Historia y verdad
Escrito por Dr. Ángel R. Lombardi G. | X: @lombardiboscan   
Domingo, 05 de Marzo de 2017 06:58

altLa historia es la mentira encuadernada. Como casi todas las disciplinas que forman parte de las llamadas “Ciencias Sociales”;

muy entre ellas, la pretenciosa economía y sus cálculos probabilísticos, lógicos y matemáticos para detectar curvas de prosperidad y crisis. Alguna que otra vez, de tanto cruzar sus pronósticos, en suma atrevidos y aleatorios, logran algún tipo de acierto. Carlos Marx (1818-1883), un gran economista, que duda cabe, pronosticó el triunfo de la Revolución Socialista en la Alemania industrial de su tiempo: y se equivocó. Fue en la Rusia feudal, campesina, rural, pobre y despótica de los zares donde inesperadamente ocurrió, en el año 1917, y bajo derroteros contrarios a la utopía social que se aspiraba construir. 

La “Nueva Clase” (1957) (Milovan Djilas, 1911-1995) sustituyó el socialismo por la “dictadura del proletariado” para eternizar a una nueva oligarquía o "élite burocrática" sólo que con pelaje, simbología y discurso “popular” revanchista. El experimento de la URSS fue trágico mientras los países capitalistas más avanzados hicieron concesiones “tácticas” al ideario socialista desde la aparición de los sindicatos hasta alcanzar sistemas públicos de protección social. En el caso de la América Latina los capitalismos y socialismos que han sido probados son embriones deformados cuyo daño generacional, en términos humanos, la historia oficial escamotea sin apenas ruborizarse por ello. Durante la Guerra Fría (1945-1991) ambos “sistemas” mintieron e hicieron alardes propagandísticos desmesurados como los estadounidenses y su triunfo al llegar a la luna o los soviéticos con el deporte. Hoy, existe una “teoría conspirativa” que considera un ardid el alunizaje, mientras que ya no existen dudas acerca del dopaje masivo de los súper atletas del Este. 

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La historia termina siendo propaganda y sus escolares los principales adoctrinados. ¿Qué hacer ante tanta falsedad, manipulación e impostura? Entender que la historia y las disciplinas hermanas que le acompañan son manifestaciones artísticas, literarias e intuitivas cuyo grado de cientificidad variará de acuerdo a las formalidades y convenciones académicas a la moda del momento. Las ciencias sociales son ciencias humanas cuyas premisas esenciales son la duda, la imperfección y el error. “No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil”. (Jorge Luis Borges, 1899-1986)

La “verdad” es Dios para un creyente, mientras que para el científico social es la duda metódica persistente; unos resultados consensuados en permanente revisión. El objetivo de la ciencia no es la verdad; en cambio sí el conocimiento, eso sí, siempre precario alrededor del misterio de la existencia. Historiar es analizar y comprender libre de prejuicios; y como dice Borges: “La verdad histórica no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió”. Tamaña vanidad esa la de erigirnos en jueces omnipotentes sobre unos recuerdos arrebatados al inclemente olvido. 

Distinguir el mito de lo histórico es uno de los más grandes desafíos para quienes nos aventuramos a conjeturar sobre el pasado aspirando a un mínimo de credibilidad; y aún así: fallamos reiteradamente porque la mentira es superior a la verdad. 

 

 

 


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