Luis Herrera en los lazos de un buen llanero |
Escrito por Alexander Cambero | X: @alexandercamber |
Miércoles, 02 de Octubre de 2024 06:59 |
Llanura inmensa hasta el símbolo de lo imposible. En la infinitud de la leyenda fue creciendo una forma de ser tan auténtica como la genuina expresión que se forjó en el amanecer del ensueño. Tierra bravía con las mágicas pinceladas del trabajo recio. Cuchillo al cinto para desenredar los espíritus inquisidores. Sobre el lomo del caballo, la epopeya irredenta del tiempo que no parece detenerse. Existe un aire magnificente en estos predios en donde convoca la sabana con sus atuendos del misterio. Esa es la estampa de estos dominios de fábula. En 1925 Acarigua ya era una comarca con una amplia vocación agrícola y pecuaria. Su privilegiada ubicación geográfica le garantizaba tener buenas conexiones con distintos puntos de la República. Fue en este ambiente en donde nació un 4 de mayo un hombre que haría historia: Luis Herrera Campins. En el hogar sencillo de Luis Antonio Herrera y Rosalía Campins todo era felicidad. El zaguán del inmueble se llenó de vecinos que compartieron algunos dulces tradicionales portugueseños. Desde muy pequeño manifestó mucho interés por aprender. Cuando llegó a la escuela ya casi sabía leer. Demostraba gran predilección por las letras. Al no existir en su tierra natal donde proseguir sus estudios secundarios, se trasladó a la vecina Barquisimeto. El prestigioso Colegio La Salle lo esperaba con los brazos abiertos. Aquel enaltecedor espacio de estudios y de ambiciones por hacer de sus alumnos seres reflexivos y trascendentes hizo metástasis en un joven que buscaba respuestas para su inquieto espíritu. Le encantaba la apasionante investigación científica. Escudriñaba toda la información que generaban los arduos trabajos de los hermanos lasallistas. Disfrutaba de las muestras exhibidas en el museo de la institución fundado en 1922. Las selectas colecciones de zoología, mineralogía y ciencias naturales en general producían en el joven un interés peculiar. Comenzó por involucrarse con aquel mundo maravilloso. En las aulas se debatía los albores de la Segunda Guerra Mundial. La política iba robándole la atención. La enorme presencia protagónica del primer ministro británico Winston Churchill va seduciendo a quienes creen en la libertad como expresión lumínica de los pueblos. Frente a la oprobiosa pretensión criminal del modelo hitleriano. Las ideas van madurando como racimos que se cuelgan del evangelio eterno. El alumno Luis Herrera le gustaba escuchar los noticieros europeos que hablaban de lo que ocurría cada día con la guerra. Un radio alemana de marca telefunken con onda corta donde el reporte en español de la BBC de Londres se hacía a las ocho de la mañana y nueve de la noche era su pasaporte a la guerra. El 10 de julio de 1940 comienza la batalla de Inglaterra que culmina el 31 de octubre de ese año. La tarea para los alumnos era hacer un análisis sobre este hecho. Luis Herrera logró la máxima nota recibiendo el reconocimiento de toda la institución en un acto que se realizó en el patio en donde se izaba la bandera nacional el 4 de noviembre de 1940. Sentía una gran admiración por el General José Antonio Páez. En el 106 aniversario del liceo, Lisandro Alvarado fue invitado el grupo de teatro del Colegio La Salle, siendo Luis Herrera quien personificara al gran héroe. En clase exteriorizaba su respeto por el centauro leyendo libros que hablaban de su clarividente paisano. También aseguraba que aquel valiente hombre de armas era uno de sus antepasados. Contaba con tan solo quince años cuando su nivel intelectual despuntaba como el alba. La política lo atrapa hasta llevarlo a liderizar a sus compañeros. Hace amistad con un duaqueño de sobradas virtudes ciudadanas como Daniel Segura Jiménez. Su creencia en Dios lo impulsaba a abrazarse con un mensaje que defendiera la justicia social, creyendo en el mensaje universal de la iglesia católica. Es un joven que estudia profusamente. Le gusta arrimarse al debate con la inteligencia de una escritura profusa y un verbo cautivante. Se inicia como colaborador en el diario El Impulso. También para Surcos y en la revista de la Unión Nacional Estudiantil (UNE). En 1942 El líder Rafael Caldera viene a Barquisimeto en un acto en donde el bachiller Luis Herrera Campins lo presenta. Aquellos seres intercambiaron por primera vez un apretón de manos y una buena conversación que se prolongó por algunas horas. Entre buenas reflexiones que publica de manera periódica se comienza a proyectar como un líder juvenil emergente. Irse a estudiar a Caracas solo lo compensa con estar acompañado por varios amigos del Colegio La Salle. La fundación de Copei el 13 de enero de 1946 lo tiene como miembro de una organización que tendrá que luchar muy fuerte para abrirse un lugar importante en la sociedad venezolana. La gente los percibe como elitescos. El mayoritario catolicismo sufraga decisivamente por Acción Democrática. No conciben una iglesia metida en política- con la excepción de Táchira- vencer aquellos pruritos es una tarea que llevará su tiempo. El gobierno cívico- militar presidido por Rómulo Betancourt goza de gran respaldo popular. La candidatura de Rafael Caldera, casi una expresión simbólica, frente al maestro Rómulo Gallegos, hace que la organización transite el país. Era la primera vez que los venezolanos elegirían de manera directa. Unos