Cuando se busca revivir parajes pretéritos, basta considerar (a conciencia) el valor de algún recuerdo que haya llenado un momento especial.
Entonces, ¿cómo dejar de hacerlo si recordar es volver a vivir tantas veces como pueda acariciarse ese recuerdo? Porque si “recordar es vivir” tal como reza el léxico popular, es porque expresa el deseo humano de sobrevivir. Y sólo ello es posible, en los recuerdos pues siempre están a la orden de sentimientos y esperanzas.
Esta disertación, elaborada en memoria de quien fuera gran maestro de muchos, mi padre, José Miguel Monagas, a 38 años de su partida de este mundo, tiene como propósito recorrer una parte del trayecto entre el pretérito y la actualidad. Ello, a manera de sentir lo que mejor de él, pueda recordarse. Aunque se dice que los recuerdos no suelen compartirse por aquello de que nadie tiene exactamente los mismos recuerdos de otros. Ni tampoco los mismos sueños.
Además, nadie puede despojarle a otro recuerdos propios. Porque los recuerdos se acrisolan igual como se sublima una piedra preciosa. Así que juntando los recuerdos, se forja y modela el álbum de recortes de la vida que todos cargan consigo.
Momentos aquellos
Vale recordar cuando José Miguel Monagas, en sus pedagógicas charlas remarcaba que “(…) hay gente que entra a la vida de otro para mejorarla, mientras que otras salen para mejorarla aún más (…)”. Quizás, era la razón mediante la cual sostenía que “(…) las personas no se buscan en la vida ya que la vida se las presenta (…)”
A todas estas, se empecinaba en asegurar que había que vivir a sabiendas que la vida, igual que la naturaleza, tiene su propia fuerza. Por tanto, en aras de ese respeto hacia la Tierra, debía aceptarse “(…) lo que tenga que pasar (…)” Aunque luego agregaba una frase del filósofo judío-holandés, Benedictus Spinoza quien manifestaba que “el orden y conexión de las cosas es el mismo que el orden y conexión de las ideas”.
Analizando a José Miguel Monagas a la vista de las insidiosas y actuales realidades, puede afirmarse que se permitía articular conceptos dirigidos a destacar la trascendencia y significado de la educación. Tanto, como para dar cuenta que la vida es como adentrarse a una singular paradoja e imbuirse en sus juegos semánticos.
Sin embargo, la posibilidad de atravesar los límites del tiempo y recorrer el camino entre la década de los setenta y ochenta del sigo XX y lo que se ha avanzado en la ruta del siglo XXI hasta completar el primer cuarto vida del actual siglo, deja entrever la degradación que padece la educación. Lo cual contrasta con las inquietudes que en materia de educación, debidamente argumentadas por el Maestro José Miguel. Sus convicciones y conocimiento en dicha materia, le hacía afianzar sus esperanzas de recuperar virtudes extraviadas, y que por causa de la dinámica social y política, eran causa directa del desorden que tendía a afectar la educación. Muy a pesar, de exaltar su naturaleza conceptual, metodológica e instrumental como “punta de lanza” del humanismo democrático, comprendido como objetivo social , cultural y político a alcanzar.
Reflexiones de sus análisis de prensa
En sus escritos, plasma reflexiones que propenden a desnudar las realidades que hoy se padecen. Por ejemplo, en noviembre de 1977, refería que la educación podía entenderse como ancla y poder. “(…) Ancla, porque puede detener a los pueblos en el tradicionalismo, y así conservarlos clavados en el status quo desde donde pueden mantenerse mirando hacia atrás. Tal como la Biblia alude a la mujer de Lot” (Aut. cit. El Estado y la educación en América Latina. Diario El Vigilante. Mérida; p. 4)
Pero tanto como la educación pueda fungir como “freno del desarrollo”, según la ideología política a la cual se plieguen sus contenidos curriculares, propósitos educativos y procesos didácticos, la educación tiene la condición para convertirse en poder. Explicaba el doctor en Derecho, J.M.Monagas, “(…) poder para inflar velas y acelerar la marcha de la Nación. Poder para impulsar el país hacia el progreso y el bienestar colectivo. Poder para hacer avanzar al pueblo en el camino de la historia” (Ídem)
Si bien la diversidad de escenarios que describe la trastornada realidad nacional andada, podría ser razón de peso para intentar una explicación que justifique el problema que ha afectado la educación, aludir a la diversidad de realidades tampoco es causa para compadecerse del caos que está viviéndose. Ya el Maestro José Miguel Monagas había referido que en medio de tan funesto problema (de suceder, como en efecto está ocurriendo) habría que considerar a profundidad “(…) la idea de asumir frente a dicho cuadro una actitud puramente contemplativa, o conformista” (Discurso de Orden ante Promoción universitaria 1970, s.n.p.)
