La creación se suele relacionar con la acción de un ser supremo. Pero crear, es una acción inherente al ser humano que lo acompaña desde siempre. Se compenetra en el espíritu universal de lo que hemos evolucionado y somos. Es una actitud de descubrirnos como persona y de experimentar para crecer, entre ensayo, error, imitación e imaginación.

Crear según Ecclés (1970), es la más profunda de las actividades humanas, que proporciona luz que ilumina y entreabre nuevas perspectivas, revelaciones o comprensiones, contraste con hipótesis e ideas diferentes a las anteriores. Es lo que ha permitido el auge de las civilizaciones, no es el resultado de una planificación sino de un insight que vuela por encima de cualquier momento político, social, económico o cultural. Es un acto de esperanza, de fe y hasta de magia: Sacar de la nada. Es un balance que rompe el tiempo para pasearse de lo deductivo a lo metafísico y de inductivo o lo real.

De acuerdo con Paulo Freire en la pedagogía de la esperanza, el acto creador docente, es un acto crítico y no mecánico, un acto que se estimula y no se impone, la curiosidad en la acción por el logro.

Para el docente, se convierte en la varita del asombro y del cambio. Nos compromete en la praxis a exigir la novedad, lo original, coherente y descabellado, lógica y variedad. Propone crear un ambiente de herramientas, de confianza, de innovación y respeto por los errores. No se trata de que los alumnos sepan, conozcan o tengan la información, va más allá a que puedan utilizarla, aplicarla, recrear, transformar e interpretar de diferentes formas, dar pertinencia y apropiación a lo que necesito aprender.

Participar como alfarero del desarrollo humano, nos hace cocreadores con Dios. Nos convierte en artistas de obras maestras, si nos esmeramos, y somos participes de una nueva civilización. Un docente que deja de aprender deja de crear y se hace obstáculo para sus alumnos. Un docente sin color, proyecta sólo gris, de blanco a negro descomponiendo notas de un episodio de la obra. Se requiere constructores de la verdadera significación donde lo superfluo y despersonalizante de la tecnología no pueda corroer, docentes que animen la seguridad en las capacidades afectivas e intelectuales, para alcanzar madurez y responsabilidades, sacudidores de rutinas, críticos y cuestionadores de nuestro trabajo personal, tijera dores de monotonías, interrogantes ambulantes, valientes para resonar ante nuestros compañeros de la vieja y nueva escuela, tan tergiversada, inhibidores de resistencias, productores de compromisos.