Play Ball
Escrito por Narciso Guaramato Parra (economista)   
Miércoles, 13 de Octubre de 2010 01:54

altEl 12 de octubre se da inicio al deporte rey de Venezuela. A pesar de la alegría que me causa los logros alcanzados por el baloncesto, el futbol o el voleibol, no se puede negar que es el béisbol, el deporte que está arraigado en nuestros corazones. Con el grito tradicional de ¡play ball!, se despiertan las pasiones, las esperanzas de los fanáticos y los sueños de la juventud de estar en el terreno jugando con sus ídolos. Durante nueve entradas, aunque estemos divididos entre magallaneros, caraquistas, zulianos, aragueños, larenses, guaireños o caribes, el juego nos une en una sola fiesta. Por lo tanto hoy quiero rendir un pequeño homenaje al deporte de mi padre, explicando porque el béisbol es tan importante para mi familia.

El béisbol que yo viví fue el de la categoría AA, organizado por la Liga de Beisbol del Municipio Libertador (LIBADELI) en las décadas de los 60’s y los 70’s y que realizaba sus juegos en el Estadio Universitario y el Chato Candela en la parroquia 23 de Enero.

Según muchos entendidos en la materia era una pelota de gran calidad, son numerosos los jugadores que se desempeñaron en esta categoría que pudieron haber jugado fácilmente en el béisbol profesional pero prefirieron utilizar una fórmula que les generaba un mayor nivel de ingreso con una mayor estabilidad y seguir practicando el deporte que amaban, algunos lo llamaban marronismo. (por el color del billete de 100).

Los jugadores eran contratados como entrenadores  deportivos y eran invitados a formar parte del equipo de béisbol aficionado de la empresa. Por ejemplo los jugadores del equipo Vigilantes eran entrenadores deportivos del cuerpo de tránsito terrestre adscrito al Ministerio de Transporte y Comunicaciones. De esta manera, como los juegos eran en horario nocturno y fines de semana, podían tener otro trabajo, logrando tener sin muchas dificultades dos sueldos, con  lo cual accedían  a un mejor nivel de vida. La mayoría de los jugadores proveían de  familias muy humildes.

Mi béisbol no fue el profesional por una cuestión de comunicación y mercadeo. Para la época no eran comunes las transmisiones televisivas del béisbol y yo nunca fui un aficionado de la radio, nací, crecí y me desarrollé con la televisión. Aunque sea incomprensible para mis hijos,  veìa Gasper y el conejo de la suerte en blanco y negro y en idioma ingles. Básicamente había que ir al estadio para ver los juegos. Igualmente no existía eso de tener franelas, gorras, camisas y demás productos alegóricos al equipo. Mi gorra  era la que mi papa dejaba cuando el vigilantes adquiría un nuevo juego de uniformes. Sin embargo cuando fui creciendo conjuntamente con la tecnología pude ser Magallanero.

A pesar de lo comentado anteriormente, no me fueron extraños varios de las estrellas del béisbol venezolano. El patón y el chico (el segundo fue padrino de mi hermano) eran prácticamente de la familia al igual que Elías Lugo. Era muy común  que nos encontráramos a Vitico y  a Cesar Tovar en los expendios de bebidas que se encuentran por los lados de preferencia en El Universitario. Todavía recuerdo el especial cariño que nos tenía el loco Torres, y la grata sorpresa cuando en una reunión social escuché un grito: ¡GUARAMATO! proveniente de la garganta de Baudilio Díaz, quien expresó a todos los presentes que gracias a mi padre aprendió a batear hacia la banda contraría, con lo cual se convirtió en un temible bateador, se podrán imaginar el orgullo que sentí por mi papá en ese momento. Y finalmente, cada 23 de enero era obligatorio la asistencia a la casa museo del  Chico (en la avenida panteón a dos cuadras de donde viven mis padres) para celebrar su cumpleaños, comer mondongo o pabellón y escuchar sus cuentos. Ese día era visitado por la gran mayoría de los jugadores del Caracas y sus más apreciados amigos. Era normal ser recibido con el grito de Carrasquelito: ¡ISABEL ECHALE MAS AGUA A LA SOPA!.

Mi béisbol no fue el de grandes ligas  por razones casi idénticas a las del béisbol profesional. Aparte de la casa del chico, mi único contacto con el gran béisbol fue una serie jugada entre el equipo del cual me haría seguidor posteriormente, lo Rojos de Cincinnati y los Piratas de Pitsburg. Asistí a uno de los juegos gracias a unos boletos que me obsequiaron en el Colegio La Salle de Tienda Honda, donde cursaba la primaria. Lo principal que recuerdo de ese encuentro es que confundí a Clemente con Cesar Tovar, grave error que era prueba de mi ignorancia sobre el béisbol del norte. Años más tarde fui ganado por la gran maquinaria roja  y me convertí en uno de los seguidotes del mejor equipo que ha existido.

En fin mi béisbol, el cual formó parte importante de la primera parte de mi vida, la etapa crucial, fue el béisbol aficionado categoría doble A, de la Liga de Beisbol Aficionado del Departamento Libertador (LIBADELI), en donde jugó el equipo de mi papá: VIGILANTES  DE TRANSITO BBC.

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@guaramatoparra


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