No obstante, insistía en que dicho problema podría superarse contando con educadores capaces de “(…) provocar una vigorosa corriente de sensibilización que desencadene en el estudiante un proceso de reflexión y crítica penetrante que le proporcione el asidero teórico necesario para asumir posturas favorables dentro de una concepción humanista que apunte a lograr el mejoramiento y elevación del hombre”. (Ídem)
Del pretérito al presente
Pasearse por la senda que abarca desde el pretérito al presente, ubica la realidad actual en un agujero insondable y vergonzoso que haría ver a mi padre contrariado y por tanto, pasándola bastante mal al advertir el grado de perturbación que tal realidad ha estado causando. Sobre todo, al contemplar la crisis educacional que actualmente se atraviesa. Y por la cual, la educación que vino soñándose cuando se hablaba de una posible ley de educación democrática, venezolanista y (realmente) revolucionaria que incidiera en la definición de un país comprometido en la tarea de liberarse del subdesarrollo que lo mantiene atrapado en sus especulativas y amañadas redes.
Eran tiempos en que las libertades aplaudían reflexiones anotadas en continuos escritos del Maestro José Miguel. Muchas de sus ideas las argumentaba con base en la consecución de una educación de calidad para todos, una educación neutral en política partidista y en asuntos religiosos, libertad de enseñanza, una educación entendida como servicio asistencial del Estado, una educación regionalizada. Particularmente, en su condición de presidente de la Federación Venezolana de Maestros, FVM, en entrevista para el diario El Nacional sobre su opinión ante la nueva ley de educación que para entonces se debatía en los claustros políticos, (29 Enero 1966, p. A-4) demandaba “(…) cambios estructurales del sistema para adecuar la administración de la educación, a las necesidades del desarrollo que exige la nación”.
A manera de epílogo Si bien la pluralidad humana abre espacios para la confrontación respetuosa de ideas que tocan cuantas circunstancias involucran al hombre en problemas de cualquier índole, asimismo los recuerdos tienen el potencial para intervenir en la solución de impases, contradicciones y dificultades de toda clase. Tal como expresaba el reconocido escritor y profesor Julio Cortázar, no vale la pena tener miedo a los recuerdos, pues el ser humano vive de ellos. Definen su naturaleza y perfilan sus actitudes. O acaso cabe dudar ¿que el tiempo puede borrar detalles, mientras que los recuerdos siguen amarrados a los sentimientos, tanto como aferrados a proyectos de vida?
No importa lo complicado que sea el camino a recorrer. A los ojos de los recuerdos, cualquier tropiezo, por grande que sea, es maleable. Más, si los recuerdos son movidos por las luces de percepciones, sensaciones o intuiciones. Al final, podrá demostrarse que los recuerdos son capaces de fundamentar conceptos, opiniones o alguna propuesta de compleja ingeniería.
Pues como infirió el norteamericano Arthur Golden, historiador del arte, “a veces las cosas que se recuerdan son más reales que las percibidas”. O como bien supo expresar el Maestro J.M.Monagas, quien emocionado asentía que “ los mejores momentos vividos por el ser humano, son cautivados por la memoria. Pues ella sabe comprender que en ellos, se encuentra la esencia del hombre”.
En consecuencia, no hay mayor razón que empalmar con los recuerdos. Ellos son capaces de abrir los cerrojos que pueden trabar la vida. Tanto así que, esta disertación, ha querido honrar la memoria de José Miguel Monagas, mi padre. Otra razón para justificar que hay recuerdos que desnudan realidades.
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