Protección social en Chile: el apagón de la economía chilena
Escrito por Axel Kaiser   
Miércoles, 24 de Junio de 2009 21:46

A pocos meses de celebrarse las próximas elecciones presidenciales chilenas, que confrontan al candidato de la alianza de gobierno, el democristiano y ex presidente de la república Eduardo Frei, con el empresario Sebastián Piñera, de la centro derecha, surgen serios indicios de nubarrones en el horizonte de la exitosa economía chilena. Axel Kaiser, investiogador chileno del Instituto Democracia y Mercado, escribe el siguiente análisis, publicado originalmente en webarticulista.net.


A estas alturas para nadie debiera ser un misterio que Chile se encamina hacia un modelo de estado de bienestar al estilo europeo, en el que se prioriza la redistribución por sobre la productividad. El proceso comenzó en el gobierno de Ricardo Lagos – quien lo defiende en su último libro- y se intensificó en el de Michelle Bachelet. Los resultados están a la vista: después de haber crecido a tasas cercanas al 8% en la década 1987-1997, sólo crecimos la mitad en la última década, situándonos por debajo del promedio mundial. Pero la atrofia del aparato productivo se presenta más clara aún cuando se examina la evolución de los índices de productividad: luego de un incremento cercano al 4% en el período 1991 -1995, ésta se desplomó en el período 1996-2000, situándose en un magro 0,2%. Con una leve mejora en entre los años 2000-2005, volvió a caer en los años 2006 y 2007 ubicándose en un -0,7% y -0,3% respectivamente, tendencia negativa que se confirmó el año 2008.

 

Con 16.000 empresas menos creadas el año 2006 respecto al 2002, nuestro descenso en el ranking de facilidad para hacer negocios que elabora el Banco Mundial fue de 16 puestos en apenas tres años. En ese contexto, no tiene nada de raro que los niveles de desempleo estén superando las expectativas. Y es que el gobierno de Bachelet ha hecho poco por mejorar las condiciones de eficiencia de una economía cada vez más rezagada. Ese es el fracaso no reconocido del ministro de Hacienda Andrés Velasco, quien será recordado por no despilfarrar el dinero caído del cielo en tiempos de la burbuja mundial del consumo – no es poco para un gobierno socialista-, pero que también lo será por no haber sembrado mucho para cosechar en el futuro. Ni flexibilidad laboral, ni eficiencia en el gasto público, ni proyectos sustanciales pro emprendimiento. En todo eso el ministro Velasco quedó al debe. De hecho apoyó, casi con entusiasmo, el “sello” benefactor del gobierno Bachelet, vistiendo de Harvard políticas económicas al más puro estilo socialista europeo. Para justificarlo, ha sugerido que ni Irlanda ni Estonia serían modelos a imitar para Chile, bajo el falaz argumento de que la recesión en estos países es mucho peor que en el nuestro. Pero todos sabemos que el problema actual de ambas naciones poco tiene que ver con las políticas económicas de fondo que adoptaron hace décadas para llegar al desarrollo.

Una segunda falacia - y sin duda la más importante - en la que se apoya el discurso pro Estado de bienestar, dice relación con la paz social. Las redes de protección, insiste el gobierno chileno, serían necesarias para mantener un clima pacífico en la sociedad. Pero lo que la evidencia muestra una y otra vez, es que el asistencialismo benefactor del Estado tiene una dinámica de crecimiento que finalmente termina por sofocar al organismo del que se alimenta. En otras palabras, paz para hoy, conflictos para mañana.

Lo perverso de la retórica redistributiva es que, dada su alta rentabilidad electoral, una vez instalada es extremadamente difícil de resistir. Es cosa de ver cómo de cara a las presidenciales de este año la oposición, para gran deleite del oficialismo, ha prometido mantener la red de protección social, a lo cual este último replica que la profundizará. Y así comienza la puja por ofrecer más de los siempre escasos recursos para cubrir necesidades sociales ilimitadas. Como es obvio, en algún punto la situación se torna insostenible y el Estado debe comenzar a recortar los privilegios otorgados desatando violentas y masivas reacciones de los múltiples grupos beneficiados. Priorizar la protección social por sobre la productividad se convierte así en una bomba de tiempo para la paz social y en una hipoteca para las posibilidades de progreso de cualquier país. Baste ver la conclusión a la que llegó Baldur Wagner, ex secretario de la República Federal Alemana, después de décadas de Estado de bienestar en Europa: “La falta de inversiones y el alto desempleo, el déficit presupuestario, un récord histórico de las contribuciones e impuestos son los factores que actualmente caracterizan la situación económica en Alemania y en Europa en general”. Y agrega: “Hay que disminuir el tamaño del Estado. La expansión de las actividades del Estado en el pasado ha reducido los ingresos de los ciudadanos masivamente, disminuyendo así sus posibilidades de autoabastecerse y debilitando su iniciativa propia”. Schroeder lo entendió y reformó parcialmente el agotado sistema benefactor alemán dando paso a una época de auge económico como no se veía en mucho tiempo. El costo fue la reelección.

Mejor Chile se empieza a preocupar desde ya por la productividad, de lo contrario la situación económica seguirá deteriorándose hasta que sólo le quede la ingenua esperanza de que algún grupo político esté dispuesto a inmolarse por el bien del país.
 

(*):  Investigador, Instituto Democracia y Mercado

Fuente: Webarticulista.net


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