De la otra ética de la crueldad
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 28 de Noviembre de 2016 00:02

altInventariada toda una herencia literaria, a principios de la presente década, José Ovejero publicó un título significativo que, ahora, permite aproximarnos un poco más

a la decisión de reprogramar el ya cuestionado festival latinoamericano de música: “La ética de la crueldad” (*). Festival que, por su propia invocación publicitaria (“Caracas Suena”), excreta cinismo, nos agrede y despoja de asideros, intranquilizándonos para aceptar las cosas como están y son, contrariando el criterio expuesto por el autor madrileño (194, 197).

Consabido, la nueva edición del tal festival ha sido suspendida por el reciente fallecimiento de Fidel Castro, aunque jamás molesta a sus promotores que más de 25 mil venezolanos mueran anualmente en las calles desprotegidas, aportando un porcentaje pavoroso la ciudad capital, bajo el interesado dominio del hampa. Ni que los más de dos millones de dólares que cuesta, equivalgan a dos años de presupuesto de la UCV, permitan cubrir de insumos y medicamentos a 22 hospitales o garantizar el tratamiento del cáncer de 43 mil niños, de acuerdo a las estimaciones hechas: además, con los fármacos confiscados por el SENIAT, como pudieron hacerlo cualesquiera otros organismos, burlándose del esfuerzo humanitario de Cháritas, donde antes se pudrieron literalmente miles de toneladas de alimentos, los ejemplos sobran en torno a una convicción y a una conducta que siempre se ha revelado atroz.

Ferocidad que no rompe con los tabúes, sino que los reconstruye según interese y autorice el régimen, direccionándolos todo testimonio y sentimiento de oposición y disidencia que suscite, debidamente satanizado. Un proyecto moral que coloca sus gruesos acentos en una crueldad necesaria, ocultando la propia a través de sendos festivales, la indignante celebración cumpleañera de Maduro Moros con el Gran Combo de Puerto Rico que no paga de sus bolsillos, la programación radiotelevisiva que no duda en las escenas escabrosas y la ridiculización sistemática de la dirigencia adversa, inculpándola hasta de las consecuencias trágicas de la represión brutal que ha ejercido por medios directos o indirectos no otro que el gobierno.

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Crueldad con propósitos claros de fundar otra normalidad, condensar todas las impurezas en los contendores reales y artificiales que exhibe, presentándose como el gran salvador de la sociedad aterrorizada. De excesos torpe o hábilmente censurados, abulta el madurato los errores ajenos y, al apelar a Ovejero, se queda en el mero hecho de la destrucción, regocijándose en una burla que la desea masivamente compartida (74 ss.); y, por ello, la más exitosa programación televisa es la del “entretenimiento” que les dispensan los servicios de inteligencia con sus informes sobre la vida pública y privada de los otros, los que saben – por añadidura – de apodos y opiniones infames que nunca se atreverán a frenar los jueces provisorios que repletan el circuito penal. Y, es más, una política de criminalización política a la que temen los demás actores en la silenciosa, pero no menos despiadada pugna al interior de los elencos de poder.

Sustitutiva de la razón, el espectáculo de la crueldad tiene sus pudores momentáneos: la muerte de uno de los Castro. Apenas, por unos días, pues, Caracas Suena seguirá inflamándose de dólares, forzando un aprendizaje de la violencia al ritmo de guaguancó.

(*) Anagrama, Barcelona, 2012. Cfr. Conferencia del autor en la Cátedra Alfonso Reyes (2014): https://www.youtube.com/watch?v=ktc56Ev2d20&t=2125s

@LuisBarraganJ

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