De la urbe desamurallada
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 06 de Noviembre de 2023 04:16

altLuego de los duros acontecimientos conocidos como El Caracazo, la ciudad venezolana incrementó

progresiva y quizá rápidamente la instalación de puertas de acero para los locales comerciales y la construcción de altos muros para las casas y edificios residenciales, extendidos en el presente siglo hasta el más modesto kiosco y referente de oficinas.  Las rejas se apoderaron de las terrazas, ventanales y portales, como nunca antes, aunque habría que indagar cuán lejos llegó la adquisición de alarmas y otros instrumentos electrónicos afines, como la multiplicación de los servicios privados de vigilancia. 

La nada inocente violencia política se tradujo en cotas extraordinarias de los hechos delictivos comunes, y, valga el dramático contraste con el presente, fue posible conocer las estadísticas oficiales y suscitar el más amplio debate público en la materia.  Posiblemente, fuimos una sociedad más ingenua en los tiempos de la inacabables bonanza petroleras que, por una suerte de alquimia política, a la postre diseñó un paisaje urbano de guerra extremado en los días que cursan. 

El amurallamiento de los sectores residenciales de un mayor poder adquisitivo, permitió hablar de un radical y novedoso apartheid social, pero – relativamente cierto – la izquierda marxista de la época jamás dio respuesta a una medida que le dio alcance a todos los sectores populares, caracterizando la mirada citadina.  A tal extremo llega la inseguridad personal que es una experiencia común el cierre de avenidas, calles, veredas y callejuelas, aunque no siempre haya la alcabala de acceso con el personal requerido por razones económicas.

A tal nivel ha llegado el fenómeno que obras tan importantes e imponentes del brutalismo arquitectónico, como la sede del Tribunal Supremo de Justicia y el Teatro Teresa Carreño, traicionan el diseño original, amurallándose.  E, incluso, por mucho que cuenten con la vigilancia de la Guardia Nacional, no hay despacho oficial que no esté blindado.

En días recientes, irreconocible, encontramos una vieja gráfica del liceo Fermín Toro, ubicado en el centro histórico de Caracas. La pieza, tomada de la revista Momento (Caracas, nr. 902 del 28/10/73), al ejemplificar una enorme cola de votantes para los exitosos comicios presidenciales de entonces, nos entrega la versión de una institución educativa abierta, accesible y objeto de admiración por los transeúntes, ahora, escondida en una infame camisa de fuerza que entristece y angustia. 

Quisiéramos ver y disfrutar también de la ciudad arquitectónicamente liberada, limpia y confiable en la que no se reconocen ya las nuevas generaciones, habituadas también las más antiguas al deterioro y la obscenidad. Por supuesto, esto pasa por una necesarísima transición democrática que reivindique a la ciudadanía, la haga personalmente segura, pacificadas las relaciones urbanas. 

Nada extemporánea es la demanda de un hábitat realmente humano, digno y confiable que, en última instancia, remite a la importancia de derrotar a Nicolás Maduro para auspiciar una diferente etapa histórica para Venezuela.  Y, esto, nos remite a los problemas fundamentales del país que sufren el trauma de los socialistas de la hora que los banalizan.

alt 

 

 

 

 

 


blog comments powered by Disqus
 
OpinionyNoticias.com no se hace responsable por las aseveraciones que realicen nuestros columnistas en los artículos de opinión.
Estos conceptos son de la exclusiva responsabilidad del autor.


Videos



Banner
opiniónynoticias.com