Narcorevolución
Escrito por Asdrúbal Aguiar (abogado)   
Sábado, 18 de Julio de 2009 21:11

altEl diario madrileño El País acuña el jueves 16 un titular penoso para la Venezuela decente. Su texto dice de nuestra conversión en un “narcoestado” y refiere la corrupción que mina al gobierno de Hugo Chávez, al Ejército y a los demás cuerpos de seguridad, propiciadora del clima de permisividad que hoy nos hace nación  impresentable.



Hiere más, sin embargo, la respuesta displicente del primer responsable de tan indigna situación, que en nada atenúa su escapismo de oficio y la excusa de que se trata de agravios puestos en circulación por laboratorios de la infamia norteamericanos.

En cuanto a lo primero, decir que somos un “narcoestado” cabe ponerlo en cuestión. ¡Y es que Venezuela ha mucho no es Estado!, si lo entendemos como un orden institucional y de poderes funcionalmente separados, construido a la manera – si se quiere y como lo imagina Tomas Hobbes - de un Leviatán o Dios mortal cuyo fin es protegernos y lograrnos una vida armónica.

LA IMPUTACIÓN DE “NARCOCRIMINAL” mejor se corresponde, pues, con el individuo o la mafia de quienes sobre la nada social e institucional del país favorecen, por interés propio o como medio para apuntalar desmanes revolucionarios, la instalación del narcotráfico sobre el fundo de arrejuntados en que hemos derivado los aquí nacidos y durante el trascurrir de la última década.

Sólo por falta de Estado le es posible a Chávez, desde 1999, afirmar su relación con la fuente del narcotráfico occidental: las FARC. Ello no es un secreto a voces. Y mucho ilustra acerca de tal vínculo – disimulado tras lo “ideológico” – tanto la información contenida en la computadora del fallecido jefe guerrillero colombiano Raúl Reyes como la documentación oficial – suerte de cuenta presidencial – elaborada por el Capitán Ramón Rodríguez Chacín, Tarazona de nuevo cuño.

Las toneladas métricas de cocaína trasladadas desde Venezuela hacia el resto de América Latina – incluida la polémica Honduras de Zelaya –, Europa y el África, suben desde de 50 en 2004 hasta 260 en 2007; y los vuelos realizados pasan de 109 a 178. El negocio del narcotráfico se cuadruplica así para las esferas del poder criollo, apuntaladas por la producción que les cuida y protege la guerrilla vecina. Somos, en suma, “el principal centro de distribución” de drogas en el Hemisferio.

No por azar Chávez defiende a brazo partido la coca boliviana y hasta la mastica para debilitar las resistencias que al consumo opone la población potencialmente consumidora de venezolanos. Realiza un trabajo de relajamiento deliberado de la moral que aún acompaña a amplios estratos del país y lo diluye tras los fuegos artificiales del Socialismo del Siglo XXI, cuya finalidad - hoy se constata - es derivarnos como conjunto humano – volvamos a Hobbes-  en “una confederación de seres falaces”, hijos de las tinieblas y amamantados por el crimen.

EL DATO EMPÍRICO DE LAS MUERTES por homicidio cada hora y cada día, sea cual fuere la excusa “bolivariana”, hace válida la afirmación objetiva de que Chávez y su equipo integran un “narcoestado” o, mejor, son los progenitores de una “narcorevolución” que hace presa de Venezuela y la lleva hacia su destrucción.

Vayamos a las cifras. Para febrero de 1999, cuando aquél asume el poder el saldo anual trágico es de 4.550 homicidios. La violencia, entonces de raíces complejas, se atribuye a la anomia política. Pero suben en 2006 a 12.257 los asesinatos. Tantos que, entre 1999 y 2006, suman 116.147 las muertes, en una cantidad que se eleva demencialmente hasta llegar a 52 los asesinatos por cada 100 mil habitantes en el año 2008, cuando ocurren 14.600 homicidios.

No cabe el alegato del incremento poblacional, por cuanto el crecimiento de la criminalidad y el correr de la sangre inocente – infantil y juvenil – desborda toda correlación. Y tampoco cabe el argumento del incremento de la pobreza o de la miseria, pues nunca un “Estado” ha sido tan rico y dilapidador – hoy en ruinas – como el administrado desde 1999.

El componente central del “ajuste de cuentas” que anega nuestra geografía con sangre “roja rojita” se explica, en fin, por la indicada corrupción del gobierno y de las policías, penetrados desde las más altas esferas por el narcotráfico y su espíritu disoluto y ahora dedicados al lucrativo negocio del Secuestro Express.

Bien dice un ex presidente de Colombia sobre la paz y sosiego que llegan a la nación neogranadina luego de medio siglo sujetos a una guerra revolucionaria fratricida, pariente de la actual venezolana, apoyada en el negocio criminal de mayor peligrosidad y efectos transnacionales conocidos: la droga. Y es que, según él, dicha actividad y sus cárteles esta vez encuentran asiento propicio en la Venezuela del Comandante Chávez.


















 


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