Personas mayores pero ni invisibles ni tontas |
Escrito por José Carlos García Fajardo |
Sábado, 28 de Marzo de 2015 07:51 |
Personas mayores pero ni invisibles ni tontas
No hace mucho fui a una revisión oftalmológica rutinaria y al sentarme ante el aparato de graduación me dijo la enfermera “Apoya aquí la barbillita, así.” Quise creer que no la había oído pero ya cuando me dijo “agáchate un poquito y echa el culete para atrás…”, me levanté y le espeté, mientras recogía mi abrigo y mi sombrero, “Tengo años pero no soy un viejo al que haya que hablarle como a un niño; yo sé quién soy; lo que no estoy tan seguro es que usted sepa quién es y cómo debe realizar su cometido”. El oftalmólogo me dijo “era joven y a muchas personas les gusta que les hablen con confianza”. A lo que respondí que “se puede ser joven y no ser necio ni estar preparado para una tarea concreta”.
Cada uno de nosotros, en un momento de nuestra vida, seremos personas mayores y seremos vistas como tales por el resto de la sociedad. La cual valora la juventud y la belleza por encima de la vejez y la sabiduría, escribe Ana María González, especializada en Psicogerontología.
Entonces sugiere preguntarnos cómo nos gustaría que nos vieran y nos trataran: como seres únicos, con nuestras propias fortalezas y debilidades, o bajo la lupa de las creencias estereotipadas que la sociedad tiene sobre nosotros, sin la posibilidad de demostrar lo que seguimos siendo y aún lo que podemos llegar a ser. Yo soy profesor emérito de la universidad complutense de Madrid, más cerca de los 80 años que de los 75, pero aún dirijo un master con 30 alumnos o licenciados seleccionados entre los más capaces, porque exijo y ayudo a cada uno como es debido. Sobre la puerta del Taller de Periodismo solidario reza el lema “El que no tenga nada que hacer, que no lo venga a hacer aquí”.
Lo que nunca hubiera imaginado antes de ser jubilado a los 70 años es que mantendría un hermoso jardín en el campus, que reforestaría un monte con pinos nigra y piñoneros, encinas y árboles del amor o cercis (que capturan y transforman el nitrógeno para las plantas) arces, liquidambar, juníperos, lauros y cítricos, amén de otros frutales que con sus flores nos anuncian los meses del año: almendros, ciruelos, cerezos etc. Y con la ayuda de mis alumnos tenemos 150 composteras con buen compost hecho a base de materia orgánica de los árboles, arbustos, césped del campus. Sin costarle un euro a la universidad, mejorando el ambiente y que jóvenes universitarios descubran capacidades que nunca se atrevieron a soñar.
Los efectos que ejercen los estereotipos sobre las personas mayores son muy tóxicos e influyen en ellos a través de dos vías: la de la sociedad en la que vive (familiares, cuidadores profesionales,) y la de los auto estereotipos. La primera de ellas influye implanta la discriminación de las personas debido a su edad, comenzando por el lenguaje empleado con palabras como “viejo”. De la concepción negativa sobre el envejecimiento deriva que sean tratadas con infantilismos “son como niños pequeños”, sin darles la posibilidad de demostrar que aún tienen valía y sin favorecer el cambio “está triste porque es mayor. Muchos de ellos, al llegar a esta situación real o percibida por ellos como tal tratan de hacerse “invisibles”, procuran pasar desapercibidos mientras se realizan las tareas de la casa o se reúnen para comentar algún suceso o problema familiar.
Como consecuencia, continua Ana Mª González, se encuentran las creencias negativas que tienen hacia ellas, los auto estereotipos, que precipitan que se comporten de manera ajustada a lo que se espera de ellas “yo ya soy mayor”; se aumenta el estrés y la resignación en diferentes tipos de tareas, lo que disminuye el rendimiento. Tanto unas como otras, exageran las características negativas, o inventan otras sin atender a importantes características positivas, ignorando la diversidad y dificultando el cambio. Las consecuencias pueden ser una pérdida prematura de la independencia, mayor discapacidad, mayores índices de depresión y una mortalidad anticipada en personas que llevarían una vida satisfactoria en otras circunstancias. Existen estudios que demuestran que las personas mayores con una imagen positiva del envejecimiento, viven una media de casi 8 años más y mejor que las personas que no la tienen.
