Pensando en positivo
Escrito por Álvaro Pérez Capiello   
Viernes, 02 de Octubre de 2009 07:11

altDesde hace unos años, comenzaron a aparecer en las páginas de los diarios algunas señales de advertencia acerca de las graves consecuencias del recalentamiento global. Hoy, a la luz de los desastres naturales que han sacudido el planeta, esta preocupación adquiere connotaciones sombrías.

La utilización indiscriminada de combustibles fósiles, la polución ambiental, los riesgos de la sobrepoblación, han convertido a la Tierra en una verdadera bomba de tiempo. No se trata aquí de ser alarmistas, o adquirir el semblante de auténticos profetas del desastre, después de todo, el futuro es cambio, y los seres humanos somos capaces de trocar los errores del pasado en un aprendizaje positivo.

Siglos atrás, Michel de Notredame, mejor conocido en la historia como Nostradamus, vaticinó en sus centurias una era caracterizada por catástrofes ambientales, guerras, epidemias y conmociones económicas, donde las monedas perdían todo poder de compra y el hambre era un vestido general. Tal cosa es una señal de advertencia para la raza humana, guiada hacia el materialismo, el egoísmo y la autosatisfacción. Quienes apuestan por el libre albedrío, han mantenido una pugna feroz con los destinistas, motivados por la existencia de un poder superior capaz de controlar todos los eventos del mundo real. En verdad, ambas corrientes de pensamiento representan las dos caras de la misma moneda. Por cuanto si los eventos no son susceptibles de cambiarse, al menos lo es la percepción que manejemos sobre ellos en el complicado mundo actual. En este sentido, somos los maestros de nuestra vida, quienes creamos continuamente una extensa gama de futuribles para aprender y alcanzar un estado de goce espiritual.

El pensamiento positivo mantiene alejado al psiquiatra. Ello cobra un importante significado, máximo en una época de satisfacciones inmediatas, gobernada por la tiranía de los relojes, la aparición de necesidades y de bienes destinados a satisfacerlas. La frustración surge cuando la realidad objetiva no se ajusta a la imagen especular que habíamos construido de ella. Un ejemplo interesante acerca de cómo pueden conjurarse las experiencias negativas, está contenido en el taquillero filme La vida es bella, ambientado en los difíciles años del nazismo, en las calamidades pasadas por el pueblo judío derivadas de la llamada Solución Final de Hitler, inspiradas en prácticas xenófobas y leyes raciales que violaban los derechos fundamentales del ser humano. La vida es bella es un canto de esperanza a la mitad de uno de los períodos más oscuros de la historia.

El arte es también un vehículo capaz de conectarnos con nuestro ser interior. No en balde, grandes obras de la literatura como El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, han nacido a contrapelo de difíciles situaciones ocurridas en la existencia de sus autores. Pensemos en un Miguel de Cervantes Saavedra preso, en Edgar Allan Poe consumido por el alcohol, en Amadeo Modigliani, arruinado y víctima de sus excesos, o en Paul Gauguin alejado de su familia en una isla del Pacífico Sur.

No existe pues una receta que eduque al común de los hombres en las artes de la vida. Como bien lo expresó Madame de Barratín en unas certeras, pero no menos desgarradoras líneas, “hay una sola cosa que podamos dar aun cuando no la tengamos: la felicidad”.

Fuente: 2001


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