comicios que se realizarían el domingo 14 de diciembre de 1947. El mensaje socialcristiano va llegando a pequeña escala, pero se instala una opción que crecerá con el paso del tiempo. Como se presumía, Rómulo Gallegos logra la victoria. Luis Herrera tuvo una presencia activa. Organizaba actos partidaristas. Sus discursos asombraban por la erudición en sus disertaciones. El golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948, que depone al primer mandatario nacional, trae la oscuridad a la patria para llenarla de incertidumbre y represión. Con el asesinato del Coronel Carlos Delgado Chalbaud presidente de la Junta Militar de Gobierno hecho acaecido el 13 de noviembre de 1950, se conculcan los derechos políticos. Se inicia un largo camino de tenebrosidad que desembocará en feroces embestidas en contra de la libertad. Un periodo donde la vida republicana pende de un hilo lleno de sangre inocente. En 1952 Luis Herrera se una a la huelga universitaria en contra de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, es apresado y llevado a la cárcel modelo, en donde duraría cuatro meses para posteriormente ser expulsado a España. Estando en suelo ibérico logra estudiar y escribir mucho sobre el acontecer nacional. Funda periódicos actuando como un embajador que lleva la voz de una Venezuela que clama por ser libre. Son años incesantes y necesarios para su formación como estadista. Crece intelectualmente pensando en el regreso. En 1958 realiza un diagnóstico sobre la realidad de la nación. Los tiempos vienen madurando el despertar. Venezuela rompe las cadenas. En una mañana soleada regresa a su tierra con la fe puesta en un ideal. Emprende la causa que sostendrá con armazones de constancia. Es un hombre revestido con la coraza de la humildad y la sencillez. La modestia de su vida honesta es como un fogonazo del destino. Recorre a Venezuela descubriéndose en los rostros humildes. Comparte ideas entre platos sencillos de la gastronomía popular. Su pensamiento es certero, con la habilidad de saberse interpretar por un pueblo que lo acoge. Logra ser escogido diputado por el estado Lara. Es un orador hábil que goza del respeto parlamentario. Su figura se agiganta hasta el punto de ser quien presenta en los actos de campaña al doctor Rafael Caldera en la gesta que logra la gran victoria socialcristiana del año 1969. El triunfo es un gran compromiso para la alternancia democrática. Su nombre se perfila como el genuino sucesor en los próximos comicios. Sin embargo, pierde frente a Lorenzo Fernández en las elecciones internas. El fenómeno de Carlos Andrés Pérez arrasa en la contienda electoral y hace que con toda pompa Acción Democrática regrese triunfante a Miraflores. Es el momento en que la derrota tiene que ser revertida. Aquel llanero con la lanza al ristre de las ideas asume el papel que le reservó la historia. Como galopando en la sabana eterna, avanza por el país llevando esperanzas a sus huestes alicaídas. Parece una tarea ciclópea. Un carismático líder socialdemócrata gobierna. Mientras un hombre socialcristiano se siembra en la gente como la espiga generosa. Es un tractor arando la tierra de la conciencia. La cosecha está fresca para ser alimento de la oportunidad. Son pueblos, ciudades y voluntades que se suman en su empeño. Ya no son pocos los que se anotan. Son miles que vuelven a levantar la bandera verde de la esperanza. El campeón del retorno está listo para la lucha. Una fuerte campaña frente al abanderado del gobierno Luis Piñerua Ordaz. Es un match que luce sumamente parejo hasta que Luis Herrera comienza a hablar el lenguaje del pueblo. Se siembra en la gente denunciando sus problemas. Es la voz de sus inquietudes y anhelos. El llanero monta a caballo nuevamente para conducir la victoria en galope hasta las urnas. Su presidencia la marca su respaldo decisivo a la cultura y el deporte. Las obras crecen y se muestran por todos lados. La educación recibe un gran impulso existiendo un vigoroso plan en donde la escuela bien equipada llegó hasta el último rincón. Se construyen hospitales y dispensarios con una buena dotación tecnológica. Un robusto proyecto de viviendas se hace realidad. La electrificación rural es uno de sus más ambiciosos programas. Comprende que la pequeña obra popular es un inmenso acto de justicia social con los olvidados de siempre. Fortalece los planes para que los alimentos lleguen al pueblo con precios razonables. La medicina está al servicio de todos los sectores. El campesino recibe un gran respaldo en todos los órdenes. Al frente del gobierno, un hombre honesto ejerce sus funciones con equilibrio. La política internacional venezolana se basa en el respeto y la autonomía de los pueblos. La defensa de la democracia como sistema ideal para la humanidad. Jamás se alineó con centros de poder imperiales. Su planteamiento se basó en el respeto. Luis Herrera Campins puede asistir con dignidad al juicio de la historia. Su vida austera es un testamento del para siempre. Una obra pública con éxitos y errores, cuando se estudie de manera equilibrada su labor en pro de Venezuela seguramente recibirá el reconocimiento. La gestión gubernamental forjó las bases de un país moderno. Un ser humilde que murió en la pobreza, tal como llegó a la vida republicana. Su ideal está vivo en la conciencia de un pensamiento que se enaltece en su recuerdo. |
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