Con sobradas razones se ha destacado que Caballero deja un imponente legado tanto en el campo de la historia, principalmente del siglo XX, como en el periodismo y las letras en general. Lo conocí en París cuando salí clandestino del país para asistir al XX Congreso del Pcus. Desde aquel encuentro, en enero de 1956, y hasta los últimos días antes de su muerte se fue tejiendo una amistad que se acercaba a una relación fraternal a lo largo de las arduas luchas contra la dictadura militar pérezjimenista, por la democracia y en el presente contra esta autocracia militarista.

Quiero destacar, entre tantas cualidades que tenía Manuel su perseverancia contra el militarismo y por un funcionamiento democrático de la sociedad venezolana.

Su obra como historiador destaca en aspectos fundamentales como el civilismo, la paz (Caballero no se cansaba de repetir que el período de guerras civiles quedó cancelado en La Victoria en 1903). Fue uno de los impulsores de la conmemoración de los primeros cien años sin contiendas armadas como las que azotaron al país durante todo el siglo XIX. Y lo recordaba con énfasis ante los peligros que significa la acción de un autócrata impregnada de violencia, de odios, de negación de libertades, de violación descarada de la Constitución Nacional, de la desnaturalización de la fuerza armada de lo cual dedujo todo un volumen contra la "peste militar" que nada tenía que ver con la Institución Armada y el papel que le asigna la Constitución en sus artículos 328, 29 y 30, entre otros.

El combate por la democracia a todo riesgo era, pues, una de sus investigaciones, argumentaciones y ocurrencias diarias.

Su última obra Historia de los venezolanos en el siglo XX es un buen resumen de lo principal acontecido en ese siglo. "La lucha por la democracia" es todo un capítulo. Allí escribe: "…cuando se habla de democracia no quiere decir esto una sucesión de gobiernos democráticos electos en comicios limpios, con prensa y asociación libres, equilibrio entre los poderes y todo lo que se asocia con aquel término. Todo eso es, si bien nada secundario, más consecuencia que causa porque lo básico es considerar que democracia significa sobre todo conciencia popular de la propia fuerza" (p.210)
Como periodista le fue otorgado el Premio Nacional de Periodismo. Su estilo siempre con un sentido del humor, cuando firmaba EMEZE lo era más, deja cuartillas, así se llama uno de sus libros, por millares de millares.

Manuel fue un gran humanista, un gran amigo, un conocedor de su país, de su pueblo, de sus camaradas. Era un combatiente sin tregua por la democracia y contra las autocracias militaristas, por la República Civil.