Una historia de pifias
Escrito por Rafael del Naranco   
Viernes, 24 de Julio de 2009 07:10

alt"Venezuela es un espacio pequeño para las ambiciones de Chávez. Necesita desarrollar su contiendas - conjeturadas unas, reales otras- sobre el planeta"
El canciller Nicolás Maduro no será experto en diplomacia, desconocerá el sentido de la disuasión, tendrá arrebatos de revolucionario de medio cuño, ignorará quiénes fueron Disraeli, Talleyrand o Chateubriand: no importa, es fiel al Comandante y ésa es su mejor cualidad, al ser el hombre-muro en refriegas, el guardián del centeno en los aposentos de Miraflores.

Ayer dijo: “Hemos entrado en una fase de revisión integral de las relaciones con Colombia y ese escrutinio tendrá medidas específicas que anunciaremos en su momento”. Santa palabra bendecida.

El nuevo impasse entre Venezuela y Colombia es causa directa de esas computadoras de Reyes, que no duermen la paz de los justos, sino que, al existir en Bogotá la separación de poderes, la Fiscalía las sigue investigando en profundidad. Por tanto, añejos lodos pútridos traen los mazacotes de hoy con sus secuelas biliosas.

El vecino país no olvida, Caracas palpita, y en esa pelea subterránea, la guerra es a machete. Las bases norteamericanas son un pretexto ahora urdido por el fracaso en Honduras, y un desahogo arrecho del Caudillo. Venezuela es un espacio pequeño para las ambiciones de Chávez. Necesita desarrollar su contiendas -conjeturadas unas, reales otras- sobre el planeta. Y en eso anda; ve molinos de viento y los confunde con gigantes.

Si Obama le hubiera hecho una llamada telefónica con invitación incluida a Washington, a modo de otros presidentes del continente sudamericano, otro gallo cantaría.

Al principio, el inquilino de la Casa Blanca era para Chávez la esperanza tras el protervo de Bush; al no hacerle ni el menor caso, se volvió perverso.

Los deslices del Jefe del Estado son ya de antología, y la asombrosa capacidad para decir hoy una expresión y mañana otra distinta, llenaría un diccionario de absurdos. Se volvió un especialista en agravios. Contra Álvaro Uribe se pasó de castaño oscuro una y varias veces. Los insultos lanzados sobre el presidente de Colombia, merecen ser recordados como expresión de la ignominia.

Hace ya varios meses, en uno de sus maratónicos programas domingueros, tras llamarle “cobarde, mentiroso y cizañero”, aseguró que una persona así “no merece ser presidente”, pero sí “sirve para ser jefe de una mafia” y aseguró que “tiene fuertes conexiones con el paramilitarismo”. Igualmente le dijo: “Uribe, qué triste terminar como peoncito del imperio”.

Hugo - dueño de la Hacienda Pública - recibe de los Estados Unidos divisas a puñados por la venta de petróleo, y eso lo hace más dependiente de imperio que unas pequeñas bases militares. A su vez: mientras el arsenal bélico de USA reciba crudo suficiente, el capataz de esta pequeña Ínsula Barataria puede dormir a pierna suelta y jadear si lo desea.

Mañana, pasado, o un poco más tarde, Chávez llamará nuevamente a Uribe “hermano del alma”, y así seguirá la cantaleta hasta el próximo capítulo de esta telenovela de equívocos más larga que “El derecho de nacer”.


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