bolívar decía que Dios les daba la razón. Pero al pan, pan y al vino, vino.

Está bien que Chávez les haya construido una sede. No era para menos. Pero tampoco para darse con una piedra en los dientes diciendo que él construyó el sistema de música infantil y juvenil del país.
Esa es una obra de José Antonio Abreu, que tiene sus galardones bien ganados. Aquí o en Europa y hasta en el mundo. Con el apoyo de mucha gente que creyó de muy buena fe en su sueño. No fue otra cosa. Una bella ilusión que fue sólidamente respaldada, como debía ser, por mandatarios y personas de la sociedad civil de aquí y de un poco más allá.

No hay muchas palabras distintas a las que se han dicho sobre este personaje. Pero atribuirse la potestad de su obra resulta como mezquino, “Águila no caza moscas”, ¿entonces para que buscarlas?
A José Antonio Abreu y sobre todo a su obra, mis respetos y mis afectos. Es lo menos que se puede hacer por un venezolano de excepción.

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