Del fascismo reasomado
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 15 de Enero de 2024 07:32

altDesde la década de los ´80 del ´XX, sabemos de la sostenida denuncia en torno a la exagerada

y contrastante prosperidad de muy pocos países,  cuales islotes en un gigantesco mar de miserias. La literatura de divulgación transmitió la profunda preocupación de los especialistas que intentaron dibujar con la mayor precisión posible, los escenarios posteriores a la guerra fría.

Demasiado obvio lució que, en el marco de una creciente y exigente globalización, se diera una generalizada invasión, en un caso, desesperada y espontánea con el desplazamiento masivo de personas hacia territorios más organizados y fiables que garantizaran algunos mínimos: la alimentación de la prole, empleo, seguridad social y personal, en libertad. Y, en el otro, específica y dolosa al convertirla en un mecanismo de extorsión de los regímenes inescrupulosos tan urgidos de aliviar las más peligrosas tensiones con la expulsión de facto de sus connacionales. 

Escandalizada e indispuesta a asumir el costo, Europa occidental fue la meta de los más orientales del continente que apenas iniciaban la dura etapa del postcomunismo. Latinoamericanos y caribeños comenzaron a aportar cada vez mayores contingentes al compás del desarrollo delictivo, comercial y gerencial de un coyotaje que tampoco logran neutralizar y destruir los distintos gobiernos estadounidenses. En definitiva, bien lo ejemplifica África subsahariana, no hubo ni hay forma y fórmula capaz de atajar la migración ilegal excepto haya una deseable, real y efectiva cooperación para que el mundo subdesarrollado supere tan trágicas condiciones de vida, igualmente liberándose y democratizándose, por no mencionar las amenazantes teocracias de expansión.

Así las cosas, antaño, aquellas inocentes y remotas invasiones, como se presumieron, adquieren una extraordinaria jerarquía política, descubierta las ventajas de un arma biológica, como la incentivada población que se desplaza para irrumpir y colapsar los servicios públicos de otros países, por decir lo menos, funcionando como un antes impensado dispositivo de extorsión. Es nuestra la impresión que, en los países prósperos sometidos a un constante asedio de inmigrantes ilegales, la opinión pública todavía no asume adecuadamente el problema debido, entre otros factores, al predominio del llamado discurso políticamente correcto,  alérgico a sincerar la realidad.

Se ha implantado un formidable repertorio de simplicidades, prejuicios y otras necedades que revelan un extraordinario retroceso del pensamiento y del propio liderazgo político. No adquiere mayor trascendencia cualesquiera otros planteamientos, por lo menos, más consistentes, razonables y convincentes, ganados por una estúpida autosuficiencia: a modo de ilustración, un reciente texto de Pedro García Cuartango para ABC de Madrid (https://apuntaje.blogspot.com/2024/01/memorandum.html), recordaba a sus envanecidos paisanos que España también fue un país de emigrantes.

FASCISMO

Días atrás, en un barrio obrero de Roma,  la sede del Movimiento Social Italiano (MSI), origen del partido gobernante Hermanos de Italia, escenificó el acto alusivo a un nuevo aniversario por la muerte de tres miembros de un grupo juvenil neofascista, acaecida en 1978. Con razón, escandalizó que emplearan el característico saludo (https://www.youtube.com/watch?v=nBVbsbXsai4), prohibido legalmente, sin que la primer ministro, Giorgia Meloni, se pronunciara al respecto, al menos, inmediatamente.

Es natural que el fascismo encuentre acogida en la sociedad a falta de mayores y mejores argumentos para afrontar el problema de la inmigración ilegal que le resta, se dirá, oportunidades de trabajo a los italianos, por lo demás, reunificados tardíamente tras la gesta emblematizada por Garibaldi.  Es mucho más simple, expedito e instantáneo inculpar a los ilegales, extendiéndose a los legales de semejante origen, respecto a todos los males padecidos o por padecer: inicialmente por la raza y etnia, hasta dar con una supuesta e imposible pureza de los peninsulares, como soporte político de un fenómeno que significó la desgracia de Italia y que, al mismo tiempo, paradójicamente con Mussolini, tiende a confundirse con la identidad nacional.

Sabido por todos, Venezuela por siempre abrió sus puertas al mundo y, más aún, en las etapas de esplendor de la renta petrolera, e, incluso, recordemos, hubo también manifestaciones de xenofobia que no consiguieron terreno fértil por la decidida determinación y firmeza de los gobiernos democráticos al igual que por la conducta y la convicción expuesta, permanente y literal de los distintos y principales partidos en la escena. Hubo seguramente intentos de una completitud nacionalista, chauvinista y abiertamente fascista, pero la claridad y profundidad del liderazgo político del centro democrático  evitó que fuese más allá.

No lucen del todo convincentes aquellos que dicen demostrar una básica vocación de centro de Meloni, a quien las circunstancias fuerzan al equilibrio necesario, pero es necesario observar atentamente un desempeño que puede marcar una pauta continental, más y menos riesgosa. En una entrevista realizada a Enric Juliana, director del diario madrileño Vanguardia, manifestó: “Otra cosa distinta es el caso de Meloni. Su experiencia es compleja. No es una persona solo de la cultura del MSI. Es una persona que también estuvo muy cerca de Berlusconi en el periodo del Popolo della Libertà. Meloni no es Pino Rauti, no es la ortodoxia. Más bien es La Derecha. Lo que puede representar Meloni, muy distinta de Salvini, es un retorno a la tradición. La dignificación de la derecha tradicional, clerical, familiarista. Un retorno de una italianidad vinculada a los valores tradicionales; más a la tradición que a la identidad. Lo que ella plantea es que para el siglo XXI lo que ha sido la Italia del siglo XX no nos sirve para nada” (*).

Por cierto, una ventaja para la denominada antipolítica, como es la pérdida de universalidad, igualmente se dirá qué a nadie le importa la suerte de Italia, Cuba, o Irán, o cualquier otro país que se nos antoje, gracias a la extraordinaria miopía desarrollada en más de veinte años de socialismo. Empero, sería el colmo andar de espaldas a la Vía Láctea, sobrados y autosuficientes, ante ese algo que se asoma: el fascismo.

(*)           Daniel Vicente Guisado y Jaime Bordel Gil (2021) “Salvini & Meloni, hijos dela misma rabia: cómo la derecha radical conquistó la política italiana”. Apostroph, ¿Barcelona?: 242).

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