Novela política
Escrito por Freddy Marcano | X: @freddyamarcano   
Martes, 02 de Mayo de 2023 00:00

altLo que ha ocurrido en Colombia, simplemente, no tiene nombre.

Las consecuencias políticas ya se hacen sentir al confundirnos y desmoralizarnos en Venezuela. ¿Dónde está toda la unidad y toda la conducción política? ¿Por qué exponerse a cualquiera de los caprichos del régimen y sus aliados? ¿No hay vocero que de información al respecto, solo silencios de sus elementos? Estas son algunas de las preguntas que se hacen muchísimos de nuestros compatriotas o paisanos dentro y fuera del país; preguntas que no tienen otras respuestas que indiferencia y desprecio porque aquí y allá se ha impuesto la supervivencia, la simple supervivencia como una obligación que es indelegable, y no da tiempo para más.

En primer lugar, no hay un liderazgo de conducción.  Tuvimos el interinato, cuyo cuestionamiento era inevitable por sus modos y privilegios frente al hambre, pero resuelta o eliminada no se podía negar la existencia de Juan Guaidó al que todo el mundo apostó con verdadero entusiasmo.  Pongamos que él estaba bien dateado y que el gobierno al fin le pondría los ganchos, por lo que decidió huir a Colombia donde estaba la delegación conformada para los diálogos de México, nombrada por el G-4, no por la totalidad de la Asamblea Nacional y además contó con el aval del interino,  esto en nombre de los venezolanos, a los que juran representar, aunque nadie los haya votado directa o indirectamente.  Cada quien estuvo en Bogotá a la libre. Para más colmo, se supone que hay una dirección política de la Plataforma Unitaria, que no tiene o no se sabe de la existencia de un coordinador principal y uno dedicado a lo internacional, pues si están, nadie los conoce.

Ni una palabra han dicho públicamente en los últimos tiempos sobre cómo va el clima, si va a llover o no, a modo de ilustración.  Para colmo, un partido de esa plataforma, a contracorriente de la dirigencia de los otros partidos que están exiliados en Colombia, armó un zafarrancho de protesta en la Plaza Bolívar de Bogotá contra el gobierno de Petro más que el de Maduro, ante la comprensible cautela de los venezolanos que están por aquellos lares desesperados por trabajar en paz.  Una protesta contraproducente. Toda esta faena está redondeada por el cómodo silencio de los jefes de partido que no opinan sobre la situación meteorológica, y no se meten en el drama de los venezolanos.  Jefes políticos reales que lanzaron sus candidatos presidenciales para no exponerse políticamente.

A esta desorganización en la conducción política se suman las propias diligencias del presidente Petro: una conferencia, una mesa, o quién sabe qué instancia, para tratar de sacarle las castañas del fuego a Maduro, donde no sienta a ningún referente importante de la oposición, o, por lo menos, las dos o tres personas que encabezan las encuestas en Venezuela, y ni siquiera una agenda previa para conocer el tema o temas que se van a incluir.  Y, por supuesto, sabiendo del altísimo e innecesario costo político en el que hubiese incurrido, no sienta a  Guaidó ni lo agarra preso, sino le pide a Washington que se lo lleve, como en efecto ocurrió para escenificar un brevísimo capítulo de la telenovela en el aeropuerto de Miami, con su morralito, sin afeitar, solo; la imagen de un protagonista que perdió un encuentro desleal.  Ni a José Bardina o Raúl Amundaray se le hubiese ocurrido semejante escena para conquistar el amor de Lupita Ferrer o Marina Baura.  E, insuficiente la cosa, organiza un almuerzo lejos del centro de los acontecimientos para la delegación venezolana de México, comparte el preámbulo, se deja tomar fotografías  y, al rato, se marcha a comer en otro sitio.  Los conoció, personalmente, y  nada más, porque en el Palacio de Nariño, él y su canciller nunca han recibido a Gerardo Blyde, Omar Barboza, los jefes de lo que sigue siendo el G-4, por una sencilla razón: entre ellos se pelean por esa jefatura y cada vez que creen ejercer el liderazgo en comandita, se hacen mutuas trampas.

Lo peor es que todos estos acontecimientos nos agarra, entonces, sin liderazgo político, machacados o triturados aquellos dirigentes que tienen mucho que decir pero no los dejan, incluso, algunos son de los miembros de la  Asamblea Nacional 2015; los que se ocupan de los problemas fundamentales del país son contados con los dedos de la mano, y quizá me sobren. Algo muy diferente decir la Asamblea Nacional, todavía legitima para algunos, convertida en ficción de Disney porque, que sepamos, a ninguno de los integrantes de su junta directiva se les convidó a Bogotá ni a  cualquier otro sarao, muchísimo menos a un almuerzo presidencial de un ratico.

Esta novela política por la que está pasando,  o experimentando el venezolano, es parte de lo que viven y visualizan los ciudadanos de a pie quienes, realmente, están dedicados a su supervivencia  porque para nadie es un secreto, ni para los que están en Bogotá, que la crisis se incrementa cada día y se adicionan cada vez más variables que complican la situación. Para un sector es primordial que le quiten la soga del cuello y le devuelvan los churupitos que tanto falta le hacen para su ostentosa y boliburguesa vida. Ese sector no habla de devolver lo que se han robado que sobrepasa lo que están pidiendo les devuelvan; y el otro sector se encuentra sin una unidad palpable, buscando quien asoma la cabeza para abrogarse el liderazgo opositor. Hemos insistido, resistido y persistido a la espera de un contexto menos incierto para el final de esta historia. Los venezolanos como buenos espectadores lo que queremos es un final feliz para esta telenovela.

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