De Houellebecq: política y sociedad |
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj |
Sábado, 31 de Diciembre de 2022 00:00 |
Muy a principios, Michel Houellebecq publicó una novela versionada en español a mediados del presente año, que reincide en el terreno del pronóstico político: “Aniquilación” (Anagrama /PDF, Barcelona), aunque no es exactamente una prolongación de su anterior “Sumisión” (Anagrama, Barcelona/PDF, Barcelona, 2015). En una, la derecha tiene una perspectiva favorable para las elecciones francesas de 2027, mientras que, en la otra, las ha ganado un musulmán sólo presuntamente moderado en 2022. Distinguida su obra más reciente por el sentido y la dinámica de la decadencia y la muerte que desbroza, la política constituye un ejemplo más del triste desbrujulamiento generalizado de la vida personal, familiar y social. Imposible esconder al ensayista, el autor registra la existencia y desleal competencia entre la esfera mediática y la política, añadidos los lobbies, hasta llegar a los niveles de alucinación de la ciberguerra y el terrorismo capaz de simular la ejecución de un alto funcionario del gobierno, o acabar con un banco de espermas. En la actividad política persisten determinados rasgos negativos, como el que la realiza tras bastidores teniendo una extraordinaria influencia en el gobierno, destacando las prácticas más perjudiciales de sus oficiantes, añadidas aspiraciones presidenciales por vanidad, el estatus que genera, la diversión que reporta, el disfrute del avión y los viajes oficiales [20, 26, 73, 171], en los extremos de la banalidad. Rasgos estos que no son peores a los expuestos en otros ámbitos y facetas sociales que tienen por mayor ventaja la de esconderlos, en detrimento de los harto visibles profesionales de los asuntos públicos. En términos de sociología política, sin perder los motivos o móviles esenciales de la narración, Houellebecq explora el mundo del outsider, frecuentemente inasible, incluso, proveniente de las “capas más bajas del entretenimiento televisivo”, aunque con una ética mínima (la del presentador o animador), en la búsqueda del preciso recurso carismático indispensable, a lo Ronald Reagan [73 s., 266]. Presumimos que no hay peligro en torno a un inminente triunfo electoral islámico o de las extremas izquierda y derecha, dejando el campo abierto a las otras opciones un poco más equilibradas y ambiguas; además, ni siquiera Marine Le Pen tiene la suficiente fuerza para ganar, aunque antes pudo percibirse como una imperdible candidata presidencial, por lo que toma una alternativa novedosa: “El candidato de la Agrupación Nacional era casi un desconocido, de él se sabía que tenía veintisiete años, que se había licenciado en la École des hautes études comerciales de París, que era consejero municipal en Orange y que era un tío guapo: era más o menos todo lo que se sabía de él. Naturalmente, Marine estaría presente, le ayudaría en todos sus mítines, pero de todos modos sufría un auténtico déficit de popularidad” [175]. Todo outsider busca una inmediata legitimidad, con el aporte de consultores como Solène Signal de una acreditada empresa del ramo, intentando preservar el respaldo de las fuerzas tradicionales y también religiosas [173 s., 208]. Empero, no es una novela de las elecciones, sino que, a propósito de ellas, ofrece una profunda radiografía de la sociedad francesa y sus podredumbres, a nuestro juicio, propias de un occidente adormecido. Disculpen la digresión personal: participamos de un grupo digital de dirigentes políticos con interés en el temario internacional y, al triunfar Emmanuel Macron en los últimos comicios, todos lo saludaron como algo propio de la democracia, soslayando el drama que ha postergado Francia en torno a los radicales de cualquier signo político y religioso. Ha sido un magnífico recurso didáctico la lectura de los libros citados de Houellebecq, sensibilizando mejor a quienes nos creen absurdamente distantes de los problemas occidentales. Numerosas tramas y sub-tramas, varias inconclusas, extienden demasiado e innecesariamente la obra. La ironía y, en oportunidades, el humor ligero e inocente, la salvan del aburrimiento ante el enredijo de lo que podría calificarse como un informe social. Probablemente, porque hicimos nuestra escolaridad bajo la sombra nostálgica del boom latinoamericano, poca atracción sentimos por la prosa del novelista francés, cuyos libros prácticamente ya no llegan a este lado del mundo. Valga acotar, aislada crecientemente Venezuela, quebrantadas y quebradas las universidades, la misma academia tiene fortísimas limitaciones para ejercer la crítica y apreciar las últimas tendencias literarias, precisando en cuál de ellas se inscribe Houellebecq, uno de los autores galos más conocidos entre nosotros. |
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