La Navidad no fue una celebración católica sino hasta el 354 DC. Aunque los historiadores calculan, según algunas claves del Evangelio de San Lucas, que el nacimiento debió ocurrir en septiembre (tendría sentido que los pastores estuvieran en el campo, pues en invierno hubieran estado muriendo de frío) el papa Liberio decretó el 25 de diciembre como fecha oficial, porque de hacía más de un siglo muchas comunidades cristianas venían celebrándola.

¿Y por qué el 25 de diciembre? Porque ya existían fiestas paganas para Apolo y Saturno debido al solsticio de invierno. Curiosamente, las festividades de Saturno incluían la interesante costumbre de intercambiar regalos. La estrategia de los líderes religiosos de entonces fue adaptar estas celebraciones para atraer nuevos fieles. Plan que les ha seguido funcionando por los siglos de los siglos amén, pues cuando los evangelizadores llegaron a América aprovecharon las mismas fiestas místicas del solsticio entre Aztecas e Incas para introducir el culto a Cristo. Durante una época los protestantes consideraron la Navidad una fiesta de origen pagano y una "trampa" del Papado.

En el siglo XX ocurrió otra reinvención. Coca-Cola creó la imagen que hoy conocemos de San Nicolás, dándole esa imagen bonachona (en impactante rojo y blanco "Coke") a un santo navideño de origen turco-italiano-holandés cuyo nombre original parecía de cantante, Nicola di Bari, y en neerlandés suena como a marca de lavadora, Sinterklass, traducido por los neoyorkinos como Santa Claus. Pero en Latinoamérica Santa tiene competencia desleal, pues es el mismísimo Niño Jesús.

Probablemente la Navidad se seguirá reinventando eternamente mientras exista un niño a quien haya que engañar para hacerlo feliz.

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