Aunque sea muy bueno que salgan a pasear no lo es tanto que se sientan obligados a hacerlo para “no estorbar” en la casa. Esto es a lo que yo llamo” hacerse invisibles” de lo cual no hay más que un paso a sentirse prescindibles. Y esto no es bueno porque es aquí donde hacen su nefasta labor los estereotipos que pueblan nuestro ambiente social o familiar.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de Historia del Pensamiento Político y Social por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
Twitter: @GarciafajardoJC
Quise creer que no la había oído pero ya cuando me dijo “agáchate un poquito y echa el culete para atrás…”, me levanté y le espeté, mientras recogía mi abrigo y mi sombrero, “Tengo años pero no soy un viejo al que haya que hablarle como a un niño; yo sé quién soy; lo que no estoy tan seguro es que usted sepa quién es y cómo debe realizar su cometido”. El oftalmólogo me dijo “era joven y a muchas personas les gusta que les hablen con confianza”. A lo que respondí que “se puede ser joven y no ser necio ni estar preparado para una tarea concreta”. Cada uno de nosotros, en un momento de nuestra vida, seremos personas mayores y seremos vistas como tales por el resto de la sociedad. La cual valora la juventud y la belleza por encima de la vejez y la sabiduría, escribe Ana María González, especializada en Psicogerontología. Entonces sugiere preguntarnos cómo nos gustaría que nos vieran y nos trataran: como seres únicos, con nuestras propias fortalezas y debilidades, o bajo la lupa de las creencias estereotipadas que la sociedad tiene sobre nosotros, sin la posibilidad de demostrar lo que seguimos siendo y aún lo que podemos llegar a ser. Yo soy profesor emérito de la universidad complutense de Madrid, más cerca de los 80 años que de los 75, pero aún dirijo un master con 30 alumnos o licenciados seleccionados entre los más capaces, porque exijo y ayudo a cada uno como es debido. Sobre la puerta del Taller de Periodismo solidario reza el lema “El que no tenga nada que hacer, que no lo venga a hacer aquí”. Lo que nunca hubiera imaginado antes de ser jubilado a los 70 años es que mantendría un hermoso jardín en el campus, que reforestaría un monte con pinos nigra y piñoneros, encinas y árboles del amor o cercis (que capturan y transforman el nitrógeno para las plantas) arces, liquidambar, juníperos, lauros y cítricos, amén de otros frutales que con sus flores nos anuncian los meses del año: almendros, ciruelos, cerezos etc. Y con la ayuda de mis alumnos tenemos 150 composteras con buen compost hecho a base de materia orgánica de los árboles, arbustos, césped del campus. Sin costarle un euro a la universidad, mejorando el ambiente y que jóvenes universitarios descubran capacidades que nunca se atrevieron a soñar. Los efectos que ejercen los estereotipos sobre las personas mayores son muy tóxicos e influyen en ellos a través de dos vías: la de la sociedad en la que vive (familiares, cuidadores profesionales,) y la de los auto estereotipos. La primera de ellas influye implanta la discriminación de las personas debido a su edad, comenzando por el lenguaje empleado con palabras como “viejo”. De la concepción negativa sobre el envejecimiento deriva que sean tratadas con infantilismos “son como niños pequeños”, sin darles la posibilidad de demostrar que aún tienen valía y sin favorecer el cambio “está triste porque es mayor. Muchos de ellos, al llegar a esta situación real o percibida por ellos como tal tratan de hacerse “invisibles”, procuran pasar desapercibidos mientras se realizan las tareas de la casa o se reúnen para comentar algún suceso o problema familiar. Como consecuencia, continua Ana Mª González, se encuentran las creencias negativas que tienen hacia ellas, los auto estereotipos, que precipitan que se comporten de manera ajustada a lo que se espera de ellas “yo ya soy mayor”; se aumenta el estrés y la resignación en diferentes tipos de tareas, lo que disminuye el rendimiento. Tanto unas como otras, exageran las características negativas, o inventan otras sin atender a importantes características positivas, ignorando la diversidad y dificultando el cambio. Las consecuencias pueden ser una pérdida prematura de la independencia, mayor discapacidad, mayores índices de depresión y una mortalidad anticipada en personas que llevarían una vida satisfactoria en otras circunstancias. Existen estudios que demuestran que las personas mayores con una imagen positiva del envejecimiento, viven una media de casi 8 años más y mejor que las personas que no la tienen. Aunque sea muy bueno que salgan a pasear no lo es tanto que se sientan obligados a hacerlo para “no estorbar” en la casa. Esto es a lo que yo llamo” hacerse invisibles” de lo cual no hay más que un paso a sentirse prescindibles. Y esto no es bueno porque es aquí donde hacen su nefasta labor los estereotipos que pueblan nuestro ambiente social o familiar. (*): Profesor Emérito de Historia del Pensamiento Político y Social por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS) @GarciafajardoJC |
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