De los cables pela'os de la ciudad
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 27 de Febrero de 2023 00:00

altLa expresión muy venezolana puede remitir a la certeza o fundado indicio sobre una particular conducta asumida por una tercera persona,

en el ámbito personal, político, sexual, delictivo, etcétera. El modismo que quedó por siempre, versa sobre una determinada y mal oculta faceta, antes aparentemente insospechada. Sin embargo, deseamos referirnos a los cables que literalmente están pelados en nuestras principales metrópolis, pudiendo generar grandes tragedias, esta vez, por la franca negligencia del funcionario que ha de velar por el mantenimiento de la infraestructura eléctrica, telemática, o de índole parecida.

En efecto, el deterioro o, mejor, el deliberadamente galopante deterioro urbano, ha multiplicado no sólo los huecos del asfalto, sino también los de las aceras, claro está,  donde  existen.  Ellas,  suelen albergar tuberías de agua y de gas, e, igualmente, un profuso cableado cubierto por  una gruesa reja o una pesadísima tapa de hierro que busca protegerlos, sin mayor estorbo de los transeúntes, aunque hoy la falta de mantenimiento y de celo de los funcionarios correspondientes del Estado, deja el contenido al descubierto para convertir las lluvias en noticia.

Consabido, estas rejas o tapas desaparecen prontamente y, al mismo tiempo que la cavidad deja al descubierto los cables, la maleza y la basura compactadas por el lodo, en localidades penitentemente desalcantarilladas.  Aguas anegadas con cables eléctricos o fibras ópticas que parecen alfileres multicolores a media distancia, constituyen una muy seria amenaza para todo el  vecindario inmediato, por razones muy obvias. 

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E, incluso, alguna vez, nos permitimos reprender a un borracho de la calle, por cierto, ya liquidado el gremio por la catástrofe humanitaria, que halaba  un grueso cable creyéndolo una vulgar cuerda. Nos aseguraba que podía después venderlo, ilusionado por una ferretería que le diera algo por esa “manguera llena de cablecitos por dentro”. .

Metafóricamente, entendemos que la ciudad del cable pela´o  ha de incluir, igualmente, a las casetas de metal, sobrevivientes algunas de cemento, contentivas de las conexiones telefónicas o, lo más peligroso, de dispositivos relacionados con el gas y, éste, frecuentemente escaso en un país paradójicamente gasífero, subyace como un un peligro latente para ductos también extraviados o en desuso.  Es necesario hacer una resonancia magnética de la ciudad que no ha revelado los secretos de una infraestructura de la que el Estado mismo y sus improvisados funcionarios, no dan cuenta: cada comunidad de ciudadanos, debe declararse en estado de alerta para prevenir cualquier tragedia.

El Estado Comunal es, por cierto, el menos comunal que existe, porque únicamente ha sido una radical experiencia de control social, manipulación alimentaria, delación y represión, actuando como la célula esencial del partido armado hasta los dientes.  Es muy distinta la vida ciudadana y comunitaria, con respeto pleno por una población que tributa a cambio de los óptimos servicios públicos.

Que en la avenida trasera de la UCV haya un poste con rabo, en las principales de Santa Mónica o de El Paraíso queden a la intemperie los cables, por siglos, evidentemente, le importa un bledo a todas las autoridades que confluyen en Caracas. Jamás, el vecindario ajeno les será de interés.

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