Posverdad y verosimilitud |
Escrito por Juan Guerrero | X: @camilodeasis |
Jueves, 16 de Febrero de 2017 08:48 |
Por estos tiempos la razón se encuentra en “sala de cuidados intensivos”. Más todavía, la verdad, entendida como cosa del pasado, nombrada ahora como posverdad o metaverdad (post-truth), no parece interesar a muchos. La verdad está vaciada de contenido y su comprobación, por hechos tangibles, cada vez se aparta más para dar lugar a los sentimientos y emociones, como recursos que han establecido el reino de la posverdad. Por eso en el Siglo XXI, con el renacimiento de adormecidos -ismos, la puesta en práctica de metaverdades, afianzando en la población emociones y sentimientos, explotados hasta el delirio, han conformado toda una red de redes, que cubren y adormecen la razón y la memoria de los ciudadanos. Que han sido llevados al fanatismo, la superstición y la neo-ortodoxia. La mejor expresión de esto que afirmamos podemos observarlo en las redes sociales, como Twitter, FaceBook o Instagram. En ellas aparece el sujeto, ahogado en un mar de realidad virtual, donde tiempo-espacio así como las realidades allí construidas, se aceptan como verdades únicas. Y esto es así porque las redes sociales normalmente no permiten el razonamiento reposado ni menos, reflexivo. En redes sociales eres lo que construyes, junto con tu imagen (avatar), a gran velocidad. En la posverdad no importa el hecho del acto sino la sensación, la emoción de aquello que fue o pudo ser. Y sino existió, no importa. Si lo deseo, hago que exista por encima de mi misma razón. Ante semejante realidad, importa igual el razonamiento de un físico nuclear, egresado del Tecnológico de Massachusetts que la del borrachito de la esquina. A fin de cuentas, el fin último es el deseo de llegar a Marte. Y tanto el físico como el beodo, desearían irse. La posverdad no necesita evidencias, ni tampoco hechos que la fundamenten. Basta con sentirla. Es el sentimiento de aquello que quiero y deseo que ocurra, eso que verdaderamente importa. Por ello es tan peligrosa la posverdad en boca de delirantes, como son los líderes políticos y religiosos. Y tristemente, la construcción de estrategias de información, entre ellas las religiosas y políticas, están orientadas a la inmensa mayoría de ciudadanos “despolitizados y analfabetas funcionales” usados como “masa” que debe delirar frente al político o sacerdote, erigido como líder. Siempre han existido realidades de realidades. En eso la literatura ha construido universos paralelos, soportados generalmente en la razón. La verosimilitud, como aquello semejante o similar a la verdad, es en literatura como en física o estadística, una estrategia usada para alcanzar, construir realidades-otras, que expliquen de manera objetiva y lógica, la realidad real. Y curiosamente ha sido un escritor, Jorge Luis Borges, muy probablemente, quien se adelantó a eso que hoy conocemos como realidad virtual y red de redes, con su cuento, El jardín de senderos que se bifurcan, hacia 1941. Pero la posverdad, como opuesta a la verdad real y a la verosimilitud, tiene su propia lógica que se soporta en la base de una opinión pública, generalmente desinformada y manipulada. De ahí que una característica de esta población, sea su tendencia a la banalidad y en consecuencia, a banalizar aquello que no quiere aceptar. El rechazo no viene dado por la razón sino por la emoción del momento, que está a un paso siempre del delirio. En el universo de las redes sociales, como mundo meta-real, todo resulta verdadero. Sobre todo, aquello que anhelo creer. No olvidemos que políticos delirantes, como Hugo Chávez o Donald Trump, han hecho de las redes sociales instrumentos fundamentales para la construcción de sus posverdades. La evidencia es demoledora en la penetración que han logrado para alterar las mentes de sus seguidores. Sin embargo, la medicina como antídoto que siempre existe para estos afiebrados y delirantes sujetos históricos, ha sido y será, la destellante y alucinante realidad real.
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