Alianzas presidenciales
Escrito por Freddy Marcano | X: @freddyamarcano   
Martes, 07 de Marzo de 2023 00:00

altYa nos hemos enterado dice de una cantidad excesiva de aspirantes presidenciales, algo que es cierto aunque natural,

ya que tenemos una oposición dividida a más no poder, como si ella sola jugara y no existiera un régimen que la provoca hasta con la inversión de divisas que dice no tener para desarrollar un hospital o proveer a otro de insumos.  El soborno es un fenómeno más común y propio de estos tiempos, y si bien es cierto que esa es una práctica muy antigua, en los siglos XIX y XX, se pensaba que era más difícil doblegar a la oposición por las armas. Hoy día la extorsión se ha perfeccionado e institucionalizado.  De modo que tardan en piar buena parte de los analistas que se encuentran dentro y fuera del país y cuando lo hacen, por qué dudar que comen del alpiste que les dan por anunciar, diligenciar y asegurar la contaminación y fragmentación de la oposición.  Esta práctica forma parte de una tenebrosa industria digital: la de la guerra sucia.

Toda la vida hubo exceso de candidatos, pero buena parte de ellos solían simplificarse por dos caminos. Uno de ellos, la selección que hacían los grandes partidos de sus abanderados porque nada casual fue que AD y COPEI, como el MAS y hasta el mismo PCV que desean ahora aniquilar sus aliados del régimen, tuviesen tres o cinco potenciales presidenciables que zanjaban sus diferencias a través de las célebres convenciones, congresos o elecciones de base.  Para que el partido fuese partido, debió formar y formó cuadros capaces de gobernar. Por muy jefes y caudillos que tuviesen esas organizaciones al frente, debían montar el gabinete e institucionalizar la selección del candidato por suerte de unas alianzas internas que plebiscitaran a ese jefe o caudillo, o le combatieran como ocurrió con Caldera en 1986 en un COPEI que fue integrado y sobrevivió a la derrota de 1988.  

¿Qué es complicado el juego? Claro que lo que es. Nadie entiende como se entronizó la campante simplicidad de este tiempo. Así como Chávez y ahora Maduro se eligen, de manera personal, como candidatos presidenciales, al igual que lo hicieron Uslar Pietri y Pérez Jiménez en los años sesenta, hoy se crean partidos a lo Irene Sáez para convertir en vedettes y celebridades a los que después son los más intolerantes que se llenan la boca al hablar de pluralismo y el creador o jefe es el único aspirante a los grandes cargos. De muchísimos candidatos que hubo, luego de 1958, a lo sumo doce o catorce fuera de los estelares de los partidos ideológicos que ya no hay, se inscribían en el Consejo Supremo Electoral y era parte del anecdotario de farándula como el famoso Pedroza, el Brujo, y cualquier equivalente de María Bolívar de este siglo que le pedía a la entrevistadora una ayudita para responderle a sus más inocentes preguntas.

Estemos claros: cincuenta candidatos no llegaran a la final. Del lado de la oposición, las alianzas que ya han debido de darse entre factores de evidente debilidad, en contraposición con los otros que tienen un poco más de fuerza, más gente y más realitos para sostenerse.  Octubre está a la vuelta de la esquina, y sobran los dedos de la mano para contar a los aspirantes que tengan realmente estructura y cuenten con dos poderosas y convincentes palancas en los departamentos de organización y electoral, amén de un prestigioso jefe de campaña.  No hago mención de nadie en particular, ojo, pero no se puede negar que son raras esas elecciones en las que sólo se ve al aspirante presidencial y no declaran sobre los temas fundamentales del país ni siquiera quienes dicen apoyarle.  Entones, es tiempo de alianzas y escenarios para esas alianzas. La otra vía es que no todos los potenciales alacranes o independientes pueden gozar de la “comprensión gubernamental", si no muestran fuerza.  Entre dos o tres, será la apuesta para dividir a la oposición.

Un ejercicio de todos los posibles escenarios, por no decir una aplicación muy circunscrita de la teoría de juegos, facilita esa alianza de factores que se funda en el dato histórico, sociológico e ideológico. Digo de los partidos creados o inaugurados, dependiendo de su origen al menos diez o veinte años atrás, que ya tienen un recorrido hecho y han adquirido alguna cultura corporativa, por no citar los de mediados del siglo XX. Digo de los dirigentes, más o menos contemporáneos, que conocen mutuamente sus mañas y son sencillamente amigos. Digo de los que piensan en términos más o menos semejantes. Estas serían las posibles alianzas que pudiéramos ver, o simplemente de manera pragmática, el candidato que tiene mayor puntaje y se anote a ganador, y así obtener alguna ganancia por dicha alianza, como seguramente ocurrirá.

Esperemos que octubre sea una fecha definitoria para el camino opositor, y que se entienda que todos deberíamos tener un objetivo común “El Cambio” y no la búsqueda del poder por el solo hecho de alcanzarlo. Por más de 20 años, hemos insistido, persistido y resistido en ese tan añorado cambio, porque merecemos un gobierno que realmente trabaje para el ciudadano y no para su proyecto político y personal. Como ha ocurrido en las últimas décadas.



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