El tema de la autonomía es el tema por excelencia en el ámbito universitario latinoamericano, y muy especialmente en el venezolano. Es un tema consustancial con la idea de universidad.

Siempre se ha mantenido la falsa idea de que las etapas medievales (alta y baja) fueron extensas sombras de ignonimia e ignorancia, de que en el juego de los claroscuros sólo había sombras en ellas. La Edad Media tuvo, por supuesto, sus oscuros pero también sus claros. El proceso de recolección y transcripción de documentos, códices y tradiciones, que se realizaba en los oscuros salones y sacristías de los monasterios donde incansablemente trabajaban los monjes, permitió que alrededor de esa labor se iniciase una suerte de concertación entre quienes capturaban el conocimiento y aquellos que deseaban obtenerlo, sobre todo en las áreas de medicina, derecho y teología. Allí comenzó a surgir la idea de la universitas no sólo como un intento de divulgación de los conocimientos sino también como una suerte de unidad dispensadora de servicios que atendía a las necesidades de la comunidad de estudiantes y maestros, tales como los alimentos y viviendas baratas. Esto último ocurría por la presencia de alumnos y profesores que concurrían desde distintas y lejanas regiones hacia aquellos lugares donde empezaban ya a formarse las universidades, tal como el caso de Bolonia, la más antigua y emblemática de ellas. Luego vino París con su Sorbona e Inglaterra con Cambridge y Oxford.

Al lado de todas estas peculiaridades que hemos anotado, es necesario resaltar que desde sus inicios la Universidad, pese al carácter privado que la caracterizaba, inhibió una clara vocación autonómica. Las autoridades que habían de regir su destino eran electas por sus propios estudiantes, que sufragaban sus estudios y ejercían una dura vigilancia sobre el magíster y el contenido de sus enseñanzas. Así, pues, el asunto autonómico de las universidades es de vieja y larga data. Por supuesto que no es posible una lectura lineal de este asunto, pues muchos han sido los altibajos que la universitas ha experimentado. Así la Revolución Francesa acabó con las viejas corporaciones medievales que eran las universidades e impuso el modelo napoleónico, que no sólo afianzó en Francia sino que también se extendió a la vecina España y que en medio, y a pesar, de los avatares de las guerras independentistas logró proyectarse sobre América Latina. Por ello, durante mucho tiempo el alegato contra el modelo napoleónico de universidad copó buena parte del debate universitario hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo pasado, no siendo ajena a esa polémica el precursos Manifiesto de Córdoba en 1818.

El tema de la autonomía es el tema por excelencia en el ámbito universitario latinoamericano, y muy especialmente en el venezolano. Es un tema consustancial con la idea de universidad. No se concibe una universidad plena si ella no se compagina con la capacidad autonómica, es decir con la libertad de cátedra, e pensamiento, de expresión, de conciencia, de administrar por sí mismos los recursos económicos y financieros a que hubiere lugar. Pero más allá de estos ítems es necesario resaltar que para los universitarios la autonomía comporta una idea de una atmósfera espiritual donde es posible la creación intelectual y la reafirmación de los valores éticos y morales de la democracia. Esta creemos que es la definición sustancial.