¿El mundo empeora o es una sensación?
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas   
Sábado, 06 de Enero de 2024 00:00

alt¿Acaso tuvo razón el filósofo y psicólogo alemán, Arnheim Rudolf cuando escribió su obra “Un mundo al revés”?

¿O el escritor español, Miguel Calatayud al emular la inspiración de Rudolf insistiendo en los desafueros y descomposición que marca al mundo en un contexto de insólitos y absurdos cambios? 

La historia cultural se ha valido del argumento del “mundo al revés” para construir una categoría de análisis propia de la historiografía. Aunque la misma, ha sido igualmente aprovechada por la Ciencia Política para certificar ensayos y formalismos que tratan conceptos y procedimientos relacionados con la dinámica política.

El propósito de dar cuenta de si el mundo ha empeorado o es una simple sensación que lleva al ser humano a imaginarse la vida en un escenario cultural divorciado de los paradigmas de mayor incidencia con el mundo convencional. Ello obliga a indagar las tendencias que buscan modelar la macro-estructura sobre la cual se asientan y movilizan las realidades actuales. Particularmente, aquellas en las que se posa el ejercicio político que ubica, adecúa o desacomoda gobiernos. 


Un mundo al revés

Pensar en un “mundo al revés”, no debe considerarse como mera alegoría de una realidad que luce pervertida o envilecida. Y, en consecuencia, empeorada. Por eso es propio del análisis de situaciones que afectan al individuo en todo su espectro, considerar que la arbitrariedad y el desorden pueden marcar la vida y las relaciones humanas. Es decir, del mundo en su más amplia concepción. Aunque también, en su más específico concepto.   

¿Acaso muchas veces cualquier persona no tiene la sensación de que el mundo va de mal en peor? Seguramente que sí. De manera que cualquier análisis que se plantee revisar hacia dónde va el mundo, posiblemente termine reconociendo que no tiene un rumbo determinado. O como pregona el filósofo de calle: “como vaya viniendo, vamos viendo”. 

Todo esto conduce a pensar que el mundo pareciera no tener la fórmula que evite el caos en que terminaría, de seguir dejándose seducir por las circunstancias de una ruta aventurada o aleatoria. Además, sin brújula ni plan de vuelo.

Cada gobierno que asciende al poder, promete lo que nunca llegará a cumplir. Por lo contrario, enrarece propuestas e infecta esperanza. Así termina creando más problemas.


¿Dónde se entromete el poder?

No hay duda de que el poder es lo que define al mundo en todas sus manifestaciones. Sólo que el utilitarismo, el revanchismo, el oportunismo, la extorsión, la represión, la corrupción, los intereses, las apetencias y majaderías del gobernante, determinan la dirección que tergiversa. Así que las realidades resultan más incomprensibles que antes. Ahí es cuando el mundo comienza a empeorar. Comienza a agujerearse. A desequilibrarse. A estropearse.

La mala interpretación de ideologías políticas o su traducción amañada, ayudan a confundir todo. La debilidad por el poder que padecen los políticos de oficio, hace que se conviertan en cómplices de tales desmanes. Por eso encubren sus alevosas opiniones, con mentiras fabricadas en serie y condimentadas con impudicia. O elaboradas en los contaminados laboratorios de política gubernamental. 

Esos políticos de marras se hacen invisibles a los reclamos, clamores y protestas de la población. La hipocresía actúa como su mejor arma.


El verdadero poder

Hacen creer al ciudadano, lo que conviene a los intereses del poder. Y de no lograr que la ciudadanía crea las mentiras camufladas de verdades politizadas, proceden a violentar la voluntad de la población distorsionando así las realidades. Siempre a instancia de la avidez del gobernante. Ese es el verdadero poder. 

Ese poder es la fuerza imperceptible que justifica cualquier modo de enfrentar a la ciudadanía. Aunque la más expedita de dichas fuerzas entre tantas maneras de acosarla, intimidarla y vulnerarla, es mediante la guerra contra la conciencia del ciudadano. No es ninguna guerra económica. Tampoco, la comunicacional. Mucho menos contra fuerzas subversivas, delictivas o criminales. 

En resumen, son laboriosas tácticas de manipulación colectiva las que emplea el poder para someter, obnubilar e importunar actitudes a partir del manejo subliminal y, al mismo tiempo grosera, de la conciencia de la ciudadanía. 

Así es como el gobernante logra sus cuestionados propósitos. Siempre ayudado por gobernantes aliados, políticos corruptos y militares inconstitucionales y deshonestos. Es así como el poder sabe burlarse de valores y principios, del civismo, derechos y libertades. Es acá donde sobran las razones para preguntarse si es que ¿el mundo empeora o es una sensación?


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